La robot que pasó de ser una obra de arte a actuar como stripper en una web porno

  • Cardibot es una máquina pensada inicialmente para ahondar en el concepto del voyeurismo, pero ahora paga las facturas de su creador en CamSoda.
Cardibot, la robot stripper
Cardibot, la robot stripper
Cardibot

Cardibot nació como una de las protagonistas de una obra de arte apartada de las convenciones sociales, un espectáculo coral en el que perturbadores y provocativos autómatas de formas sugerentes trataban de profundizar en el concepto del voyeurismo. Su creador, Giles Walker, es un escultor obsesionado con los maniquíes y muñecos hiperrealistas, con los que fabrica 'collages' sobre todo tipo de temáticas: desde la última cena de Jesucristo, hasta el drama de los sin techo. Pero, ahora, la robot ha dejado su faceta de modelo y lleva una nueva vida como stripper en CamSoda, una conocida web porno... Gracias a lo cual permite a Walker pagar las facturas.

Desde hace una década, forma parte de su colección llamada 'Cinética', una suerte de bizarro desfile de figuras animatrónicas, creadas con elementos de quita y pon, casi siempre, con torso y extremidades robóticas, pero con elementos cotidianos por cabeza, al estilo de lo que hacía el malvado Sid Philips con sus muñecos en la primera película de 'Toy Story': desde una lámpara a un bolso de mujer, pasando por un megáfono, un teléfono o un balón de fútbol. En el caso de Cardibot, lo que reposa sobre sus hombros es una cámara de seguridad que se ilumina (al igual que sus pezones) mientras baila, provocando en el espectador una extraña sensación, como de estar siendo observado mientras se observa a la máquina menearse en torno a una barra de 'pole dance'.

El cambio de oficio se produjo involuntariamente hace año y medio, cuando Walker presentó a Cardibot (y al resto del elenco) en el Computer Electronics Show (CES) de Las Vegas: uno de sus bailes se difundió en vídeo y se volvió viral, desatando desde chistes hasta ataques de pánico ante la infinita capacidad de los robots de quitarle el empleo a los humanos, incluso a las strippers. Pero la web porno CamSoda (uno de los mayores lugares de webcams sexuales del mundo) se le ocurrió darle una oportunidad en el mundo del sexo por internet. Y le ofreció a Walker una generosa suma (sin revelar) por alquilar a Cardibot para que se contonease ante miles de espectadores online.

En sus primeros meses como stripper, Cardibot no era uno de los principales atractivos de la web; al cabo, la oferta sexual en un lugar como CamSoda es realmente variada: se puede elegir desde el tipo de mujer que se desea contemplar (rubia, morena, pelirroja...), hasta la raza o el tipo de servicios que ofrecen, como que utilicen juguetes sexuales, que lleven disfraces, que estén acompañadas o que realicen 'extras' como el sexo anal. En todos los casos, este negocio se basa en la interacción entre quien observa y quien lleva a cabo esos anhelos.

En este sentido, puedes pagar por ver en directo el show de Cardibot, pero no hablar con ella: el chat que hay habilitado para interactuar lo controla otra IA independiente, específicamente creada con un lenguaje natural propio que se encarga de interpretar las peticiones del usuario y, después, se la traslada a la robot. Es decir, que puedes pedirle que realice alguna acción (con una gama bastante limitada en comparación con una 'webcammer' de carne y hueso), incluso tener un intercambio de insultos y palabras sucias bastante convincente (si es lo que te gusta), pero la conexión emocional es inexistente.

Sin embargo, el futuro de la robótica pasa inevitablemente por el sexo; en la actualidad, el mercado de las 'sexdolls' ha crecido tanto que ya no son solo unas muñecas (o muñecos) con una IA primitiva que se compran por internet como si fueran novias por catálogo; desde hace un tiempo, existen varios clubes dedicados a la explotación del sexo con estos seres inanimados de látex, aunque de momento se mantienen en una situación de alegalidad que impide que el fenómeno se extienda aún más: en algunos lugares como Madrid ya se ha abierto algún burdel, mientras que en otros aún ni siquiera se han iniciado los trámites.

Esta progresiva normalización de la industria del sexo con robots terminará por sustituir o, al menos, reducir notablemente el concepto de la erótica entre humanos tal y como la entendemos a día de hoy: algunos informes hablan incluso de que las relaciones íntimas entre personas y robots superará en 2050 a las clásicas, entre seres de carne y hueso. El año pasado, en 'TheNextWeb', Walker, el creador de Cardibot, se tomaba con filosofía y algo de humor su rol en todo esto: "No creé a los robots para involucrarme en la industria del sexo. No se trataba de sexo, se trataba de voyeurismo. Me han arrastrado a este lado de las cosas sin querer, pero no me quejo. Paga mis facturas... De algún modo, soy un proxeneta de robots".

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