Abu Omar, el coleccionista de cadillacs en Alepo que estudió medicina en Zaragoza

  • Su barrio entero está en ruinas: edificios desvencijados o derrumbados, ventanas reventadas y aceras polvorientas o sembradas de escombros.

    Me gustan los coches "porque son como las mujeres, bellas y fuertes", dice el coleccionista de sus automóviles, destrozados y cubiertos de agujeros de disparos y metralla (VEA LA FOTOGALERÍA).

Mohammad Mohiedine Anis, de 70 años, fuma su pipa mientras escucha música en su gramófono en su destrozada casa de Alepo (JOSEPH EID / AFP)
Mohammad Mohiedine Anis, de 70 años, fuma su pipa mientras escucha música en su gramófono en su destrozada casa de Alepo (JOSEPH EID / AFP)
SAMMY KETZ

Mohammad Mohiedine Anis, conocido por el apodo de Abu Omar, mira con compasión su Buick Super 1955 destrozado por los intensos combates entre el ejército y los rebeldes sirios que convirtieron Alepo en una ciudad fantasma tras más de cuatro años de guerra.

Los bloques de piedra desprendidos de un edificio de su barrio de Shaar durante un bombardeo aéreo le chafaron el techo y abollaron el capó, imprimiendo a la rejilla del radiador un rictus de sufrimiento.

"Mire, está llorando. Está herido y me pide ayuda", dice este coleccionista de 70 años que promete repararlo ahora que las armas se han callado desde que el ejército retomó en diciembre el control de la segunda ciudad de Siria.

El barrio entero está en ruinas: edificios desvencijados o derrumbados, ventanas reventadas y aceras polvorientas o sembradas de escombros.Crear un pintalabios

Mohammad, que estudió medicina en Zaragoza (España) y luego tradujo al árabe un manual de Fiat en Turín (Italia), regresó a su ciudad para abrir una fábrica de cosméticos y en particular de un pintalabios que bautizó "Mila Robinson".

Pero su verdadera pasión son los coches de colección. La heredó de su padre, un rico colorista textil que conducía un Pontiac 1950 que Mohammad guarda con estima.

Llegó a tener 30 coches pero perdió 10, destruidos o robados durante la guerra. Trece están aparcados delante de su casa y en su jardín, otros siete, en el depósito, retirados por la policía porque obstaculizaban el paso.

En febrero de 2016, un periodista de la agencia AFP entrevistó a Mohammad, más conocido por su apodo Abu Omar, y filmó sus autos relucientes y su casa entonces intacta.

Me gustan "porque son como las mujeres, bellas y fuertes", dice el coleccionista, que tiene dos esposas, una en Alepo y otra en Hama (centro), y ocho hijos.El Cadillac y otras rarezas

Sus gustos son bastante eclécticos, con una preferencia por los estadounidenses de los años 1950: Cadillac, Hudson, Buick, Chevrolet, Mercury. Pero también tiene un Volkswagen y una furgoneta 2CV.

"Tengo tres Cadillacs porque son los más lujosos. Todo coleccionista debe tener un Cadillac. Si no lo tiene es como es si su colección no tuviera cabeza", asegura con convicción.

Su mayor orgullo es un Cadillac 1947 descapotable de color rojo que utilizaron por lo menos seis presidentes, unos elegidos democráticamente y otros llegados al poder mediante un golpe de Estado.

En este descapotable, el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser y su homólogo sirio Shukri al Kuwatli recorrieron Damasco tras la proclamación en 1958 de la República Árabe Unida, producto de la breve unión entre Egipto y Siria.

"Lo compré hace 12 años en una subasta por 620 libras sirias pero me costó 100 veces más porque nunca se habían pagado los impuestos de aduana", explica. Para que no se lo roben, Mohammad escondió el volante y los asientos en su casa.Un gramófono para llorar

"Están todos heridos", lamenta como si hablara de personas. Quiere arreglarlos incluso antes que su casa. "Y tengo intención de comprar otros", dice de sus coches.

Su vecino Nihad Sultan, un cantante de 30 años, afirma que cuando Mohammad se fue durante los dos últimos meses de combates, los habitantes del barrio convencieron a los rebeldes para que no instalasen una ametralladora pesada antiaérea en la camioneta Chevrolet 1958.

Cuando tras la victoria de las fuerzas del régimen regresó a su casa de los años 30, la encontró en ruinas. El edificio es un caos: cristales rotos, piedras en la escalera, habitaciones en el primer piso derruidas y llenas de escombros.

De vez en cuando se sienta en su habitación, como solía hacer antes de la guerra. Enciende su pipa y escucha en su gramófono su música preferida.

Algunos extranjeros se han ofrecido a comprarle sus coches, incluso en mal estado. Se niega de plano. "Son para mis hijos. Los repartiré según la ley religiosa: dos para cada hijo y uno para cada hija".

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