El pasado 7 de marzo, dos semanas después de la invasión de Ucrania, el mercado energético entró en pánico ante los planes de la Unión Europea (UE) de aplicar un veto a las importaciones de petróleo y gas desde Rusia. La sola posibilidad de un corte de suministro del mayor proveedor de energía a Alemania y otros países europeos catapultó el precio del gas natural un 70% durante algunos minutos, hasta los 345 euros por megawatio (MWh), aunque finalmente cerró aquel día en torno a 215 euros.
Cinco meses después, la decisión de Rusia de cortar durante tres días por motivos técnicos todos los envíos a través del gasoducto Nord Stream 1 ha vuelto a situar en estado de pánico al mercado ICE de Róterdam, donde se negocian los contratos TTF de gas. Los operadores compran a precio de oro. El futuro a un mes de la referencia europea ha llegado a dispararse un 11% durante la sesión, hasta los 323 euros / MWh, aunque ha cerrado en los 310 euros. El miércoles superó la barrera psicológica de los 300 euros.
La subida de precios no tiene un carácter puntual esta vez vez sino que responde a un movimiento continuo y consistente ante la escasez de gas que provocará la ausencia del suministro ruso. De hecho, la cotización del futuro a un mes suma su sexta semana consecutiva de subidas, su tercer mes seguido al alza y sube más del 1.000% en comparación con agosto de 2021.
Si Rusia corta finalmente el flujo de gas a través de Nord Stream 1, que solo estaba funcionando al 20% de su capacidad, Europa se quedaría a expensas del aumento del suministro de gasoducto desde Argelia a España e Italia como vía para cubrir el déficit de oferta ante la llegada del invierno.
El gas natural licuado (GNL) se había convertido en la tabla de salvación ante las progresivas restricciones rusas, pero la capacidad de los tres países que controlan este mercado (EEUU, Australia y Qatar) está al límite de lo posible tanto en la producción como en barcos metaneros para transportarlo.
Adicionalmente, otras incertidumbres recorren el mercado. España, que se había convertido en el principal comprador europeo de gas de fracking de EEUU desde 2018, se ha visto superada por Francia como el mayor receptor de GNL. El sistema energético francés también está en crisis por el parón en sus principales reactores nucleares debido a la sequía y la ola de calor. París está echando mano del gas para producir electricidad, al tiempo que también reexporta este combustible a Alemania para el llenado de sus reservas.
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