Tras la caída de los depósitos

Ahorro y gasto: el medidor clave para ver si reaparecerá el fantasma recesivo en EEUU

La pandemia de 2020 y los tipos bajos embalsaron el ahorro de los estadounidenses pero la inflación generalizada está acelerando el descenso de la tasa de ahorro mientras se mantiene el dinamismo del gasto del consumidor.

El presidente de la Fed, Jerome Powell.
El presidente de la Fed, Jerome Powell.
Fed vía La Información

A lo largo de la pandemia el ciudadano estadounidense vio cómo se incrementaban sus ahorros a niveles históricos. Ese exceso de dinero retenido se transformó en una importante baluarte de la economía del país y en la gasolina en la que sustentar el crecimiento económico de Estados Unidos. En definitiva, la reducción del ahorro de los hogares refleja el uso de los fondos acumulados durante estos años pandémicos, cuando el gasto era limitado.

Poner el foco en el ahorro y el gasto, ahora que los tipos de interés han despegado a una velocidad de vértigo en poco tiempo, puede dar pistas de cuándo aparecerá la contracción económica en la principal potencia económica del mundo. “Estimamos que los hogares llegaron al año pasado con un ‘exceso’ de ahorro de 2,4 billones de dólares, basándonos en las tendencias anteriores a la pandemia”, asegura Keith Wade, economista jefe y estratega de Schroders.

Durante 2022 se utilizaron unos 800.000 millones de dólares para apoyar el consumo según los cálculos de la gestora británica, lo que equivale al descenso de la tasa de ahorro, dejando un exceso de 1,6 billones. La caída del ahorro también puede apreciarse en el fuerte descenso de la medida M2 de la oferta monetaria, ya que los hogares retiraron sus depósitos bancarios.

“Sobre esta base, podríamos argumentar que la fuente de la resistencia de los consumidores reside en el "exceso" de ahorro no gastado de la pandemia y, como mayor componente del PIB, esto explica gran parte de la fortaleza general de la economía”, analiza Wade sobre la situación de la actualidad.

De cara al futuro, para determinar la evolución del gasto de los consumidores habrá que evaluar la velocidad a la que los hogares agotarán el exceso de ahorro de 1,6 billones de dólares que les queda. “No hay una respuesta fácil, ya que dependerá en gran medida de las percepciones de los hogares sobre el futuro y de la medida en que el gasto en áreas como los viajes se recupere después de haber sido reducido durante la pandemia”, comenta el experto.

Además, existen dudas sobre la distribución de esos ahorros, ya que gran parte se concentra en los grupos con mayores ingresos (que tuvieron la suerte de poder trabajar durante la pandemia). Estos grupos pueden optar por ahorrar permanentemente parte del excedente para el futuro.

En general, el informe de la firma de Reino Unido considera que el exceso de ahorro se agotará a un ritmo similar al de 2022 y, en consecuencia, se vería otro año en el que los hogares mantienen su ahorro por debajo de lo normal. “Los datos recientes muestran que la tasa de ahorro empieza a repuntar desde sus niveles más bajos en más de una década, lo que indica que el impulso del exceso de ahorro, o demanda reprimida, se está estabilizando”, comenta.

En consecuencia, el consumo en 2023 dependerá totalmente del crecimiento de la renta real. “Creemos que esto será modestamente positivo ya que, aunque la inflación es actualmente alta (6%) y está por encima del crecimiento de los sueldos y salarios, se espera que los aumentos de los precios al consumo se moderen a medida que avancemos en el año”, opina Wade.

En este sentido, los aumentos de las prestaciones, las pensiones y el salario mínimo también podrían ayudar. De esto, en cambio, hay que señalar que no se espera que el crecimiento de los ingresos reales sea muy superior al 1% en 2023, especialmente si, como se espera, aumenta el desempleo.

Los efectos sobre la demanda

Siguiendo con este hilo y mirando a los datos, la realidad es que un crecimiento del consumo del 1% representaría una considerable ralentización de la demanda, que presionaría sobre el poder de fijación de precios de las empresas y reduciría los márgenes de beneficios y los flujos de caja.

Las empresas reaccionarían recortando puestos de trabajo, con el consiguiente aumento del desempleo. Esto, a su vez, repercutiría en una ralentización del consumo, ya que los hogares se volverían más precavidos. “En nuestra opinión, estos efectos de segunda ronda desencadenarían una mayor debilidad del gasto y llevarían a la economía a una desaceleración más brusca a finales de 2023. Sin embargo, el punto de partida sería una ralentización de la demanda de consumo a medida que se desvanece la demanda reprimida”, dice Wade.

En su opinión, la capacidad de los consumidores y de las empresas para resistir los problemas energéticos y salariales explica en gran medida la resistencia de la economía. Esto no significa que la política monetaria haya dejado de funcionar. La política siempre funciona con largos retardos y la rapidez con la que se han incrementado los tipos de interés desde casi cero hasta los niveles actuales significa que la política no ha sido restrictiva durante tanto tiempo.

“Los tipos de interés más altos están funcionando para frenar la economía, pero, como siempre, tardan en repercutir en el comportamiento económico. Un ejemplo de ello es el sector inmobiliario”, cuenta el experto.

La vivienda, uno de los sectores más sensibles a los tipos de interés, ha experimentado una importante ralentización de las obras iniciadas a medida que subían los tipos hipotecarios. Sin embargo, hasta ahora el empleo en la construcción ha resistido y ha seguido aumentando en 2023.

El clima puede ser un factor a tener en cuenta, con un primer trimestre suave que ha permitido que la actividad continúe a niveles no estacionales. “No obstante, si se observan los ciclos anteriores, se puede ver que hay un desfase de poco más de un año entre los máximos y los mínimos en la construcción de viviendas y el empleo en la construcción”, indica Wade.

“Sobre esta base, la resistencia actual no es inusual y el empleo en la construcción debería disminuir según avance el año, ya que la caída de las viviendas iniciadas significa que los trabajadores no vuelven a ser contratados a medida que terminan las viviendas existentes”, finaliza el economista jefe y estratega de Schroders.

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