Por qué los bomberos y policías del 11-S siguen muriendo años después

Atentados del 11S
Atentados del 11S

Este miércoles, se cumplirán 18 años del 11 de septiembre de 2001, día en el que tuvo lugar el peor atentado de nuestra historia más reciente. Cinco hombres imputados en Estados Unidos como los organizadores del crimen serán juzgados, por fin, el 11 de enero de 2021, según adelantó el New York Times a finales del mes pasado.

Los atentados terroristas contra el complejo de edificios del World Trade Center -incluidas Torres Gemelas-, el Pentágono y la sede del Departamento de Defensa de los Estados Unidos se cobraron la vida de más de 3.000 personas, así como más de 6.000 heridos. 

Cifra que hoy, dos décadas después, sigue engordando. Y es que los trabajadores de servicios de emergencias, policías y bomberos que ayudaron en las tareas de rescate de las Torres Gemelas siguen sufriendo efectos secundarios, físicos y psicológicos. 

El manto de polvo que cubrió la denominada Zona Cero tras el derrumbe de los edificios es el principal daño físico que a día de hoy soportan estos trabajadores. Investigaciones posteriores demostraron su elevada toxicidad. 

Este se depositó en los conductos respiratorios, desde la cabeza hasta los pulmones de los rescatadores en unas cantidades varios órdenes de magnitud por encima de las recomendaciones de la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos. 

Daños pulmonares y cáncer

“Las heridas pulmonares son el impacto más común causado por la exposición al polvo y al humo en el World Trade Center”, explica a Sinc el investigador de la Universidad de Nueva York Michael Weiden, que ha estudiado los daños sufridos por este órgano como consecuencia del atentado.

Dichos lesiones, provocadas por la inhalación, pueden causar inflamación incluso años después. Según Weiden, pueden tratarse de forma similar al asma.

Por otra parte, el científico comenta que “el aumento en la incidencia del cáncer es el [efecto] más serio en términos de vidas perdidas” entre trabajadores de servicios de emergencia, bomberos y policías.

Las dolencias pulmonares y el aumento en el riesgo de cáncer no son las únicas consecuencias de la exposición al polvo tóxico. "[El contacto prolongado] puede inflamar de forma extrema el revestimiento endotelial de los vasos sanguíneos que van al hígado", comenta a Sinc la investigadora de la Escuela de Medicina de Icahn en el Monte Sinaí, Mary Ann McLaughlin. Esto que puede causar el fallo de este órgano hasta el punto de necesitar un trasplante, señala la científica, que lleva desde 2013 investigando los posibles daños hepáticos derivados.

A pesar de todo, Weiden asegura que la mortalidad total de quienes colaboraron en las tareas de rescate no es todavía mayor en comparación con el resto debido al “efecto del trabajador sano”. Este sesgo hace que los trabajadores tengan una mortalidad menor a la del resto de la población, debido a que las personas con enfermedades crónicas y discapacitadas tienden a ser excluidas del sector laboral, en especial en el caso de bomberos y policías.

El peligro de las secuelas psicológicas

Si el polvo tóxico dejó secuelas físicas en quienes ayudaron en las labores de salvamento, los efectos psicológicos del fatídico día no se quedan atrás. Un artículo publicado en 2015 analizaba esta “carga mental”, así como la física. Los resultados mostraron que hasta 12 años tras el atentado, la incidencia de estrés postraumático en estos trabajadores era un 7 % superior a la del resto de sus compañeros; la de depresión un 16,7 %; y la de consumo dañino de alcohol, un 3 %.

Sandra Morissette es una psicóloga de la Universidad de Texas en San Antonio que ha estudiado la salud mental de los veteranos del 11S. “Los bomberos están expuestos a los mismos eventos traumáticos que los civiles, pero la naturaleza de su trabajo hace que los vivan con mayor frecuencia”, explica a Sinc.

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Sin embargo, de forma similar a lo que sucede con el efecto del trabajador sano, la resiliencia de los bomberos es alta. “A pesar de las altas tasas de exposición a eventos traumáticos, la mayoría de bomberos no desarrolla estrés postraumático”, añade la psicóloga.

De hecho, destaca que aunque algunos estudios dan cifras tan altas como un 60 % de comportamientos adictivos, un 37 % de estrés postraumático y un 20 % de depresión, “la mayoría –un 80 %– completa su carrera, con una media de 25 años de servicio.

Esto no significa que se deba desatender la salud mental de los bomberos que vivieron los ataques. Morissette considera que es necesario “reducir el estigma” que existe en torno al estado psíquico, “que puede impedir que busquen el tratamiento que necesitan”. Incide en que “hay magníficos tratamientos para el estrés postraumático, la depresión y los comportamientos adictivos, pero la gente debe apoyar a los pacientes”.

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