El BCE y la inflación: Draghi se enfrenta al dilema de introducir nuevos estímulos

  • El consumo, estancado porque los salarios no avanzan, y la deuda disparada impiden al emisor plantearse una subida de tipos
El BCE, atado de pies y manos por el crecimiento raquítico y la inflación estancada
El BCE, atado de pies y manos por el crecimiento raquítico y la inflación estancada
Pixabay

Con la economía de la zona euro alicaída y la inflación actual y prevista en niveles muy contenidos, el Banco Central Europeo (BCE) ha tenido que tirar de estímulos y aplazar más allá de lo que había previsto en un primer momento la subida de tipos en el área. La preocupación del organismo es evidente, tanto como para que su presidente, Mario Draghi, haya deslizado la posibilidad de aprobar medidas con las que contrarrestar el efecto de unos tipos en niveles históricamente bajos en la banca. El dilema sobre si aprobar o no esas nuevas medidas le llega a Draghi apenas cinco meses antes de que abandone el cargo.

Las cifras de inflación del mes de marzo han llevado a los inversores a perder cualquier esperanza por un posible ajuste de la política monetaria de la entidad. Los precios avanzaron un 1,4% el mes pasado (frente al 1,5% de febrero), mientras que la inflación subyacente, que excluye la energía y los alimentos frescos, apenas avanza un 0,8%, en ambos casos lejos del objetivo del 2% que se ha fijado como meta. 

El problema está en que prácticamente no hay inflación de consumo puesto que los salarios hace tiempo que no crecen y hay que tener en cuenta que el 70% del PIB mundial es consumo. Al mismo tiempo, el nivel de deuda se ha disparado tanto a nivel público como privado respecto a la situación previa a la crisis. La conjunción de ambas variables tiene maniatados a los bancos centrales y muy especialmente al Banco Central Europeo (BCE), puesto que una subida de tipos generaría una carga de intereses de la deuda tal que sería inasumible por los presupuestos de los estados, explica José Manuel Pazos, socio director de Omega IGF

Sin embargo y desde su punto de vista la situación actual no se solucionaría tampoco si el precio del dinero se fuera al -5%. Es por ello que el BCE ha cambiado la hoja de ruta prevista y vuelve a poner sobre la mesa políticas expansivas ante la falta de reformas. Es decir, el emisor está tratando de mantener con su política la otra inflación, la de los activos (la subida del precio de la vivienda, de la bolsa, de las materias primas, de los bonos) porque su cayese el valor de esos activos, estos actuarían como colaterales o garantías de la deuda.

La gestora PIMCO incide en que esa fragilidad del comercio mundial rebajará el crecimiento en la zona euro hasta una tasa similar a la tendencial del 0,75%-1,25% este año, sobre todo con Italia en recesión y Alemania frenando y habiendo esquivado por la mínima ese mismo escenario.

Prevén un repunte moderado de la inflación subyacente, que se ha mantenido estancada en torno al 1% durante algún tiempo, como reflejo de un crecimiento salarial que será en principio algo más sólido que hasta ahora. Por todo ello, los tipos oficiales del BCE permanecerán inalterados, y tampoco barruntan ningún cambio en la actual política de reinversión de la entidad.

Muchos hubiesen esperado que cuando el BCE dejó de comprar en diciembre de 2018 los 30.000 millones mensuales de deuda pública se hubiera generado una presión alcista sobre los tipos de interés. Sin embargo, el problema está en el crecimiento. Alemania, considerada frecuentemente como el motor del crecimiento regional se ha salvado por muy poco de entrar técnicamente en recesión y sí lo ha hecho Italia, recuerda Lidia Treiber, directora de análisis de renta fija de WisdomTree

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