Westminster está podrido (y necesita una reforma de 5.000 millones de dólares)

  • Después de más de una década de estudios y debates, los diputados han aprobado el más ambicioso plan de restauración de la historia moderna.
El palacio de Westminster / Mike Gimelfarb
El palacio de Westminster / Mike Gimelfarb
El palacio de Westminster / Mike Gimelfarb
El palacio de Westminster / Mike Gimelfarb

El palacio de Westminster, hogar del Big Ben y el parlamento británico, es el edificio más emblemático de Londres y uno de los cuatros lugares de la ciudad declarados por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.

La mayor parte de la estructura actual data del siglo XIX, fecha en la que el palacio fue reconstruido después de un incendio en 1834, que destruyó la mayor parte del edificio. Desde entonces, apenas se han acometido reformas en sus instalaciones, entre otras cosas por el follón que supone hacer cualquier tipo de obra, pero el tiempo se acaba.

Como apuntan William Both y Karla Adam en The Washington Post, Westminster “está podrido por dentro”: las tuberías están en las últimas, los conductos de ventilación están cogestionados y las instalaciones eléctricas y de comunicación fallan más que una escopeta de feria.

A principios de este año, después de más de una década de estudios y debates, los diputados aprobaron el más ambicioso plan de restauración de un edificio que se recuerda en la historia moderna: un proyecto de 5.000 millones de dólares que va a hacer que los más de 2000 trabajadores del Parlamento se muden a edificios cercanos durante seis años mientras se lleva a cabo una remodelación masiva

La enorme reforma comenzará en 2025 y se espera que en algún momento de la década de los 30 se termine la obra. Pero nadie se atreve a dar fechas exactas: los restauradores aseguran que es imposible saber qué se van a encontrar hasta que empiecen a derribar paredes.

Interior del Big Ben / UK Parliament-Jessica Taylor
Interior del Big Ben / UK Parliament-Jessica Taylor

Un edificio decrepito

El palacio, que puede visitarse parcialmente previa reserva de un tour guiado (y siempre que la agenda parlamentaria lo permita), es un impresionante edificio con más de mil habitaciones, 100 escaleras, 5 kilómetros de pasillos y ocho bares y, aunque sigue manteniendo su aura, la decrepitud de sus instalaciones se hacen ya más que evidentes.

Como apuntan Both y Adam, que han recorrido Westminster de manos de Tom Healey, el director del programa de restauración, el palacio tiene un sinfín de goteras y no es extraño encontrar cubos para atrapare estas en plena cámara de los Lores. Las polillas mordisquean el papel pintado que instaló Augustus Pugin, uno de los responsables de la reconstrucción del edificio tras el incendio de 1834, hay ratones entre las baldosas y las humedades se elevan desde las entrañas, donde un eyector de aguas residuales de 1880 hace lo que puede para contener el desastre.

Como explica en el Post Caroline Shenton, exdirectora de los archivos del Parlamento, el estado actual del edificio es “un legado de generaciones de abandono” por parte de todos los gobiernos y departamentos anteriores que en lugar de eliminar las instalaciones obsoletas fueron añadiendo nuevas encima.

La Cámara de los Lores suele sufrir goteras / Roger Harris-House of the Lords
La Cámara de los Lores suele sufrir goteras / Roger Harris-House of the Lords

El sótano del oficio muestra a las claras esta huida hace adelante: es un caos de tuberías y cables cuya función nadie conoce a ciencia cierta, pues, como ha confesado el personal de mantenimiento, ha habido tantas reparaciones ad hoc y soluciones chapuceras durante el último medio siglo que nadie está seguro de para qué sirve nada. Y, por si acaso, nadie se atreve a tocar lo que es a todas luces un desastre.

Todas las instalaciones del edifico –las tuberías, claro, pero también el tendido eléctrico, la ventilación, la calefacción, el aire acondicionado o el sistema antincendios– están al borde de alcanzar su fecha de caducidad y hay miles de ventanas de bronce que se cierran a duras penas y no aíslan nada. Esto sin contar que hay uralita por todas partes y el edificio es un desastre en cuestiones de accesibilidad.

Nadie quería gastarse el dinero

Los estudios e informes de los comités durante la última década advirtieron que las renovaciones importantes llevan al menos 40 años de retraso y se han reportado docenas de incidentes que podrían haber llevado a una catástrofe. Pese a esto, solo este año, y con un margen para empezar las obras de más de un lustro, se ha decido que la reforma es necesaria.

Las reparaciones se han retrasado durante años, porque el Parlamento no quería pagarlas y tampoco quería interrumpir sus sesiones. “No se puede hacer nada que sea demasiado ruidoso cuando el Parlamento está reunido, por lo que siempre es imprescindible hacer todo en plazos cortos. ¿Necesitas unas nuevas tuberías? Alguien tiene que venir aquí y encajarlas durante el fin de semana. ¿Necesitas reemplazar una caldera? Tiene que hacerse durante el receso de verano”, explica Healey.

A día de hoy la única solución sensata era mandar a todo el mundo a otra parte y cerrar temporalmente el edificio para hacer las obras.

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