El fantasma de la inflación

Las ventas masivas de bonos en EEUU avivan el temor a las subidas de tipos

El interés del 'treasury' a 10 años escala al 1,363% y el del 30 años al 2,155%, en ambos casos su nivel más alto en un año, ante la expectativa de un 'giro' más próximo de la Fed si la economía se sobrecalienta

Jerome Powell, Reserva Federal
Jerome Powell, Reserva Federal
EFE

Peligro de sobrecalentamiento en la economía estadounidense. Es el temor que corre como la pólvora en los mercados y que está provocando una venta en cascada de bonos a 10 y 30 años del país. Sus rentabilidades -que se comportan en sentido inverso al precio- han marcado a finales de semana máximos de un año y esto podría ser sólo el principio. La inminente aprobación del nuevo paquete de estímulo de 1,9 billones de dólares con más ayudas directas a familias y empresas hace prever una explosión de todo el consumo paralizado durante la pandemia. Un movimiento así de brusco sacaría a la inflación de su letargo... y podría llevar a la Reserva Federal a replantearse su política monetaria. De ahí que haya cundido el nerviosismo. Pero... vayamos por partes. 

Viernes por la tarde-noche en España. El interés del bono a 10 años estadounidense escala hasta el 1,363%, su nivel más alto desde el pasado mes de febrero (desde que comenzó el año se ha disparado un 42,5%). Aproximadamente a la misma hora la rentabilidad del 'treasury' a 30 años alcanza el 2,155%, también su nivel más alto en doce meses, y acumula un avance del 29,7% en lo que llevamos de ejercicio. Hay varias claves que explican este movimiento acelerado y que está causando tanto revuelo.

La primera se resume en dos palabras: liquidez masiva. Dinero a espuertas y barato fluyendo por la economía como nunca antes lo había hecho. Las cifras que ofrece Bank of America en su último informe dan buena idea de ello. Los bancos centrales mundiales han comprado 1.100 millones de dólares de activos financieros cada hora desde el pasado mes de marzo. El balance de la Reserva Federal, en concreto, alcanza ya los 7,55 billones de dólares, el 36% del PIB (frente al 3% de la Primera Guerra Mundial, el 11% de la Segunda Guerra Mundial o el 15% tras la pasada crisis financiera). Mientras, el gobierno estadounidense ha invertido en estímulos el 32% del PIB (frente al 24% de la Primera Guerra Mundial, el 4% de la Segunda Guerra Mundial y el 24% tras la crisis de 2008). 

Buena parte de ese dinero ha ido a parar a hogares y empresas en forma de ayudas directas, el helicóptero del dinero, y lo seguirá haciendo. El nuevo "plan de rescate estadounidense" va tomando forma y promete impulsar el crecimiento económico de Estados Unidos hasta su nivel más alto en los últimos 37 años, señalan desde el banco privado suizo Julius Baer. El impulso será tal que, según prevé su economista jefe, David Kohl, empujaría el avance del PIB "por encima de su potencial estimado en 2021".

En segundo lugar, Estados Unidos ha pisado el acelerador en el proceso de vacunación contra la Covid-19 una vez que la Administración Biden ha tomado las riendas. De hecho, más del 12% de la población del país ha recibido ya una primera dosis y el Gobierno Federal tiene previsto que para primavera estén vacunados todos los grupos prioritarios por edad, situación médica o por desempeñar un trabajo de riesgo. Los estadounidenses, que empieza a ver la luz al final del túnel, se encuentra ahora con el dinero fresco en su bolsillo de las ayudas que ha ido recibiendo en este tiempo (las últimas a través del paquete de 900.000 millones de dólares aprobado 'in extremis' por demócratas y republicanos a finales de diciembre).

El consumo, que representa dos terceras partes de la economía estadounidense, está dando los primeros síntomas de recuperación. Las ventas minoristas de enero aumentaron un 5,3% cuando los principales consensos no preveían un avance más allá del 1,1%. El tirón ha sido especialmente notable de las ventas de muebles (+12%) y en las de productos electrónicos (14,7%). Con este acelerón y la próxima llegada de un nuevo paquete fiscal, con más cheques, las expectativas de un alza de la inflación mayor de lo previsto han aumentado de forma considerable. 

Ventas masivas de bonos

La mejora de las perspectivas económicas lleva a los inversores a deshacerse de los bonos soberanos en su cartera para buscar mayores rendimientos. Al vender, su precio cae y aumenta su rentabilidad. Y lo hace a pesar de que la Fed sigue comprando activos como lo estaba haciendo hasta ahora. Como una subida fuerte del coste de la vida puede erosionar la rentabilidad real de la deuda a más largo plazo, ante la expectativa de una recuperación sólida, de nuevos bazucas fiscales y con los tipos de interés en mínimos históricos, los inversores empiezan a exigir un interés mayor por adquirir esos bonos.

En su última reunión, la Reserva Federal aseguró que mantendrá los tipos oficiales en el rango del 0-0,25% porque "el ritmo de recuperación de la actividad económica y el empleo se han moderado en los meses recientes, con una debilidad concentrada en los sectores más afectados por la pandemia". Lo dijo antes de conocer los últimos datos macro que han mejorado el panorama para la primera economía del mundo. El banco central norteamericano se ha comprometido a seguir comprando 120.000 millones de dólares en activos al mes hasta que el país recupere el pleno empleo. Y la nueva secretaria del Tesoro, Janet Yellen, asegura que ese momento puede llegar ya en un año si se aprueba el plan fiscal de 1,9 billones de dólares. 

De ahí que haya vuelto a escucharse una expresión del pasado reciente que no trae recuerdos demasiado buenos a los inversores: 'taper tantrum'. Se acuñó en 2013, con Ben Bernanke al frente de la Reserva Federal. Después de tres años consecutivos de crecimiento económico tras el 'crash' de las hipotecas 'subprime' y el colapso del sistema financiero, Bernanke empezó a preparar el terreno para un 'tapering' o retirada paulatina de los estímulos. Esta perspectiva y el posible viraje de la Fed hacia una política monetaria más dura provocó una oleada de venta de bonos que hundió sus precios y disparó las rentabilidades. Volviendo al presente, en caso de producirse antes de lo previsto ese aumento de los tipos y, con ello, de los costes de financiación, el problema sería evidente con una economía y unas empresas que han tenido que endeudarse fuertemente -como en Europa y en otras áreas del mundo- para parar el golpe causado por la pandemia.

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