Intentando entender a Trump, antes de llegar a la conclusión de que está loco

  • El estilo Trump es poco conciliador y sus medidas son políticamente incorrectas, pero esa es su estrategia. Si lo hace Obama, es políticamente correcto y es algo “bueno”; si lo hace Trump es racismo.

    Sus formas arrogantes dejan mucho que desear, pero lo que Trump hace lo han practicado todos los presidentes las primeras semanas. Es la arrancada de caballo que luego se convierte en frenada de burro.

Donald Trump no deja de sorprender con sus anuncios.
Donald Trump no deja de sorprender con sus anuncios.
José Luis Roig / @joseluisroig
José Luis Roig / @joseluisroig

Malos tiempos para la lírica periodística. Lo que está haciendo Donald Trump en sus primeros días en la Casa Blanca no es fácil de analizar y tampoco de entender a simple vista. Pero tampoco se puede zanjar la cuestión con un: ¡Trump está loco! ¡Trump es un racista!

El actual presidente de los Estados Unidos considera que los medios de comunicación son su principal enemigo, por delante de los políticos demócratas. Considera también que la mayoría de los periodistas no informa honestamente y que se han convertido en un poder paralelo que no defiende la verdad, sino sus intereses y un modelo de realidad social que se define como “políticamente correcto”.

La prensa informó ampliamente de las manifestaciones espontáneas de cientos de personas en los aeropuertos de Estados Unidos que protestaban contra la medida de Trump de no permitir la entrada al país a los inmigrantes de Siria, Yemen, Irán, Irak, Libia, Somalia y Sudan. Unas manifestaciones que no se han dado, sin embargo, cuando en estos mismos países se han producido atentados, crímenes contra minorías religiosas, bombardeos contra población civil u otros hechos merecedores de repulsa pública.

Sin embargo, los medios no informaron –sobre todo en España- con el mismo despliegue y entusiasmo sobre las múltiples manifestaciones en favor de la vida que hubo el sábado en Washington y en otras capitales norteamericanas, y a las que asistieron decenas de miles de personas, incluido el vicepresidente Mike Pence. Informar sobre los que defienden el derecho a la vida no es políticamente correcto.

Tampoco es correcto levantar un muro en México. Aunque ese muro ya exista desde hace años y ocupe más de mil kilómetros. ¿Alguien escuchó en su día alguna protesta por esa construcción? Tampoco se han oído protestas estos años en los que Obama –premio Nobel de la Paz a los 20 días de ser nombrado presidente- firmó la deportación de más de dos millones de inmigrantes ilegales. Si lo hace Obama, es políticamente correcto y es algo “bueno”; si lo hace Trump es racismo. La prensa deberíamos saber explicar esta diferencia de concepto.

El problema principal no es el muro que quiere EE.UU. El problema verdadero es la situación de violencia que vive México, especialmente desde que gobierna Peña Nieto: en 2016 murieron asesinadas más de 20.600 personas. En el vecino país que ahora controla Trump, no pasaron de 14.000 los asesinatos, que tampoco está nada mal la cifra, pero con la salvedad de que en Estados Unidos viven 318 millones de personas y en México 122 millones.

El estilo Trump es poco conciliador y sus medidas son políticamente incorrectas, pero esa es su estrategia. Trump no es un político, es un empresario que ha triunfado en los negocios, y que maneja muy bien el marketing. A las pruebas me remito: Hoy todo el mundo sabe que los inmigrantes ilegales y los inmigrantes musulmanes lo van a tener más difícil para entrar en Estados Unidos. Una medida efectista que busca satisfacer a los votantes y justificar su éxito electoral.

Sus formas arrogantes dejan mucho que desear, pero lo que Trump hace lo han practicado todos los presidentes las primeras semanas de mandato. Es la arrancada de caballo que luego se convierte en frenada de burro. Barack Obama firmó el cierre de Guantánamo, algo que gustó mucho, pero que luego no cumplió. Rodríguez Zapatero retiró, sin encomendarse a nadie, las tropas españolas en Irak durante su primera semana.

La era Trump no supondrá tanto una lucha contra las ideas de los demócratas norteamericanos, sino un ataque frontal contra “lo políticamente correcto”, un modelo de pensamiento y social -algo líquido, como diría Bauman-, que tiene a los medios de comunicación como sus grandes valedores. La “guerra” no ha hecho más que empezar. Hagan sus apuestas.

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