La matanza en Texas abre el debate

Armas y trastornos mentales: por qué EEUU aterra al mundo con sus masacres

Las estadísticas tratan de establecer un patrón del asesino, que suelen ser varones de raza blanca con problemas para socializar y que buscan vengarse por un daño psicológico que le ha hecho su comunidad.

Hombre observa un fusil Florida
Armas y trastornos mentales: por qué EEUU aterra al mundo con sus masacres. 
Douglas R. Clifford/ Europa Press

El 17 de septiembre de 1787 los estadounidenses aprobaron su Constitución, estado por estado. “Nosotros el pueblo….”. Pero casi al mismo tiempo que se creaba la nación americana se dieron cuenta de que faltaban cosas importantes. De modo que empezaron a corregir la Constitución con “enmiendas”. La primera fue en 1791 y se ha hecho famosa en todo el mundo porque era el primer país que garantizaba la libertad de opinión. Pero la segunda se conoce menos. Dice así: “Puesto que es necesaria una milicia bien organizada para la seguridad de un Estado libre, no se impedirá el derecho del pueblo a poseer y portar armas”. La razón no era dar libertad de portar armas porque sí, sino formar rápidamente milicias armadas para combatir a los ingleses en caso de que se les ocurriera volver a Estados Unidos. Armas para el pueblo o el pueblo en armas.

Y acertaron porque en 1813 los ingleses volvieron a Estados Unidos, entraron en Washington y quemaron el Congreso. Se les opusieron unas legiones militares junto con una brava milicia de civiles armados. Fue gracias a la Segunda Enmienda que volvieron a echar a los británicos de Estados Unidos. Desde entonces, los estadounidenses están orgullosos de sus enmiendas porque todas tienen la misma raíz: reforzar los derechos y la libertad de cada ciudadano como ninguna nación en mundo. Todas forman parte de su génesis como nación. Para ellos, el derecho a portar armas es algo tan preciado como para los españoles la sanidad pública.

Las armas han estado acompañando a los norteamericanos desde su fundación e incluso antes: los primeros colonizadores, los granjeros y buscadores de oro en su Conquista del Oeste; la guerra contra los indios; las luchas territoriales contra España, Francia y México; la independencia contra Gran Bretaña… Portar armas se ha convertido en una leyenda en el mundo de los mitos de EEUU y ha dado lugar al género del 'western', popular en la literatura y en el cine desde que se inventó este arte. Una de las primeras películas de la historia se rodó por Edison en 1894. Sus cámaras filmaron a los miembros del espectáculo del Lejano Oeste donde salía el propio Búffalo Bill quien exhibía sus pistolas y su habilidad “disparatoria”, junto con Annie Oakley y algunos de sioux haciendo de indios malos. La película 'El gran robo del tren' de 1903, fue la que consagró el género. Y hoy, de la lista de las diez películas más vistas en el planeta, la mayor parte están basadas en armas de fuego y matanzas. Todas son de EEUU.

El derecho a portar armas es algo tan preciado como para los españoles la sanidad pública

Sin embargo, a pesar de que los estadounidenses han convivido con las armas casi tanto como con sus hamburguesas, el fenómeno de las matanzas aleatorias (se considera 'mass shooting' cuando caen tres o cuatro inocentes) es bastante reciente. Las crónicas de EEUU dicen que desde el siglo diecinueve se recuerdan casos de personas que mataban al azar. Pero se considera que la primera matanza contemporánea fue la de la Universidad de Texas, en Austin, en agosto de 1966. Un individuo llamado Charles Whitman, exmarine, se pertrechó de un rifle y desde una torre de la universidad mató a 17 personas. Luego se suicidó. Desde entonces, los expertos no se ponen de acuerdo en cómo definir una matanza. Muchos toman en cuenta las ocurridas en el seno del hogar, donde mueren cuatro o más personas, sin incluir al perpetrador. Otros, solo las que ocurren fueran de la unidad familiar.

Statista, la web de gráficos, muestra que en los años ochenta hubo una media de 1 o dos matanzas en público al año. En los noventa subió de 2 a cinco por año. Las más conocida fue la de Columbine. En la primera década del 2000 mantuvo ese ritmo. Pero a partir de 2010, sin que haya una explicación lógica, se sucedían una tras otra: de tres en 2011 pasó a 12 en 2018. Las más conocidas fueron las de Sandy Hook, Aurora y Newton. La web MotherJones tiene las estadísticas más completas de las matanzas desde los años 90 del siglo pasado. Si se mira su gráfico cronológico, se comprueba que a medida que pasan los años, el tiempo entre una y otra matanza es más corto.

Estas matanzas provocan dos clases de preguntas en los estadounidenses: la primera es por qué alguien se pone a matar a inocentes; y la segunda, qué grado de culpa tiene el hecho de que sea tan fácil comprar armas, derecho consagrado en la Constitución en la Segunda Enmienda. Cada estado tiene sus leyes, pero en algunos son más permisivos que otros. Un joven de 18 años ya puede comprar armas en Texas en la armería de Joe sin mostrar permisos, pero no entrar a beber cerveza en la taberna de Joe hasta los 21 años. La realidad de EEUU y las armas deja boquiabiertos a los europeos. Cuatro de cada diez estadounidenses reconocen que en su hogar se albergan armas, según Pew Research Center (2021). La gran mayoría (63%) afirmaba en una encuesta de Gallup que las tenía para defenderse. Pero a la vez casi la mitad de los estadounidenses (48%) opina que la violencia con armas es un “gran problema” del país, según Pew Research. El grupo a quien más le preocupa la tenencia de armas y la violencia son los afroamericanos (82%). Le siguen los hispanos (seis de cada diez) y los blancos (cuatro de cada diez).

Hay 400 millones de armas de todo tipo circulando en EEUU, más de una por habitante

El número de estadounidenses que en el momento actual piden endurecer las leyes sobre posesión de armas alcanza el 53%, una cifra que, para sorpresa europea, es incluso más pequeña que en 2019. Es verdad que hay una gran diferencia entre demócratas y republicanos. Solo el 20% de los primeros cree que hay que endurecer las leyes sobre posesión de armas, mientras que los segundos apoyan masivamente las restricciones (un 81%), según Pew. Por algo los lobbys pro-armas son republicanos. Lo que en Europa es un debate zanjado (no a las armas), en EEUU es un debate abierto. Un 49% piensa en EEUU que habría menos matanzas si hubiera menos armas disponibles. Pero un 42% piensa que eso no cambia las cosas, y el resto incluso cree que habría más asesinatos de inocentes si hubiera menos armas, según Pew.

Hoy las empresas fabricantes de armas en EEUU están vendiendo más que nunca, sobre todo armas cortas. Un informe dado a conocer solo tres días después de la matanza de Buffalo, donde un blanco mató a conciencia a 10 personas este mes de mayo, la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos, indicaba que en los últimos tres años se ha incrementado la venta de pistolas y otras armas en EEUU. Desde 2000, las cifras se han triplicado pues la producción nacional anual de armas aumentó desde los 3,9 millones en ese año, a 11,3 millones en 2020, según el informe dado a conocer por 'The New York Times'. “Desde 2009, las pistolas semiautomáticas tipo Glock, compradas para protección personal, comenzaron a venderse más que los rifles, que se han usado típicamente en la caza”, decía el periódico, lo cual coincide con las encuestas de Pew. Lo aún más preocupante es el fenómeno armas sin registrar. “En 2021 la policía recuperó 19.344 armas de fuego de fabricación privada, armas caseras imposibles de rastrear conocidas como ‘armas fantasma’, un aumento diez veces mayor que en 2016”, dice el periódico citando el informe.

Los principales fabricantes de armas cortas son Smith & Wesson que produjo 8,2 millones entre 2016 y 2020 (el 17 % del mercado) y Sturm, Ruger & Company, con casi la misma producción. En teoría hay 400 millones de armas de todo tipo circulando en EEUU, más de una por habitante, según un estudio de la Encuesta de Armas Cortas (Small Arms Survey). Muchos de los autores de las matanzas han demostrado su predilección por los rifles de asalto. Tras una matanza ocurrida en 1989 donde un hombre mató a varios niños con un fusil de asalto, los legisladores de EEUU aprobaron una ley el 13 de septiembre de 1994 llamada Ley de Protección del Uso de Armas de Fuego Recreativas y Seguridad Pública. Prohibía fabricar, transferir y poseer ciertas armas de fuego semiautomáticas denominadas como “armas de asalto” (rifles de asalto) y también prohibía vender cargadores de munición de “gran capacidad”. “Hubo al menos una disminución a corto plazo en el uso delictivo de las armas prohibidas”, afirmaba un informe jurídico de 1999.

Sin embargo, la ley dejó de estar en vigor diez años después en 2004, de modo que aumentó la venta de los fusiles de asalto especialmente los del tipo AR. Payton Gendron, el autor de la matanza de Buffalo, usó un rifle semiautomático Bushmaster, que es un clon de los AR-15 disponibles y que se venden legalmente en EEUU. El sospechoso de 18 años que perpetró la matanza en Uvalde poco después, Salvador Ramos, tenía una pistola, un rifle semiautomático AR-15 y cargadores de alta capacidad.

Las estadísticas han tratado de establecer un patrón del asesino de esas matanzas en masa. Suelen ser varones de raza blanca con algunos problemas de socialización y que actúan así para vengarse por un daño psicológico que, según ellos, le ha hecho su comunidad. Siguiendo con el patrón del asesino, hay que ver las cifras al detalle: según las estadísticas sobre los autores de las masacres, el 52% es blanco, el 16% es afroamericano, y el 8% es latino. En términos absolutos eso parecería decir que esto es una enfermedad de blancos, pero no es así. El porcentaje de asesinos es más o menos al peso de cada raza en el país. El asesino de Buffalo en mayo de este año fue un blanco racista que estaba influido por las ideas de que su raza está amenazada. Pero en la mayoría de los casos se trata de un mal psicológico de un inadaptado o un marginado, no un racista. Por ejemplo, el último caso sucedido días después en Uvalde, Texas, era un joven tartamudo de origen mexicano que sufría burlas de sus compañeros. Mató a niños mexicanos.

Puesto que la mayoría de los casos son de personas inadaptadas que quieren vengarse, ¿qué ha pasado en EEUU para que eso suceda ahora más que antes? Un trabajo realizado por James Alan Fox y Monica J. DeLateur en 2013 para la revista científica 'Homicide Studies' trazaba las causas de este terrible mal diciendo que entre los homicidas había un elevado número de parados y de personas con problemas mentales. Eran personas que se veían víctimas de la sociedad y que deseaban vengarse. Analizaba una a una las soluciones propuestas por expertos como eliminar la Segunda Enmienda, más empleo, mejor salud pública, sistemas de detección precoz, filtros en las escuelas… ('Mass Shootings in America: Moving Beyond Newtown'). Pero los hechos demostraban que eran medidas inútiles pues las matanzas continuaban. Todas esas soluciones no servirían de nada si se seguían vendiendo armas libremente. Pero, ¿quién va a eliminar este derecho constitucional? Y concluía de forma aplastante: “El asesinato en masa puede ser un precio que debemos pagar por vivir en una sociedad donde la libertad personal es tan valorada”.

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