España es un país energéticamente dependiente y, en el caso concreto del petróleo, esa dependencia ha ido a más en los últimos años, de forma que en 2018 registramos el mayor nivel de importación de crudo desde que empezaron a recabarse estos datos en 1996. En el último ejercicio comprar petróleo del exterior nos costó casi el doble de lo que el Gobierno prevé destinar este año a las prestaciones por desempleo: más de 33.700 millones de euros.
Cada 20 dólares que se encarece el barril de oro negro, nuestro país tiene que destinar 10.000 millones de euros más a adquirirlo en el exterior. Lo peor para nuestros bolsillos es que cuando baja el precio del petróleo lo hace mucho más rápido que los de los carburantes. No es de extrañar que el aumento de tensión por el ataque a dos petroleros en el Golfo de Omán (que disparó más de un 4% el precio de esta materia prima en el mercado de futuros) haya hecho que España ponga sus barbas a remojar.
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