Solemos pensar lo contrario, pero quizás el mundo no se llene: se está vaciando

  • La ONU insiste en que la población no va a dejar de crecer, lo que acarrea graves problemas, pero puede que empiece a disminuir muy pronto
La soledad será un importante problema. / Pexels
La soledad será un importante problema. / Pexels

Desde que Thomas Malthus escribiera en 1798 su ‘Ensayo sobre el principio de la población’ la idea de que la capacidad del mundo para albergar personas era limitada ha permanecido en el imaginario colectivo.

A pesar del avance en la tecnología y la regresión de la pirámide poblacional en buena parte del mundo desarrollado, los organismos internacionales insisten en que en 2050 la población mundial podría ser de entre 9.000 y 10.000 millones de personas: un tercio más de toda la gente que habita hoy la Tierra.

En la línea de lo que opinaba Malthus –tantas veces rebatido como, en esencia, recuperado–, llegará un punto en el que haya demasiadas bocas que alimentar y, para más inri, la presión demográfica aumentará la contaminación y, por ende, dificultará la capacidad productiva del planeta.

Hasta aquí la narrativa oficial, apoyada, entre otras instituciones, por la Organización de Naciones Unidas. Pero ¿y si la evolución de la Humanidad tomara unos derroteros radicalmente distintos?

Es lo que sugieren el periodista John Ibbitson y el experto en políticas públicas Darrell Bricker, ambos canadienses, en su nuevo libro 'Empty Planet', que ha salido esta semana a la venta. La idea que exponen –que, aseguran, respaldan cada vez más científicos– es tan sencilla como controvertida.

A lo largo de la historia, la despoblación fue producto de catástrofes: eras de hielo, plagas, el colapso de las civilizaciones, guerras.... En los últimos años, sin embargo, estamos haciendo que disminuya la población de forma deliberada, al elegir tener menos bebés de los que necesitamos para reemplazarnos.

En gran parte del mundo desarrollado y en desarrollo, ese declive ya está en marcha, ya que la urbanización, el empoderamiento de las mujeres y la disminución de la religiosidad conducen a que tengamos familias cada vez más pequeñas.

Cierto es que en buena parte del mundo la sobrepoblación sigue siendo un problema, pero Ibbitson y Bricker aseguran, tras desglosar cuidadosamente los números, que la pirámide poblacional va a invertirse en todo el mundo más pronto que tarde: “En aproximadamente tres décadas, la población mundial comenzará a disminuir. Y una vez que comience el declive, nunca terminará”.

Según sus predicciones, la población global, que se sitúa hoy en torno a los 7.500 millones de personas, crecerá, en efecto, hasta casi los 9.000 millones en 2050, pero a partir de ahí empezará a disminuir muy rápidamente.

Hoy somos demasiados, pero pronto no lo seremos. / Pexels
Hoy somos demasiados, pero pronto no lo seremos. / Pexels

Un dogma demográfico muy arraigado

En 'Empty Planet', Ibbitson y Bricker narran sus viajes a Florida, Sao Paulo, Seúl, Nairobi o Nueva Delhi, para conocer de primera mano cómo está evolucionando la población, pero, además, qué es lo que piensa la gente sobre ella. Su conclusión es que la idea de que sobra gente en el mundo está tan extendida que los jóvenes no tienen entre sus planes tener más de uno o dos hijos, si acaso.

Sus autores defienden que no están haciendo un ejercicio de especulación. “Hay todo un grupo de demógrafos que han estado cuestionando los números de la ONU durante años”, asegura Ibbitson en una entrevista concedida a ‘Wired’. “Han estado hablando entre ellos en conferencias y artículos académicos, pero nunca han compartido esta información ante el público en general. Ese fue nuestro punto de partida. Y luego, cuando salimos y hablamos con personas reales en el mundo sobre las decisiones que están tomando, ahí es cuando las estadísticas que estábamos viendo cobraron vida”.

Es de sobre conocido que casi todo el mundo desarrollado está ya en la que se conoce como la quinta etapa del Modelo de Transición Demográfica, lo que significa que la fertilidad está por debajo del nivel de reemplazo. Pero de lo que no se ha hablado tanto es de que muchos países en desarrollo, como Brasil, Filipinas, Bangladesh, Irán, India, parecen estar pasando de puntillas por la cuarta etapa –la tasa de mortalidad se reduce hasta alcanzar mínimos históricos y la de natalidad se iguala prácticamente con ella– para pasar directamente al último escenario, que implica una pirámide poblacional invertida.

Los autores insisten, por ejemplo, en que la idea de que el mundo árabe seguirá creciendo sin control no se ajusta a la realidad, pues las mujeres están recibiendo cada vez más educación, y no están dispuestas a quedarse en casa teniendo hijos sin parar. Este es uno de los elementos claves, ya que las predicciones de la ONU tienen en cuenta los ratios de fertilidad, migraciones, natalidad y mortalidad, pero no la expansión de la educación o la urbanización, variables tan importantes como las anteriores para entender el devenir demográfico de la humanidad.

“[La variable que tiene] el mayor efecto en la fertilidad es la educación de las mujeres”, asegura Ibbitson en la misma entrevista. “La ONU tiene una visión nefasta de África. No predice muchos cambios en términos de fertilidad durante el primer cuarto de siglo. Pero gran parte de los africanos se están urbanizando a una tasa dos veces mayor que la del promedio mundial”.

Hoy las mujeres de Kenia tienen el mismo nivel de educación elemental que los hombres, y esto implica que van a tener menos hijos. Los autores han realizado encuestas en 26 países de todo el mundo preguntando a las mujeres cuántos hijos van a tener: la respuesta en todos los lugares está en torno a dos.

La natalidad disminuirá también en África. / Pexels
La natalidad disminuirá también en África. / Pexels

¿Qué podemos esperar?

Lejos de pintar un panorama apocalíptico, y pese al título del libro, los autores creen que, a corto plazo, una disminución más rápida de lo esperado en la población será principalmente beneficiosa: se alivia la presión sobre el medio ambiente, las poblaciones de mayor edad son más pacíficas y es de esperar que se reduzca la desigualdad, a medida que el trabajo escasee.

El envejecimiento de la población implica unos costos sociales y económicos bien conocidos, pero los autores aseguran que este problema se mitigará con una política migratoria más laxa en los países desarrollados.

La disminución de la población en los países pobres reducirá los flujos de migrantes, y los que lleguen al actual mundo desarrollado se adaptarán rápidamente a los niveles más bajos de fertilidad de los países receptores, y, entonces, es presumible que la pirámide poblacional se estabilazará en torno a un crecimiento cero.

Hasta ahí la teoría de Ibbitson y Bricker, pero, lógicamente, nada más salir el libro han surgido los primeros críticos. Como explica en 'The Times' el periodista David Goodhart, no todo el mundo es tan abierto a la inmigración como Canadá y, además, “es posible que la población deje de bajar e, incluso, vivamos un nuevo 'baby boom', que haga subir las tasas de fertilidad a medida que nos cansemos del mundo narcisista del único hijo”.

La autonomía de las mujeres es sin duda una buena noticia, pero muchas seguirán queriendo tener hijos. “Una vez que el feminismo haya alcanzado un grado suficiente de igualdad con los hombres, el péndulo puede volver a una versión más familiar”, explica Goddhart.

Dicho esto, el libro de Ibbitson y Bricker parece un aporte necesario al debate, máxime teniendo en cuenta que nuestras previsiones podrían ser erradas.

“Muchas personas que están pensando en el futuro del mundo, la economía del futuro, el futuro de la planificación de las ciudades, están basando sus proyecciones en el tamaño futuro de la población humana”, concluye Bricker en Wired. “Y la gente en realidad está tomando decisiones basadas en esto. Si rascas y ves que no va a haber mucho crecimiento de gente joven en la población, en realidad va a haber mucho crecimiento de personas mayores que pasan más tiempo en el planeta porque estamos mejorando cada día en mantenerles vivos. ¿Cómo afecta eso las decisiones de tránsito en la ciudad de Nueva York? ¿O a la forma en que los gobiernos apoyan a las comunidades rurales que están colapsando a un ritmo aceleradísimo en este momento? Todas esas decisiones se basan en tener una comprensión correcta de cómo se verán nuestras sociedades en el futuro”.

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