Perspectivas de mercado

Inflación persistente, estanflación... o pasajera: cómo invertir ante el desafío

Los inversores se encuentran ante un cruce de caminos en plena subida de tipos de interés, con la inflación al alza pero la recesión asomando las orejas a la vuelta de la esquina.

La inflación armonizada modera su caída en octubre hasta el -0,6 por ciento interanual
La inflación en los alimentos sigue disparada en 2022.

La elevada inflación es la base de esta incertidumbre a nivel macroeconómico y es probable que la evolución de las presiones sobre los precios haga que los inversores se planteen diferentes escenarios a corto plazo: un estallido inflacionista, un escenario de estanflación, una crisis de crecimiento y una moderación tanto de la actividad como de la inflación a niveles relativamente similares a los del ciclo anterior. ¿Cómo se pueden configurar las carteras con este telón de fondo?

En términos generales, la presión sobre los precios podría seguir siendo elevada, porque es indicativo de crecimientos sólidos en la demanda y que ofrece al lado de la oferta una razón para seguir tratando de recuperar el terreno perdido: un círculo vicioso.

“El hecho de que el aumento de los salarios se mantenga sólido en Estados Unidos y continúe acelerándose en Europa ayudaría probablemente a aumentar la duración del ciclo de inversión en capital, que también podría verse reforzado por tendencias más estructurales como la inversión en defensa nacional y la seguridad energética”, comenta Jaime Raga, responsable de relación con clientes de UBS AM. “En igualdad de condiciones, un mayor nivel de movilización de recursos significa mayores presiones sobre los precios”, añade.

En este escenario, el experto de UBS AM opina que los bancos europeos estarían especialmente bien posicionados para conseguir mejores resultados, dado que el sector ha descontado una parte importante del riesgo de recesión debido a las consecuencias negativas para el crecimiento europeo de la crisis de los precios de la energía.

“En general, este contexto sería positivo para los activos de riesgo y, por lo tanto, también beneficiaría a las divisas de los países emergentes de mayor beta, al dólar y acciones australianas y a las acciones estadounidenses ponderadas por igual”, analiza.

Invertir ante un esquema de estanflación

Los impactos negativos sobre la oferta derivados de los eventos geopolíticos, la persistencia de la pandemia y las interrupciones de la producción consiguientes, o los fenómenos meteorológicos extremos podrían intensificarse.

“Una subida brusca de los precios de los productos de primera necesidad, como los alimentos, la energía y la vivienda, dejaría a los hogares con menos capacidad para gastar en artículos de consumo discrecional”, opina Raga. Y debido a que la inflación ha sido muy elevada, es poco probable que los bancos centrales se fijen en estas fuentes de presión al alza de los precios, incluso si no están relacionadas con el exceso de demanda. “El endurecimiento de la política monetaria también afectaría a las perspectivas futuras, lo que aumentaría la presión sobre los ingresos reales”, indica.

Desde el punto de vista de Chris Iggo, CIO Core Investment Managers en AXA Investment Managers, no se pueden descartar riesgos adicionales a la baja para todos los mercados: “Esto es así porque el impulso apunta a posibles aumentos adicionales de los rendimientos de los bonos y a nuevos descensos de los precios de las acciones”. A su modo de ver, la narrativa de la estanflación es también un importante factor negativo.

Raga opina al respecto que es probable que las materias primas desempeñen un papel clave en la creación de un entorno de estanflación en el que el crecimiento se ralentice por debajo de la tendencia y la inflación se mantenga muy por encima del objetivo. “Creemos que las materias primas en general, así como los valores energéticos y agrícolas, estarían entre los pocos beneficiados si se produce este escenario macroeconómico e igualmente son atractivos si se produce el escenario de auge inflacionista”, destaca.

¿Y si la inflación se ralentiza?

La siguiente cuestión es preguntarse cómo se ha de configurar una cartera si la inflación alcanza su pico y empieza a ralentizarse. Si la mejora de los resultados de la salud pública reduce los riesgos de la cadena de suministro, los precios de los bienes básicos se normalizan a medida que la demanda se desplaza hacia los servicios y se pone fin a la guerra de Rusia contra Ucrania, es probable que se reduzca la presión alcista sobre los precios sin que se vean afectadas las perspectivas de crecimiento.

No obstante, Raga cree que las probabilidades de que el mercado valore una transición a ese entorno de "Ricitos de Oro" a corto plazo son relativamente bajas, por dos razones. “En primer lugar, porque la inflación se ha generalizado, ha sorprendido al alza y se ha mantenido por encima del objetivo durante un periodo prolongado, por lo que los inversores tardarán en convencerse de que esta amenaza ha disminuido sustancialmente”, dice.

“En segundo lugar, dos de las mayores regiones económicas del mundo -la Unión Europea y China- se enfrentan a escenarios de ralentización significativos y diferentes que empañan las perspectivas económicas y la magnitud de los efectos duraderos es incierta”, ahonda.

En consecuencia, desde la gestora mantienen cierta exposición a valores de calidad que suelen tener un buen comportamiento cuando el crecimiento se vuelve más lento, pero sigue siendo positivo y también tienen algunas características defensivas en caso de que el riesgo de recesión percibido aumente materialmente. “Es muy importante vigilar si hay indicios de que los riesgos de inflación y de crecimiento están disminuyendo de forma sostenida, ya que esto sería probablemente una señal para aumentar la exposición bruta a los activos financieros”, concluye.

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