Tras un  aciago 2022

El renacimiento de la cartera 60/40 tras el desastre de 2022 reengancha a las gestoras

La estrategia de diversificación entre bolsa y bonos sufrió el pasado año una caída generalizada por el ciclo al alza de tipos de interés, pero está volviendo a mostrar buenos rendimientos en 2023 gracias a su estabilización.

Un panel del Ibex 35 en el Palacio de la Bolsa.
Un panel del Ibex 35 en el Palacio de la Bolsa.
Eduardo Parra / Europa Press

La conocida filosofía de inversión cartera 60/40 –60% de la inversión destinada a bolsa y el 40% a renta fija– atravesó durante 2022 un vía crucis. En 100 años no se había asistido a una debacle tan cuantiosa en esta estrategia con unos promedios de rentabilidad negativa superiores al 30%. Un desastre absoluto que vino motivado por el retroceso simultáneo de la renta variable y del mercado de bonos.

Después del desastroso 2022, en el que los mercados mundiales de renta variable registraron fuertes caídas, es comprensible que se cuestione este enfoque de inversión tradicional. Este pronunciado desplome se produjo después de que en la era posterior a la CFG (crisis financiera mundial) se registraran una baja inflación, tipos de interés bajos y múltiples rondas de relajación cuantitativa. 

En 2022 se invirtieron estos factores. “En su lugar, la alta inflación y los tipos de interés más elevados adquirieron protagonismo, provocando una correlación entre la renta variable y la renta fija hasta los niveles más altos observados en más de 20 años”, comenta Julie Dickson, director de inversiones de Capital Group.

Pero 2023 luce diferente. Al menos, en el primer trimestre del año la clásica división 60/40 entre renta variable y renta fija ha dado un golpe de timón, hasta el punto de cuajar su mejor inicio de año desde 1991, según datos de Bank of America. ¿Es el momento de la recuperación definitiva o un simple rebote?

“Nos enfrentamos a un mercado incierto, con la mutabilidad que rodea a las respuestas políticas de los bancos centrales, la ralentización de la economía mundial, una guerra en curso en Ucrania y el cambio en el liderazgo del mercado de los valores de crecimiento a los de valor”, cuenta Dickson.

En este sentido, para el inversor con un perfil de riesgo más conservador, buscar soluciones de inversión que puedan equilibrar el crecimiento del capital a largo plazo, la conservación del capital y unas rentas corrientes es una opción muy sensata. “Creemos que las carteras 60/40 ofrecen esa opción y los inversores no deberían pasar por alto sus credenciales a largo plazo por un único mal año”, apunta.

Los expertos de JP Morgan, en una última actualización, van en esa misma dirección: “pensamos que es un buen momento para replantearse el posicionamiento de su cartera, especialmente ahora, después de uno de los peores años para los inversores que se recuerdan. En la actualidad, la renta fija puede jugar un papel importante como fuente de ingresos, cobertura frente a una recesión y posible refugio frente a la volatilidad de la renta variable”.

Analizando hipotéticamente las carteras 60/40, la metodología de Capital Group parece haber descubierto que los años naturales en los que los resultados han sido negativos suelen ir seguidos de años naturales de fuertes resultados positivos. “Esto reafirma nuestra creencia de que los inversores deberían tener en cuenta las carteras 60/40, en lugar de preocuparse excesivamente por ellas”, dice el director de inversiones de la gestora norteamericana.

“Aunque el entorno de inversión y las influencias externas que impulsan los resultados de los portfolios pueden variar enormemente de un año a otro, hay tres factores importantes que creemos que podrían impulsar potencialmente a los vehículos de inversión 60/40 a obtener mejores resultados en 2023 y años sucesivos”, agrega.

La normalización puede ayudar

Si la inflación, que ha sido tan alta recientemente, vuelve a caer, las correlaciones entre la renta variable internacional y la renta fija internacional podrían recuperar la normalidad. Después de todo, a menudo una inflación elevada va acompañada de una estrecha correlación entre la renta variable y la renta fija

La explicación de este fenómeno podría derivarse del hecho de que cuando la inflación aumenta, las expectativas de inflación también se vuelven más inciertas. En este entorno, la renta fija podría exigir primas de riesgo más elevadas, lo que provocaría una caída de sus precios.

“Por otra parte, la elevada inflación y los altos rendimientos de los bonos también conllevan factores de descuento más elevados para los beneficios futuros de las empresas, lo que a su vez perjudica a los precios de las acciones”, cuenta Dickson. “Sin embargo, la diferente evolución de las acciones y los bonos es un requisito previo importante para el éxito del concepto 60/40”, agrega.

Pero ahora vuelven a llegar señales positivas desde Estados Unidos. “Si la inflación sigue cayendo, la Fed probablemente ralentizará aún más las subidas de tipos”, comenta Dickson. Los bonos de calidad podrían entonces ser más estables y ofrecer mayores rendimientos. No obstante, una inflación más baja también sería buena para la renta variable, ya que los márgenes de beneficio aumentan al bajar el coste del capital. Y las ventas podrían entonces también incrementarse. En este entorno, los beneficios empresariales también volverían a subir con más fuerza, aunque presumiblemente con grandes diferencias entre los distintos sectores.

Desde JP Morgan apuntan que el actual entorno de mercado despeja su perspectiva para la distribución de las carteras y que merece la pena retomar la proporción 60/40, ya que ha resistido a lo largo del tiempo. “La cartera tradicional y los beneficios de la renta fija pueden tener sentido para su cartera, como fuente de ingresos, como cobertura frente a la recesión y como posible colchón ante la volatilidad de las posiciones en renta variable, especialmente ante el incremento del riesgo para el crecimiento derivado de la política de los bancos centrales”, finalizan.

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