Deuda a 10 años

El bono de EEUU amenaza con cruzar el rubicón del 3% como en la crisis de 2018

Las expectativas sobre tipos empuja al alza la rentabilidad de la renta fija hasta un nivel inédito desde hace más de tres años, cuando la economía todavía no estaba condicionada por la pandemia.

Los bonos de EEUU tocan máximos del año gracias al plan Biden y las vacunas
Los bonos de EEUU han tocado máximos desde diciembre de 2018
Pixabay

El rendimiento de los bonos acelera en los últimos días su escalada por las previsiones de las subidas de tipos de interés y el bono de EEUU a 10 años se acerca en su rentabilidad a la cota psicológica del 3%, una barrera clave para los inversores en la organización de su cartera. La última vez que alcanzó un nivel similar fue en a finales de 2018, cuando la Reserva Federal de EEUU (Fed) comenzó a subir los tipos e inició la última crisis en los mercados antes de la pandemia. El S&P 500 cayó más de un 17% en apenas tres meses y marcó mínimos de 20 meses

El coste de la deuda estadounidense marcó esta semana el 2,94%, máximo desde diciembre de 2018. Desde febrero, la rentabilidad del bono soberano, que cotiza inverso a su precio, ha repuntado casi un 60% y acumula cinco meses consecutivos de ganancias. ¿El motivo? La previsión de los inversores de que la Fed subirá de forma agresiva los tipos de interés para intentar frenar el aumento vertiginoso de la inflación. 

Precisamente, la escalada del bono de EEUU por encima del 3% ya se produjo anteriormente cuando la Fed aceleró en la subida de tipos de interés a finales de 2018 con un alza de 0,25 puntos porcentuales cada tres meses. En diciembre de ese año se alcanzó el 2,25%, la mayor tasa que ha registrado el banco central de EEUU desde 2008. 

La institución que preside Jerome Powell elevó hasta el 0,5% los tipos tras una subida de 25 puntos básicos en su reunión de marzo. No obstante, los incrementos pueden ser superiores en los próximos meses. La posibilidad gana adeptos ante la inflación del 8,5% que se registró en marzo. Los inversores descuentan que en diciembre la tasa superará el 2%. Una previsión que también se refleja en los bonos soberanos europeos, pese a que el Banco Central Europeo (BCE) todavía se muestra reacio a subir tipos. El bono español a 10 años ha rozado el 1,9% en las últimas horas, máximo desde 2017.

El movimiento en la renta fija tiene un impacto en la renta variable. "Durante las dos últimas décadas, la rentabilidad de las acciones y los bonos ha tenido una correlación negativa: cuando una aumenta, la otra disminuye", explica Sean Markowicz, analista de Schroders. En 2018, la escalada de la rentabilidad del bono de EEUU coincidió con el inicio de una tendencia bajista del S&P 500. El índice acumula un retroceso próximo al 7% desde enero, pese a que en el mes de marzo recuperó un 3,6% de su valor. No obstante, Markowicz afirma que "el actual contexto macroeconómico y político plantea algunas dudas sobre si esta tendencia puede continuar".

En este escenario, la inflación cobra especial protagonismo y distorsiona las tendencias. En octubre de 2018 el índice de precios al consumidor (IPC) en EEUU se situaba en el 2,5% y cerró el año en el 1,9%. Actualmente, se sitúa en el 8,5%, máximo desde diciembre de 1981, con previsión de que no haya llegado a su pico. "Creemos que es posible otro pequeño aumento en tasa interanual el próximo mes", destacaba James Caballero, analista de ING, tras hacerse pública la última estadística.

"Cada vez que la inflación aumenta, los bonos se ven afectados de forma negativa", señalan desde Schroders. Esto se debe a que el pago de intereses pierde valor a medida que los precios se elevan a mayor ritmo, lo que hace que los rendimientos suban y los precios de los bonos bajen para compensar. Mientras, el efecto sobre la renta variable es "menos evidente". "Lo que determina el comportamiento de la renta variable en un entorno de aumento de inflación es el impacto neto de los mayores beneficios nominales esperados frente a los mayores tipos de descuento", escribe Markowicz.

Sobre esta cuestión, también destaca la influencia de la predisposición al riesgo: cuando es menor, "los inversores tienden a vender acciones y a comprar bonos para protegerse de las caídas", y a la inversa. No obstante, ante la inquietud por la ralentización del crecimiento y la alta inflación, los inversores también pueden optar por el efectivo, lo que cambia la correlación entre los rendimientos de renta fija y variable. "Esto es exactamente lo ocurrido durante la década de 1970, cuando la economía estadounidense se enfrentaba a dificultades económicas y a altos niveles de inflación", recuerda Markowicz. 

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