1,5 billones de euros sobre la mesa

Así se negocia en Bruselas el mayor fondo de rescate de la historia de Europa

Así se negocia el mayor fondo de rescate de la historia de Europa. / EFE
Así se negocia el mayor fondo de rescate de la historia de Europa. / EFE

Europa se la juega. Durante las próximas horas, el mayor plan económico y desarrollo de la historia occidental podrá ver la luz o pasar al cajón de los proyectos olvidados. El ultimátum dado por Italia y España para que la Unión reaccione a la crisis económica que sucederá a la pandemia vence hoy. La enorme pléyade de funcionarios, diplomáticos, periodistas, lobistas, políticos y tecnócratas, que invaden Bruselas en cada cumbre de alto nivel, deberá quedarse en casa confinada, pero no por ello dejarán de poner toda la carne en el asador. Nunca hasta ahora las cartas habían estado tan marcadas. Todo o nada. No caben términos medios en la batalla por la supervivencia del proyecto europeo que diseñaron Schuman, Monnet o De Gaspieri.

En teoría, el Consejo Europeo, la institución que alberga a los Jefes de Estado y de Gobierno de la UE, debe reunirse dos veces al año. La convulsa Europa ha hecho que, en la práctica, al menos se vean las caras seis o siete veces en su modalidad de Consejo extraordinario. El Brexit, las sucesivas negociaciones presupuestarias, Ucrania, las sanciones comerciales, los aranceles estadounidenses y ahora el coronavirus provoca que las decisiones escalen hasta su sede, el edificio Europa ("el huevo", como se le conoce popularmente), en espera de una decisión que no siempre llega. Esta vez, las televisiones, los plasmas "rajoyanos", serán los protagonistas políticos de la reunión.

Sin embargo, los procedimientos negociadores no se están alterando. Cada país mantiene en secreto la postura a defender hasta que llegue el momento de desvelar estratégicamente el documento de trabajo, el texto sobre el que pivotarán las muchas horas de reunión virtual que nos esperan por delante. La aspiración de España pasa por un texto remitido en el día de ayer a las capitales comunitarias y en el que se resumen los intereses españoles que no tienen que -ni deben- coincidir con los del resto de países, pero sí con el espíritu de interés general para con la Unión Europea.

Básicamente, el documento contiene los grandes ‘must’ de la política que el Gobierno se ha cuidado de filtrar mucho antes de la fecha de hoy y que se pueden resumir en cuatro grandes ejes. En primer lugar, la imposición de un plazo efectivo para que entren en vigor todas las medidas aprobadas en el anterior Consejo Europeo, antes del 1 de junio. La segunda cuestión es la creación de un ‘Plan Marshall’, dotado con un billón y medio de euros y financiado a fondo perdido y con cargo a todos los países de la UE. Las dos pequeñas diferencias con respecto a este fondo presentado tras la II Guerra Mundial es que lo pagaban los estadounidenses y que, desgraciadamente, España no formaba parte de él. Por último, España propone adecuar los presupuestos plurianuales comunitarios (2021-2027) a las nuevas circunstancias, apostando por las políticas tradicionales europeas, como la PAC, y por las más vanguardistas en materia digital, de transportes y ciencia.

"La música suena bien". Así se expresan la mayoría de las contrapartes europeas que apoyan el texto, principalmente Alemania. La frase es un resumen de la labor diplomática en su grado más extremo. Se acepta el planteamiento general, pero el diablo está en los detalles, en la letra, y esta será exactamente la que protagonice las horas de intenso baile y sonata europea.

En el mundo precovid, podíamos ver a los grandes líderes europeos sentados en la inmensa sala del "huevo". Tan solo un asistente podía acompañarlos en primera línea, normalmente el ministro de Exteriores de turno, que daba fe de los miles de documentos que habían sido sintetizados en la carpeta que portaba el primer ministro de cada país a la reunión. La hora de los ‘sherpas’, de los que conducen a los grandes líderes hacia los consensos, terminaba y comenzaba en la del político.

Hoy, esta carpeta se quedará en Madrid, pero los procedimientos serán los mismos. Cada hoja que la compone ha sido escrutada por el 'Gobierno en la sombra', formado por los asesores de más confianza del presidente con sede en Moncloa. La interacción entre el Departamento de Asuntos Europeos y el Ministerio de Asuntos Exteriores es total en los días previos al Consejo. El cruce de documentos y posiciones se acompañan siempre de los mensajes que el ‘jefe’ debe repetir en la reunión y que, en esta ocasión, se realizarán de manera telemática.

Europa, y su comunicación, no es unidireccional y a menudo las ideas necesitan ser testadas antes con otros países. Es el momento del "confesionario". A diferencia de esta práctica de Gran Hermano, el confesionario europeo sirve para que el presidente del Consejo, el desaparecido Charles Michel, hable, uno a uno, con los Jefes de Estado y de Gobierno y obtenga una impresión del parecer de 27 políticos sobre un punto en concreto, que suele ser el más conflictivo.

España y la devolución del préstamo

La imposibilidad física de realizarlo no ha sido un obstáculo para que Michel haya surgido de las cenizas. Los teléfonos son el mejor aliado en tiempos de confinamiento y el presidente del Consejo ha hecho de él su principal instrumento de batalla. En apenas unas horas inició la ronda de llamadas para hacer suyo el texto español y proponerlo como herramienta de cambio a la Comisión Europea, la institución encargada en exclusiva de presentar los textos a debatir hoy.

Se cumple así la máxima comunitaria: la Comisión propone y el Consejo dispone. Apenas 24 horas tardó la Comisión es pergeñar un texto, convenientemente filtrado, para poner de los nervios a gran parte del continente. El documento de trabajo de Ursula von der Leyen asume el billón y medio de Sánchez, pero presenta varios matices dirigidos a contentar a las capitales más díscolas. Para la presidenta de la Comisión la mejor manera de devolver el dinero prestado no es la emisión de deuda, como defenderá el Gobierno español, sino la imposición de una fecha para su devolución íntegra, optando por el largo plazo y el reembolso de gran parte de las ayudas proporcionadas.

Acompañando esta condición dirigida a satisfacer a La Haya, la única opción legal pasa por aumentar el techo de gasto comunitario, aspecto que Sánchez ya había recogido en su oferta, pasando del 1,20 al 1,30 de la Riqueza Nacional Bruta con un margen opcional de seis décimas que permitirán afrontar los momentos más peligrosos, económicamente hablando, de la más que segura degradación económica en términos del PIB nacional.

La diferencia entre esos porcentajes es lo que permitiría emitir deuda, cifrada en 323.000 millones, un elemento imprescindible para alcanzar el total de la ayuda debatida hasta alcanzar el billón y medio de euros.

La jugada maestra del 79... que puede repetirse hoy

En el mundo precovid y en paralelo a estas reuniones se mantenía una agenda apretadísima llena de cafés y de encuentros bilaterales en los que se acordaban cláusulas, se establecían salvaguardas, se intercambiaban opiniones e incluso se mostraban argumentarios que servían para preparar las complicadas ruedas de prensa. Las bilaterales seguirán existiendo, pero consistirán en una breve llamada, probablemente entre asesores de mayor confianza, para saber cuándo es el momento exacto de lanzar una nueva propuesta, pedir un descanso o levantarse de la mesa.

La terminología y la comunicación es uno de los elementos esenciales de cualquier Consejo Europeo. Tirando de historia, Francia le metió un gol de primera a Alemania y Reino Unido en 1979. Europa anunció al mundo entero la denominación de la nueva unidad de cuenta europea. La European Currency Unit, el conocido como ECU. Un logro para Londres que veía como su máximo rival lingüístico, París, pasaba a reconocer la coexistencia de su franco francés con una unidad monetaria con acrónimo anglosajón. Sin embargo, la terminología y la diplomacia se fundieron. Con la misma, los alemanes e ingleses pasaban a adoptar la histórica moneda francesa: l’écu (escudo). Una jugada maestra que puede volver a repetirse hoy.

El mecanismo de financiación para poner encima de la mesa 1,5 billones de euros puede denominarse deuda perpetua, evitando así acudir al temido rescate. Una palabra que en español suena a desesperación, mientras que en otros países como Alemania es vista más como salvación. Deuda perpetua supone que tan solo se pagarán los intereses que esta genere, pero su acepción más estricta puede recordar a cadena o condena perpetua, un aspecto sobre el que seguro debatirán largas horas nuestros próceres en búsqueda de un término que pueda satisfacer principalmente a La Haya. Países Bajos ya ha demostrado que le viene bien el papel del poli malo, tradicionalmente ejercido por Reino Unido, y que ahora encaja perfectamente en su concepción protestante de la economía. Berlín se sitúa en el justo medio, en el papel del poli bueno, imprescindible cuando se quiere arrancar una confesión a otras 26 capitales con visiones radicalmente opuestas.

Nos esperan largas horas de debate al estilo bruseliense. Desgraciadamente, la gran damnificada de este nuevo formato será la prensa. Si existía un lugar donde era imposible 'vender la moto' esa era Bruselas. Un periodista se podía desplazar unos metros para comprobar 27 versiones sobre un mismo hecho. Mentir o manipular no era una opción. Hoy, al finalizar la reunión, cada primer ministro podrá anunciar un acuerdo que será histórico, para bien o para mal, sin que sea posible contrastar la información y parecer con sus contrapartes.

Europa se la juega. Lo que puede ser una deuda perpetua podría convertirse en una condena para unos o una sentencia para otros, según el cristal o la capital con la que se mire.

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