Años de acoso, difamación y espionaje

La infamia alemana contra el periodista que destapó el gran fraude de Wirecard

El periodista Dan McCrum relata en las páginas del Financial Times la odisea que sufrió durante cinco años investigando a la fintech alemana que ha terminado con su fundador en la cárcel y la firma en quiebra.

Sede de Wirecard en Munich.
Sede de Wirecard en Munich.
L. I.

“Es un criminal”, “[escribe] noticias falsas” o “participa en la manipulación de mercado”... Son algunas de las perlas de la campaña de acoso que sufrió el periodista del 'Financial Times' que destapó el fraude de Wirecard se extendió durante años en las redes sociales, pero trascendió a las propias esferas de los poder fácticos de Alemania (reguladores, políticos, bancos…) durante años. Dan McCrum, el reportero que en 2015 comenzó a rascar bajo la sombra del éxito y esplendor de la fintech alemana, se ha cobrado ahora su particular venganza contando en primera persona, y desde las mismas páginas del FT, su testimonio directo y en crudo sobre el caso.

Su triunfo periodístico tiene un sabor agridulce. McCrum detalla el sufrimiento y la odisea que le ocasionó el acoso, espionaje y escrutinio que sufrió durante años junto a la corresponsal del diario en Singapur, Stefania Palma. Un lustro de periodismo, lucha, injusticia y descrédito que comienzan a repararse ahora con el relato de la verdad.

La difamación llegó en forma de acusación de conspiración con inversores bajistas para hacer caer la acción de Wirecard. La cúpula de la fintech que comandaban Markus Braun, hoy encarcelado, y su mano derecha Jan Marsalek, en busca y captura, aireó estas acusaciones entre la prensa alemana y los bancos de inversión. El mensaje surtió efecto. Los reguladores alemanes, la Bafin, comenzaron a investigar a los periodistas de FT, azuzados por cargos políticos del país y las presiones de la propia Wirecard.

"Ayer, el delincuente en serie Dan McCrum, periodista del conocido FT, publicó otro artículo negativo sobre Wirecard. Como siempre, el artículo de McCrum fue seguido por un aumento visible en las [ventas] en corto durante las últimas semanas. Creemos que la manipulación del mercado parece obvia”, escribió en un informe Heike Pauls, analista de Commerzbank. Las principales cabeceras de la prensa alemana se hacían eco de las presuntas sospechas sobre McCrum hasta que el propio editor de investigación del FT, Paul Murphy, tuvo que publicar un artículo defendiendo la inocencia de su reportero y las noticias publicadas.

“Pero al final, todo se vino abajo. Un par de años después de que los bots de Twitter me atacaran, Wirecard es un desastre en llamas. El ex director ejecutivo, Markus Braun, está en la cárcel esperando juicio junto con otros colegas, mientras que el ex director de operaciones de la compañía, Jan Marsalek, está prófugo. Esta es la historia de lo que fue desentrañar y exponer la realidad de una empresa criminal que se apoyo en una red de habilitadores profesionales para mantener en movimiento uno de los mayores fraudes corporativos de la era moderna”, cuenta McCrum.

Operación Ahab

Wirecard cotiza hoy a poco más de 1 euro, vale unos 150 millones de euros en bolsa y su negocio está en quiebra. Su reputación es insalvable. Busca comprador o, más bien, le buscan nuevo dueño para salvar el dinero de los acreedores como Deutsche Bank o Commerzbank que le prestaron miles de millones para la operativa de su negocio. Es una de las claves por las que el escándalo de Wirecard es el mayor de la historia de Alemania.

La fintech alemana es ahora un árbol caído del que es fácil hacer leña, pero no hace mucho tiempo era una intocable. Un gigante con más de 5.000 empleados y una capitalización en bolsa de 25.000 millones de euros que catapultaron a la firma y su fundador a lo más alto del empresariado alemán. Tanto que el propio McCrum fue investigado por los reguladores financieros alemanes, espiado por la cúpula de Wirecard y vilipendiado en la prensa alemana que sembró la sombra de la sospecha relacionándolo con la cohorte de hedge funds de la City que operaban en bolsa contra la empresa alemana.

“En lugar de seguir nuestras revelaciones, una gran parte de la prensa empresarial alemana simplemente tomó la versión de Wirecard de los hechos (cualquier irregularidad contable es menor y se ha solucionado, McCrum es un criminal que trabaja con vendedores en corto) y procedió a atacar al FT. Aún más preocupante fue que la BaFin, el regulador financiero de Alemania, adoptó un enfoque similar, aparentemente creyendo lo que les dijeron los ejecutivos de la empresa. En febrero, Wirecard les entregó una declaración de testigo sin firmar de un criminal convicto que, si la escribió, escribió mal su propia dirección.

El espionaje al que estaban siendo sometidos en la redacción del FT pronto fue detectado y McCrum pasó a trabajar en una sala de la redacción aislada, sin ventanas y con un ordenador blindado y desconectado de la red. No debían escatimarse las precauciones después de que desde el entorno de Wirecard comenzasen las amenazas para que dejase de publicar información sobre la compañía. McCrum cuenta que, en uno de esos contactos, alguien cercano al número dos de la empresa alemana llegó a ofrecer “10 millones de dólares por el silencio periodístico” y una buena cantidad a otros empleados del periódico por borrar o modificar los artículos de la web Ft.com, un fraude editorial que puso en guardia a los editores.

Murphy bautizó a partir de entonces a Wirecard con el genérico de “la compañía” a la hora de referirse a ella después de que una fuente alertase de los pinchazos. También propuso el nombre de Ahab, en referencia al capitán de la historia de la ballena blanca Moby Dick. Porque para McDrum y sus colegas, la fintech alemana comenzó a tornarse en un enemigo difícil de batir. Llegaron a fabricar conversaciones electrónicas falsas en las que se escenificaba una estrategia del periódico con hedge funds que operaban en corto. La Bafin, la CNMV alemana, llegó a investigarlo.

De no ser por el respaldo de los editores del Financial Times como el diario de referencia en información económica junto a The Wall Street Journal, la presión que sufrió contando los tejemanejes financieros de Wirecard podían haber acabado mal para él. Una trama fraudulenta que se torno en criminal se inventó durante años las cuentas de Wirecard con facturaciones ficticias. Ahora se conoce como Marsalek, perseguido ahora por la Interpol y la Justicia alemana, tenía lazos con los servicios secretos rusos o, lo que es lo mismo en Alemania estos días, es un enemigo del país.

La pestaña “Alam” del Excel

McCrum desvela que Wirecard gastaba hasta 120 millones de libras anuales en abogados en los último año antes de su quiebra, lo que da a una idea del poder de intimidación judicial que esto les daba. El bufete Herbert & Mills se enfrentó durante meses a los abogados del FT hasta el punto que consiguió que el exeditor del periódico Lionel Barber aceptase una auditoría interna independiente sobre el caso Wirecard. Fueron las horas más bajas de McCrum, Murphy y el resto del equipo involucrado en las informaciones sobre la fintech. Su credibilidad interna comenzaba a ser cuestionada.

Pero en 2018, conforme el caso iba evolucionando y la cotización de Wirecard no dejaba de subir, el reportero del FT viajó a Singapur para verse cara a cara con algunas de las fuentes que mejor información habían reportado del caso. De repente, se hizo la luz. Acompañado por su colega en el FT Stefani Palma, McCrum accedió a documentación que corroboraba las acusaciones de facturación falsa. Su traducción al Excel hizo sonar todas las alarmas cuando el reportero llegó a la pestaña relativa a la actividad en Oriente Medio.

Al hacer clic en la etiqueta "Alam", un socio de Wirecard en Dubai, recorrí la lista de clientes con la mirada. Algunos de los nombres parecían extraños. Sabía por investigaciones anteriores que algunas de las entidades allí no podrían haber estado haciendo negocios con Wirecard en ese momento porque ya no existían. Y luego me di cuenta: toda la lista... los nombres, los ingresos, las ventas.... todo era falso”, narra McDrum.

La sucesión de acontecimientos en los meses posteriores comenzó a desempañar el borrón del caso. Wirecard, después de varias auditorías externas, admitió de repente que no encontraba 1.900 millones de euros en su balance. “Están desaparecidos”, dijo la empresa en su última presentación de resultados. Según el periodista del FT, la realidad es que directamente se lo habían inventado con un círculo virtuoso de facturación imaginaria.

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