Hasta dónde va a llegar la 'locura' de los intereses negativos en los bonos del euro

Fotografía de billetes de euro.
Fotografía de billetes de euro.
MaxPixel.

"Si a mi hijo de siete años le pidiera que me prestase el dinero que hay en su hucha con la promesa de devolverle algo menos dentro de un tiempo, él me diría que eso es un robo y no habría trato posible". Eso que puede hacer que el hijo de siete años de un reputado analista internacional -y cualquier hijo de vecino en condiciones normales- se sienta poco menos que estafado, se ha convertido en algo habitual para buena parte de los bonos soberanos europeos que cotizan en el mercado secundario. Los tipos negativos campan a sus anchas por todos los tramos de la curva de deuda alemana, llegan hasta el 20 años en el caso de la austriaca y de la danesa, hasta el 15 años en el de la belga y al 8 años en el de la española.

El bono germano a 30 años renta al -0,11%, lo que implica que hay inversores que están comprando bonos por los que cada año tienen que pagar un 0,11% de la inversión... y están dispuestos a hacerlo así durante los próximos 30 años. En el mundo hay ya más de 17 billones de dólares (un total de 15,54 billones de euros) de bonos que ofrecen rentabilidades negativas y cuyo precio -que se mueve en sentido inverso al interés- se ha disparado. El caso más llamativo lo tenemos en el bono a 100 años austriaco (el conocido como 'bono del siglo') que ha visto catapultarse su valor cerca del 80% solo en lo que llevamos de ejercicio.

Este ejemplo muestra, en opinión de los expertos de Unigestion, hasta qué punto los inversores han sido agresivos a la hora de asignar vencimientos más largos "mientras intentan escapar de las rentabilidades negativas". Según cálculos de la gestora Allianz Global Investors más del 30% del mercado mundial de bonos soberanos ofrece rendimientos negativos, porcentaje que en el caso de la zona del euro se eleva al 60%.

Los expertos no tienen tan claro que esta tendencia vaya a quedar ahí. Sobre todo si empeora la situación económica, puesto que los principales bancos centrales se verán obligados a seguir actuando, a relajar aún más su política monetaria, como ya hizo e Banco Central Europeo (BCE) en su reunión de comienzos de mes. Hay quienes se preguntan si tiene sentido seguir por ese camino y temen que los emisores se están quedando ya sin munición para parar una eventual recesión u otra crisis financiera. Lo ideal sería que esas políticas se combinasen con medidas a nivel fiscal por parte de los gobiernos, como reclamaba por enésima vez Mario Draghi en su última comparecencia tras la reunión mensual de la entidad. El problema está en que quienes cuentan con margen (léase Alemania) no quieren adoptarlas.

Laurent Clavel, responsable de AXA IM Research, explica que el actual contexto de bajo crecimiento y de débil inflación en Europa ha llevado a muchos expertos a hablar de una “japonización”. Sin embargo, incide en que “algo está sucediendo en Europa que nunca ha llegado a pasar en Japón”. Los rendimientos del bono a diez años nipón no han estado nunca por debajo del -0,3%, un mínimo que se tocó hace tres años en el país y que en el caso europeo ya se ha traspasado. 

El caso más claro es el de Alemania donde, según cálculos de la gestora francesa, si no se produce un gran shock a nivel económico en el continente, el país se mantiene en superávit y los tipos de interés permanecen en mínimos históricos, su deuda habrá desaparecido dentro de 20 años. En 2012, en plena crisis financiera, la rentabilidad del Bund alemán (el bono a diez años y referencia en Europa por su estabilidad) rondaba el 2%... Hoy ese interés se ha hundido hasta el -0,58%.

Dado que el vencimiento medio de los bonos alemanes es de siete años, que además el BCE va a reiniciar su programa de compra de deuda el 1 de noviembre (deberá adquirir también un porcentaje de títulos germanos) y que el país permanece en superávit porque ingresa más de lo que gasta, a partir de 2038 su pasivo se habrá evaporado. El experto explica que este ejemplo de la 'locura' que se ha instalado en el mercado de renta fija tiene otra lectura mucho más perniciosa. Supone que el Gobierno alemán renuncia a "invertir en su gente”.

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