"Acabé con una soga alrededor del cuello"

Cuando el deporte de élite enmascara un trastorno mental: Ben Gordon y la NBA

Ben Gordon, en su etapa en los Chicago Bulls
Ben Gordon, en su etapa en los Chicago Bulls

"Cuando era un crío, podía canalizarlo todo a través del baloncesto. Porque en el baloncesto ser obsesivo no es un problema. El baloncesto recompensa a quienes son obsesivos. En la pista tenía la mente de un asesino en serie". Tal vez, este extracto no sea el más escalofriante del relato de pesadilla del exjugador de la NBA Ben Gordon, pero sí es el más preocupante, ya que evidencia que la alta competición puede llegar a ser el ecosistema perfecto para enmascarar una enfermedad mental, tal y como ha sucedido con otros deportistas de élite: Andrés Iniesta (depresión), David Beckham (trastorno obsesivo compulsivo), Michael Jordan (TDAH), Michael Phelps (depresión)...

Gordon, que promedió casi 15 puntos durante su carrera, sufrió un enorme vacío existencial tras dejar la NBA en 2015. Y eso que no ha tenido los problemas económicos de otras estrellas retiradas: el 60% de los jugadores de NBA se declaran en bancarrota antes de cinco años tras su retirada -un 78% en el caso de la NFL-, pero Gordon aún conserva un patrimonio neto de unos 20 millones de dólares, de los más de 84 millones que acumuló a lo largo de su carrera. Para él, los problemas comenzaron en 2017, dos años después de dejar la alta competición, cuando hizo saltar las alarmas antincendios de un edificio de apartamentos de Los Ángeles y fue detenido. Pocos meses después fue ingresado brevemente en un centro psiquiátrico de Nueva York.

Pero, tal y como relata, antes de su paso por centros psiquiátricos, Gordon sufrió en soledad ataques de pánico, manía persecutoria y episodios de bipolaridad. Durante su etapa en la NBA, la alta competición enmascaraba los trastornos que arrastraba desde hacía tiempo. Pero había indicios: "Procesaba todas las tendencias y debilidades del rival y solo pensaba en aniquilarlo. Era algo violento. Pero es que medía 1,85. Traté toda mi carrera de figurar [en los registros oficiales] como un 1,92, pero medía 1,85. Y ahí estaba, defendido por Tony Allen y Kobe Bryant. ¿Sabes lo que supone tirar frente a esos tíos si mides 1,85? Tienes que tener una concentración de láser. Ser metódico, calculador, obsesivo".

Justo el año siguiente a dejar de la NBA sus problemas empezaron a manifestarse: "Llegué a un punto en el que pasé seis semanas en las que no hubo día en el que no pensara en suicidarme. Estaba en el tejado de mi apartamento a las cuatro de la mañana, mirado hacia abajo y balanceándome hacia adelante y hacia atrás, pensando 'estoy a punto de hacerlo. Voy a escapar de toda esta mierda'. [...] Me había quedado sin carrera, sin identidad y sin familia; todo casi al mismo tiempo. Era maníaco depresivo. No comía. No dormía. [...] Cada noche me despertaba en el mismo momento exacto, como con un despertador. Y ahí es cuando los demonios aparecían de verdad. [...] En la oscuridad realmente empieza a apoderarse de tu psique. Ahí es cuando la paranoia y la ansiedad te hacen suyos".

Gordon incluso llegó a sufrir crisis disociativas de identidad: "Empecé a preguntarme quién era. No sabía dónde estaba la persona que había sido, llegué a pensar que era un clon. Que era mi cuerpo pero el que estaba dentro no era yo. Le creé una personalidad. Le puse número de teléfono, un email... Empecé a escribir a gente diciendo que ese era yo con otro nombre, pero que no se lo dijera a nadie. Estaba expresando todo el trauma y el miedo que en la NBA externalizaba en los partidos". Por suerte, Gordon decidió buscar ayuda justo tras su intento de suicidio. Pero su mensaje es demoledor: "Se nos entrena para pensar así. Casi se nos lava el cerebro. Y si cuento esto es solo porque sé, de verdad que sé que hay jugadores que necesitan ayuda".

El caso de Delonte West y la inacción de la NBA

Un caso tal vez peor es el de Delonte West. El exbase, que llegó a jugar en la NBA junto a LeBron James en los Cleveland Cavaliers, padecía un trastorno bipolar ya en su época como profesional. Sin embargo, logró lidiar con su enfermedad durante nueve temporadas en la élite del baloncesto. Sin embargo, sus incidentes extradeportivos le costaron más de un arresto y más de una multa. Y, tras dejar la NBA en 2012 con unas ganancias de alrededor de 15 millones de dólares en total, ha terminado viviendo en la indigencia.

Actualmente, los trastornos mentales son una de las principales causas de baja en las empresas: el 60% de los españoles en activo padecen estrés laboral, mientras que en las empresas empieza a haber cada vez más concienciación sobre la salud mental en el lugar de trabajo. Un buen ejemplo son los primeros auxilios mentales, una tendencia que pretende formar a los empleados para atender a aquellos compañeros que sufran una crisis asociada con la salud mental en el lugar de trabajo. Además, el sistema pretende que cada empleado sea capaz de detectar y prevenir potenciales crisis propias y ajenas, especialmente las relacionadas con el estrés o la depresión.

Sin embargo, la NBA -como otras competiciones de élite- tiene en la salud mental un problema sin resolver: si bien a través de su programa NBA Cares -centrado en acciones sin ánimo de lucro- los jugadores se involucran en charlas y eventos sobre salud mental, la liga no ofrece más que asesoramiento de forma altruista: por ejemplo, tras la trágica muerte de Kobe Bryant, uno de sus últimos planes es una suerte de 'teléfono de la esperanza' para jóvenes jugadores que tienen que problemas para lidiar con el dolor tras una pérdida y evitar pensamientos autodestructivos o suicidas, entre otras cosas.

De hecho, a falta de un servicio propio de salud mental para jugadores, la NBA solo ha introducido esta misma temporada una norma que obliga a las franquicias a tener un departamento específico de salud mental. Hasta ahora, no era obligatorio, pero algunos casos recientes han llevado a la liga a tomar medidas. Por ejemplo, Kevin Love sufrió un ataque de pánico en medio de un partido en 2017, que más tarde derivaría en un período de ataques de ansiedad y depresión de los que habló públicamente; Demar DeRozan también ha querido normalizar sus episodios depresivos, mientras que otros jugadores, como en los casos de Gordon o West, han optado por enfrentarse a sus demonios sin ayuda.

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