Por qué las mujeres ya pueden conducir en Arabia Saudí: mejoran la economía

  • Más allá de la concesión de un derecho demandado históricamente, el plan de la casa real saudí incluye una mayor presencia femenina en el mercado.
Una conductora saudí al volante poco después de que entrará en vigor el decreto en Riad, Arabia Saudí ( EFE/EPA)
Una conductora saudí al volante poco después de que entrará en vigor el decreto en Riad, Arabia Saudí ( EFE/EPA)

La llamada Primavera Árabe, que supuso el despertar democrático de numerosos países de Oriente Próximo y norteafricanos entre 2010 y 2013, apenas tuvo incidencia en Arabia Saudí. En sólo cuatro meses, el régimen islámico que lleva más de 80 años en el poder contuvo las protestas civiles que reclamaban más derechos y libertades para la población. Sin embargo, y a pesar de la estricta aplicación de la Sharia que continúa llevando a cabo la casa real saudí, en 2015 se consiguió un hito histórico: que las mujeres pudiesen votar y ser votadas.

Casi tres años después, las protestas internas y de diversos organismos internacionales, como Human Rights Watch, han forzado a suprimir este 24 de junio otra de las arcaicas leyes que regían la vida de las mujeres: la prohibición de conducir. Paradójicamente, hasta ayer, las mujeres podían ocupar cargos públicos en Arabia Saudí, pero no ir en coche a su despacho. Una decisión que va más allá de la concesión en los últimos años de otros derechos para las mujeres, como la flexibilidad a la hora de vestirse; como ya ocurriera cuando se les permitió el acceso al mercado laboral, que las mujeres puedan conducir responde a una razón menos democrática: potenciar la economía del país.

Un cisma social (y religioso)

Hace sólo unas semanas, cuando la legalización de las mujeres al volante estaba ya prevista, varias activistas fueron arrestadas por las autoridades por conducir. Un ejemplo de que parte de la sociedad aún censura este tipo de conductas, así como una muestra del poder que aglutina la élite religiosa saudí. De hecho, según un artículo publicado por Martin Hvidt, profesor en el Centro de Estudios Contemporáneos sobre Oriente Medio en la Universidad de Dinamarca del Sur en The Conversation, el levantamiento del veto a las conductoras se produce, más bien, pese a la oposición de los estamentos más fuertes de Arabia Saudí, y no gracias a ellos.

Mohamed bin Salman
El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman.

La verdadera razón detrás del progreso es la economía: con un sistema estatal basado casi por completo en las reservas de petróleo, la población ha vivido con grandes sueldos, largos períodos vacacionales y y una jubilación temprana durante los últimos 60 años. Sin embargo, el rápido aumento poblacional -desde el año 2000 ha aumentado de los 20 millones a los 32 millones de personas-, sumado a la crisis del petróleo de la última década ha provocado que el PIB per cápita haya caído de los 24.575 dólares de 2014 -récord de la serie histórica- hasta los escasos 20.000 de 2016, el último registro.

Un modelo insostenible sólo con hombres

El 60% de la población tiene menos de 30 años, por lo que la inclusión de las mujeres en el mercado laboral se antojaba hace unos años tan necesaria como ahora lo es que conduzcan: sólo el 41% de los empleos en el país los ocupan saudíes, mientras que el resto lo hacen inmigrantes a menudo más cualificados; una situación que perpetúa la dependencia del petróleo para sostener la economía del país. Por eso, la idea de la monarquía es diversificar el mercado con un plan de cara a 2030 para revertir esa dependencia del exterior, tanto para vender su producto estrella como para atraer fuerza de trabajo cualificada.

Y las mujeres resultan clave en esta estrategia. Según Hvidt, “en general, las mujeres reciben bastante más educación que los hombres y, por eso, el gobierno considera que pueden jugar un rol importante en el desarrollo del país. Además, las mujeres son menos reacias que los hombres a aceptar ciertos puestos -como el de enfermera u otros relacionados-, hoy en día en manos de inmigrantes. También están menos empleadas: sólo uno de cada cinco saudíes trabajando en Arabia Saudí son mujeres, una cifra extremadamente baja en comparación con el resto del mundo”.

En este sentido, los problemas en el transporte suponen una barrera importante para la mujer en Arabia Saudí: Hvidt explica que, en un país con un clima tan caluroso, la opción de ir andando o en bicicleta al trabajo o a comprar es casi suicida, mientras que el transporte público es tan precario que la manera más eficiente es el coche privado. Hasta ahora, en la práctica esto implicaba que las mujeres tenían que ir a cualquier sitio con un hombre como conductor e incluso era costumbre que, si ningún familiar podía hacer de chófer, se contratara a uno.

El consecuente gasto de contratar a un conductor era, hasta ahora, inasumible por buena parte de la población. De hecho, la prohibición provocaba situaciones tan absurdas como que un hombre tuviera que dejar el trabajo para llevar a su mujer o familiar al dentista o al médico. El absentismo generalizado por este motivo ha sido aceptado hasta ahora por la sociedad, las empresas y las instituciones públicas de los funcionarios. Al mismo tiempo, ocasionaba pérdidas en el mercado incalculables, por lo que, dentro del ambicioso plan del gobierno por mejorar la economía del país, acabar con el veto a las mujeres al volante, incluso contraviniendo a las élites religiosas, era un paso fundamental. Lo casual es que haya coincidido con la demanda de un derecho.

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