La amenaza de un Brexit 'duro' con la que Boris Johnson coqueteó en la campaña para suceder a Theresa May se cristalizó nada más tomar posesión de su cargo como primer ministro. Lo primero que hizo ante su renovado gabinete fue asegurar a sus ministros que habrá Brexit, con o sin acuerdo, el próximo 31 de octubre -cuando vence la prórroga acordada con Bruselas-; un gesto que cierra la puerta a posponer de nuevo la fecha de la retirada de Reino Unido con la UE y que reabre las incógnitas sobre cómo será el día después del Brexit.
Tras conocerse la elección de Johnson como primer ministro, el vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans, advertía el pasado martes de los peligros de un 'Brexit duro', resaltando que un divorcio sin acuerdo entre la Unión Europea y Reino Unido sería una "tragedia". En este sentido, manifestaba que el bloque se mantendrá fiel al acuerdo negociado con Londres en noviembre de 2018 para tratar de que el Brexit se lleve a cabo de la manera más ordenada posible.
"Un Brexit sin acuerdo sería una tragedia para todos, no solo para Reino Unido. Todos sufriremos si ocurre", llegaba a expresar Timmermans en una rueda de prensa en Bruselas, en la que también ponía en duda que la mayoría de los británicos que votaron a favor de la retirada de Reino Unido de la UE lo hicieran pensando en una ruptura sin acuerdo. Timmermans, como el resto de voces que llevan desde el referéndum de 2016 alertando de los peligros de un Brexit 'duro', se refiere especialmente a cinco puntos críticos.
Más controles fronterizos
A menos que Reino Unido logre un acuerdo, siquiera parcial, con la UE, los controles fronterizos con el resto del continente serían una de las consecuencias inmediatas para España en el caso de un 'Brexit duro'. En el acuerdo firmado con Bruselas el año pasado (el único válido a día de hoy) no se incluye una política común respecto a los controles fronterizos, por lo que teóricamente cualquier transporte de bienes desde España (o desde cualquier otro punto del continente) sería tratado como si procediese de un tercer país ajeno a la UE. Y tendría que someterse a los preceptivos controles.
Aumento de aranceles
En 2017, tras el anuncio del Brexit, las exportaciones españolas ya se redujeron en un 6%, según el Banco de España. Un dato que da buena cuenta del perjuicio que podría suponer para el comercio la retirada efectiva de Reino Unido de la UE. Y, en el caso de que se produjese un Brexit duro, se espera que las exportaciones españolas a Reino Unido caigan aún más. Incluso a pesar del anuncio que realizaba a principios de año la UE: que suprimirá el 87% de los aranceles en el caso de una salida sin acuerdo.
A fecha de hoy, los países miembros de la UE no tienen que pagar tasa alguna por exportar mercancías. A partir del 31 de octubre, si Boris Johnson cumple su promesa y se produce un Brexit duro, se aplicarán aranceles al 18% de los bienes importados por Reino Unido desde el continente. Algo que, sin duda, podría hacer que España buscase otras opciones comerciales para exportar sus bienes.
Visados de trabajo
Además, un Brexit duro implicaría cambios sustanciales en las relaciones de España con Reino Unido, más allá del comercio. En una entrevista a Business Insider hace unos meses, Federico Steinberg, investigador principal de Economía y Comercio Internacional del Real Instituto Elcano y coautor del informe España ante el Brexit, lo describía así: "El mercado laboral seguiría exactamente igual que ahora, no cambiaría nada. Las leyes del mercado laboral no tienen nada que ver con la Unión Europea, cada país lo regula como quiere. Otra cosa es la libre circulación de personas. Se acabaría inmediatamente".
En lugar de la libre circulación actual, harían falta visados específicos para que los españoles pudieran trabajar en Reino Unido, a no ser que Boris logre negociar con la UE un acuerdo específico en esta materia, precisamente para preservar su permanencia en el espacio Schengen.
Fin del espacio educativo europeo común
Algo similar sucedería con los acuerdos de colaboración entre países en ámbitos educacionales, tales como las becas internacionales o los famosos Erasmus. Así, el mero hecho de no pertenecer a la Unión Europea implicaría que todos los planes de estudios conjuntos se cancelasen. En este sentido, sería como si Reino Unido pasase a ser Uruguay, en términos de visados de estudiantes. Cabe señalar que España y Uruguay tienen algunos convenios educativos, pero el intercambio no es tan fácil como el Erasmus.
Daño a las empresas españolas en Reino Unido
Por último, las empresas españolas en Reino Unido sufrirían del mismo modo que ya están sufriendo las empresas británicas. En este sentido, el pasado febrero los principales representantes de la sector de la alimentación y las bebidas de Reino Unido advertía de que una de cada ocho compañías podría desaparecer si Reino Unido abandona la Unión Europea sin un acuerdo y se somete a la normativa de la Organización Mundial de Comercio. La espantada de empresas españolas podría ser similar a la que se vivió en Cataluña tras el 1-O.
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