Esta empresa neozelandesa ha mandado una bola de discoteca gigante al espacio

  • La "Estrella de la Humanidad" reflejará los rayos del Sol de vuelta a la Tierra creando una luz intermitente visible desde cualquier parte del mundo
El CEO y fundador de Rocket Lab, Peter Beck, junto a su estrella / Rocket Lab
El CEO y fundador de Rocket Lab, Peter Beck, junto a su estrella / Rocket Lab
El CEO y fundador de Rocket Lab, Peter Beck, junto a su estrella / Rocket Lab
El CEO y fundador de Rocket Lab, Peter Beck, junto a su estrella / Rocket Lab

La semana pasada la startup neozelandesa Rocket Lab finalizó con éxito su primera misión espacial. Con solo dos intentos, la compañía, que tiene poco más de una década de vida, ha conseguido que su pequeño cohete de bajo coste, Electron, ponga en órbita tres nanosatélites –conocidos como CubeSat–.

Pero lo que la compañía no había contado es que, además, ha colocado en el espacio una esfera geodésica hecha de fibra de carbono y equipada con 65 paneles altamente reflectantes.

El artilugio, bautizado como “Humanity Star” (literalmente, “Estrella de la Humanidad”), reflejará los rayos del Sol de vuelta a la Tierra creando una luz intermitente visible desde cualquier parte del mundo. Y, aunque en realidad no debe medir mucho más de un metro, se espera que se convierta en el objeto más brillante en el cielo nocturno durante nueve meses, hasta que vuelva a entrar en la atmósfera de la Tierra.

El satélite, es quizás el primer anuncio que se despliega en el espacio, pues no sirve más que para dar publicidad a la compañía, en una ingeniosa campaña de marketing que incluye un mapa interactivo, publicado en el sitio web de la iniciativa, en el que se puede ver la trayectoria de la falsa estrella y el momento de su vuelo sobre una ciudad en particular.

Nace el grafiti espacial

Con la retórica new age propia de este tipo de empresas, Rocket Lab ha asegurado que la Estrella de la Humanidad será “un recordatorio para toda la Tierra de nuestra frágil posición en el universo” y su CEO y fundador, Peter Beck, ha insistido en que la esfera “creará una experiencia compartida para todos los habitantes del planeta”.

Pero a los astrónomos la iniciativa no les ha gustado ni una pizca. “A la mayoría de nosotros no nos parecería mono poner una gran luz estroboscópica sobre un oso polar, o colocar el eslogan de una compañía en los peligrosos tramos superiores del Everest”, apunta en Scientific American Caleb A. Scharf, director del departamento de Astrobiología de la Universidad de Columbia. “Colocar una esfera brillante en los cielos es igual de abusivo. Definitivamente es un recordatorio de nuestro frágil lugar en el universo, porque está infestando lo que necesitamos aprehender con urgencia”.

Más incisivo han sido Mike Brown, astrónomo del California Institute of Technology, que ha calificado en Twitter la campaña de Rocket Lab como “grafiti espacial a largo plazo intencionalmente brillante”; o Richard Easther que, en la misma red social, ha asegurado que la Estrella de la Humanidad “no será lo suficientemente brillante como para ser realmente impresionante, pero lo suficientemente brillante como para molestar a los astrónomos y las personas que no les gusta los trucos de mala calidad”.

Más basura espacial

No cabe duda de que vamos a vivir una nueva carrera espacial y, dado que esta vez las compañías privadas tendrán un papel preponderante, muchos expertos están preocupados por las prácticas que puedan llevar a cabo.

Las críticas de los astrónomos no apuntan solo a la iniciativa de Rocket Lab, sino también a la posibilidad de que cada vez más compañías privadas pongan en órbita artilugios que no tengan ninguna utilidad concreta, más allá del puro marketing.

Elon Musk, fundador de Space X, ya ha dicho que la primera carga de sus nuevos cohetes Falcon Heavy será un coche de su otra empresa, Tesla, de color rojo cereza, que orbitará a la tierra mientras suena Space Oddity de David Bowie.

Aunque Space X es la compañía que más ha avanzado en la fabricación de cohetes, Rocket Lab es un serio competidor, ya que sus cohetes Electrón, que como su propio nombre indica son eléctricos, son mucho más baratos: cada lanzamiento cuesta 5 millones de dólares, frente a los 50 millones que cuesta cada lanzamiento del Falcon 9, el cohete estrella de Space X.  El bajo coste de los cohetes ha hecho que Rocket Lab tampoco se preocupe por recuperar estos: son desechables y no vuelven a tierra como los de Musk.

Los cohetes pasarán a engrosar el vertedero que flota alrededor de la Tierra: cientos de miles de restos que pueden causar daños a otras naves activas. Según datos del Departamento de Defensa de Estados Unidos, de todos los artilugios humanos que orbitan alrededor de la tierra solo un 7% son satélites operativos, el resto son desperdicios.

Hay que apuntar, no obstante, que la Estrella de la Humanidad no pasará a formar parte de estos restos: su trayectoria está calculada para que, pasados nueve meses, acabe entrando en la tierra y, dado su tamaño y materiales de fabricación, se desintegrará por completo al entrar en la atmósfera.

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