Si tenemos toda la información ¿por qué tomamos decisiones sin consultarla?

  • Pese a tener a nuestro alcance todo el conocimiento, lejos de tomar decisiones bien formadas, seguimos guiándonos de instintos y falsedades
¿Por qué elegimos un camino y no otro? / Pixabay
¿Por qué elegimos un camino y no otro? / Pixabay

Es un debate esencial de nuestro tiempo. Vivimos en la era de la información. En solo un minuto podemos consultar cualquier dato que necesitemos. Pero pese a tener a nuestro alcance una mayor cantidad de conocimiento del que se ha tenido nunca, lejos de tomar decisiones bien formadas, seguimos guiándonos de instintos, cuando no de información falsa, que no nos preocupamos lo más mínimo en contrastar.

Cuanto mayor es la cantidad de información que circula, más dependemos de los llamados “dispositivos de reputación” para evaluarla. En gran medida, la labor de los medios de comunicación no es ya informar, sino seleccionar la información de la que debemos fiarnos. Es el resultado de la conocida como paradoja de la sobreinformación.

El problema, no obstante, es aún más complejo: aunque tengamos mucha información de la que nos podamos fiar no la utilizamos. Como explica en 'The Conversation' Nadav Klein, investigador de la Universidad de Chicago, décadas de investigación en psicología y ciencia del comportamiento apunta que las personas hacen juicios instantáneos con poca información en una amplia variedad de casos.

Es cierto que la primera impresión es la que cuenta: en un lapso de milisegundos hacemos un juicio de una persona que acabamos de conocer, que cuesta mucho cambiar. De la misma forma, el personal de recursos humanos descarta currículums en cuestión de segundos y los consumidores toman decisiones de compra sin deliberar lo más mínimo. Incluso las decisiones de voto se pueden predecir a partir de impresiones preliminares formadas durante períodos de tiempo increíblemente breves, según explicaba un estudio publicado en la revista 'Science'.

Tomamos decisiones a la ligera

Esta inmediatez con la que tomamos decisiones resulta una sorpresa para la mayoría de las personas. Un nuevo estudio liderado por el propio Klein y su compañero Ed O’Brien apunta como los individuos fallan estrepitosamente al averiguar cuánta información usan ellos mismos u otras personas a la hora de tomar decisiones. Hablando en plata: creemos que nuestras elecciones están mucho más formadas de lo que en realidad están.

La investigación ha estudiado si las personas pueden anticipar correctamente la cantidad de información que ellos y otros utilizan cuando hacen juicios variados. Los resultados fueron concluyentes: las personas estaban sorprendidas por la rapidez con la que hacían sus propios juicios y la poca información que utilizaban para hacerlos.

Los investigadores plantearon todo tipo de cuestiones: qué información se utiliza para contratar a alguien, para elegir a una persona como marido o mujer, para determinar el carácter de alguien, evaluar un servicio de suscripción o probar un nuevo vino. En todos los casos, las personas creían que usarían más información de la que realmente usaban.

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Un ciudadano emite su voto en las pasadas elecciones andaluzas. / Junta de Andalucía

Como explica Klein, hay varias razones por las cuales las personas pueden tener una impresión equivocada acerca de la rapidez con la que ellos y otros hacen juicios. Una posibilidad, apunta, es que la mente humana procese la información de forma contraria a la que podríamos pensar: la nueva información sobre un asunto no sustituye a lo que aprendimos anteriormente. En realidad, según algunos estudios preliminares, la primera información que tenemos sobre algo tiene mucho más peso que la información posterior.

Otra posibilidad, explica el investigador, es que las personas no se den cuenta del valor de cada información por separado. En psicología, esto se llama una brecha de empatía.

“Considera la pregunta de cuántas interacciones son necesarias para que decidas si te gusta alguien y confías en él”, explica Klein. “Puede ser tentador creer que evaluarás racionalmente cada interacción como lo harías con una estadística. Pero los encuentros sociales son vívidos y atractivos, y la primera experiencia puede simplemente ser tan absorbente como para inclinar su juicio de manera irrevocable, haciendo que las interacciones futuras sean innecesarias”.

Implicaciones en la vida cotidiana

Según Klein, esta desconexión entre lo que creemos que hace la gente y lo que hace la gente en realidad tiene serias implicaciones: “Después de todo, reconocer la cantidad de información que las personas utilizan para labrarse juicios y tomar decisiones podría influir en la cantidad de información que uno intenta compartir con otros. Un candidato a un puesto de trabajo debe tener una idea de cuánto de su currículum leerán los posibles empleadores para que pueda priorizar sus esfuerzos en consecuencia”. Probablemente solo importa lo que ponga en las dos primeras líneas.

Saber que solemos tomar decisiones sin sopesar bien la información de que disponemos sirve también para mejorar nuestras elecciones. ¿De verdad necesitas unos nuevos zapatos? ¿Vas a leer realmente esa revista a la que te has suscrito?

Cierto es que, en muchos casos, las primeras impresiones son acertadas y, además, tomar decisiones rápidas en base a estas nos permite ahorrar tiempo. Sin embargo, malinterpretar la cantidad de información que realmente utilizamos para hacer nuestros juicios tiene implicaciones importantes más allá de tomar decisiones buenas o malas, sobre todo cuando nuestros juicios se basan en estereotipos o informaciones incorrectas. Cuando tomamos una decisión importante, para nosotros o la vida de otra persona, deberíamos pararnos a pensar y sopesar si realmente hemos evaluado toda la información necesaria.

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