De la Amazonía brasileña al salón de belleza: la ruta del murumurú

  • En plena selva amazónica, Alexandre recoge del suelo, una a una, las semillas de murumurú: una oleaginosa tropical con propiedades milagrosas para el cabello que ayuda a las familias ribereñas de Brasil a engrosar sus ingresos.

"Cuando llegué aquí no había nada", cuenta a la AFP Alexandre Amaral da Silva, un agricultor cincuentón de rostro enjuto y curtido por el sol en la diminuta comunidad de Providencia, a más de 700 km de Manaus (norte) y adonde solo se llega tras unas tres horas de viaje en barco desde la localidad de Carauarí.

A orillas del sinuoso río Juruá, un puñado de precarias casas de madera montadas sobre pilotes cortan la flora selvática.

Un enjambre de niños se aproxima a la arena para recibir las lanchas de extraños que llegan a la comunidad, fundada hace 20 años por Alexandre y su familia.

"Al principio no sabíamos para qué servía, sólo me lastimaba los pies", relata a la AFP este agricultor bajo la palmera de murumurú, llena de espinas, que puede llegar a medir hasta 15 metros.

Desde hace 15 años, familias ribereñas como la de Alexandre sumaron a su acotada renta familiar la venta de semillas de murumurú, uno de los ingredientes que la multinacional brasileña Natura utiliza en sus productos de belleza.

Alexandre recoge las semillas sólo cuando están maduras y caen al suelo. A partir de allí, cede la tarea a su esposa María Terezinha, que las martilla una a una para separar la cáscara y guardar el corazón en bolsas de arpillera.

Para una familia de la región, las ganancias de esta tarea pueden representar hasta 1.800 reales (USD 460) extra al año, una pequeña fortuna para los pobladores locales.

Los recolectores venden las semillas a una cooperativa local que las procesa en una usina selva adentro para generar la manteca, ingrediente principal de los productos para el cabello que por su composición química ayuda a reconstruir desde dentro las fibras dañadas.

En Brasil, la industria de la belleza continúa expandiéndose pese a la recesión económica. El mercado de cosméticos brasileño creció 11% en 2014 y se ubicó como el tercero del mundo, después de Estados Unidos y China.

Natura, que facturó 7.400 millones de reales en 2014 (casi USD 2.000 millones al cambio actual), trabaja actualmente con unas 400 familias en la reserva Medio Juruá, a las que ha apoyado con capacitación e inversión de recursos para el procesamiento del murumurú y otras oleaginosas amazónicas como la andiroba y ucuuba.

Si bien para los agricultores la recolección de estos frutos y semillas no constituye su principal fuente de ingresos, engrosan un "menú productivo" que puede variar según la zafra de cada año, dijo a la AFP Carlos Koury, director de la ONG Instituto de Conservación y Desarrollo Sustentable de Amazonas.

Además, "es una cadena productiva tradicional que, sin un aliado de porte como es Natura, difícilmente estaría viva. Hay muchas cadenas productivas extractivistas en la Amazonia que se perdieron", apuntó Koury.

El centro urbano más cercano para los pobladores del río Juruá es Carauarí, una ciudad de 25.000 habitantes a 700 km de Manaus, capital del estado de Amazonas.

Según los datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, en el municipio de Carauarí la renta anual per cápita es de 2.600 reales (unos 660 dólares al cambio actual).

Entre las comunidades ribereñas solo poco más de la mitad de la población sabe leer y escribir, y el saneamiento básico alcanza a la mitad de la población, según un levantamiento de Natura.

Originalmente productora de caucho, con la decadencia de este sector la región se volcó a la búsqueda de nuevos recursos. El cultivo de mandioca y la pesca se convirtieron en sus principales actividades.

Según relatan sus pobladores, hasta la década de 1980 dependían económicamente de los llamados "patrones": comerciantes que imponían a los agricultores sus ritmos de producción y les vendían mercaderías a precios injustos.

Entre otras formas de organización civil, las comunidades ribereñas del Juruá hicieron frente a esta realidad creando en 1991 la Asociación de Productores Rurales de Carauarí (ASPROC).

"Antes comprábamos cada lata de leche a 12 reales (unos tres dólares), ahora la obtenemos por seis", relató Flavio do Carmo, actual presidente de ASPROC.

Entre las conquistas de esta asociación figura un sistema de comercio solidario para abastecer las cantinas locales con productos traídos de la ciudad, que los habitantes de las comunidades pueden comprar con dinero o mediante el trueque de su propia producción. Este modelo duplicó el poder de compra de las familias.

"Hoy pueden considerarse un pueblo liberto", zanjó Rosi Batista, jefa de la Reserva Extractivista Medio Juruá del Instituto Chico Mendes (gubernamental).

mel/lbc/lm

Mostrar comentarios