En la frontera española con el Reino Unido

Las últimas horas en la UE de Gibraltar: unidos por la incertidumbre... y el bolsillo

Gibraltar apura las últimas horas antes del Brexit
Gibraltar apura las últimas horas antes del Brexit
Práxedes Mateo

"Ni idea. Si tiene pasaporte, tráigalo". "No lo sabemos. No nos han dicho nada aún. Mejor tenerlo, por si acaso". A pocas horas del arriado de la bandera de la Unión Europea en Gibraltar, previsto para este viernes 31 de enero, último día oficial del Reino Unido en la UE, nadie sabe qué pasará el sábado en la reinstaurada frontera entre España y Gran Bretaña al sur del sur. "Todo sigue igual", proclaman desde el Gobierno local, aferrándose al periodo transitorio que entrará en vigor desde ahora hasta el próximo 31 de diciembre.

Pero nadie promete ni se compromete a nada. Ni siquiera, como corresponde a las dos citas iniciales, aquellos que velan por la seguridad entre territorios: el policía nacional español y el agente de fronteras gibraltareño, respectivamente. Ni al entrar ni al salir. En coche o andando. Seas europeo o británico, linense o llanito. Como si se tratara de una vieja película del Oeste, cada pistolero espera que el otro haga el primer movimiento.

"Me acabo de sacar el pasaporte porque no quiero problemas". Quien habla tiene más de 50 años, ha sido infante de Marina durante un lustro y ahora trabaja en una tienda de Gibraltar que vende alcohol y tabaco mucho más baratos que el estanco junto a su casa, en La Línea. Lleva ocho años con un empleo en la Roca, después de que dejara la Armada española, se subiera a la burbuja de los trabajos de la construcción durante el boom inmobiliario y se quedara sin más opciones que buscar trabajo al otro lado de la verja cuando la crisis golpeó al planeta. No quiere dar su nombre (como ningún ciudadano que hable con la prensa durante estos días en la zona). "Me llaman traidor por tener un empleo aquí", se excusa.

Su caso es uno más entre los miles de españoles que cruzan cada día los 1.600 metros (o una milla, si nos ponemos en ambiente) que separan territorio español de la Casemates Square (o plaza de las Casamatas), entrada norte al casco urbano de Gibraltar. Según datos oficiales del Gobierno local, alrededor de 15.000 trabajadores (unos 10.000 españoles, pero también más de 2.000 británicos que viven en el más asequible lado gaditano); según los sindicatos de unos y otros, fácilmente más de 20.000 si se contara a todos aquellos que desempeñan algún empleo esporádico, desde limpieza de casas, arreglos domésticos o, por qué no, economía sumergida. Aunque también pymes que prestan algún servicio específico. Y en Gibraltar sobran los servicios para prestar.

Con una tasa de paro que no llega ni al 1%, Gibraltar no es que presuma de pleno empleo, es que proporciona un salario a más de 29.000 personas cuando su censo es de apenas 32.000. Es decir, si sumamos toda esa mano de obra flotante, hay más trabajadores que residentes, como atestiguan desde Unite, el principal sindicato gibraltareño. La propia Junta de Andalucía, cuando anunció su plan especial sobre el Brexit hace unas pocas semanas, calculó que el 15% de la población activa del Campo de Gibraltar (compuesta por ocho municipios y unos 240.000 habitantes, unas ocho veces más que la población del Peñón) depende de lo que genera esta esquina británica.

Además, el salario medio se va por encima de los 36.000 euros frente a algo más de 23.000 del promedio en España, si bien el grueso de la mano de obra andaluza se sitúa en el rango más bajo para ese empresariado que paga en libras esterlinas, toda vez que son los puestos vinculados a las finanzas o al sector del juego online los que realmente sacan tajada de un territorio que, si fuera un país, sería el segundo más rico del mundo, solo superado por Luxemburgo. Con un PIB per cápita de más de 90.000 dólares (en datos del propio Gobierno local), triplica los 30.000 con los que, según el FMI, España cerró en 2018.

Gibraltar apura las últimas horas antes del Brexit
En la frontera, las colas pueden tardar horas si hay controles. / Práxedes Mateo

Teniendo en cuenta que el paro en los municipios españoles que conforman el Campo de Gibraltar ronda el 30% (empezando por la adyacente La Línea de la Concepción), no es de extrañar el escalofrío que recorre los miles de espinazos interesados en que todo siga como hasta ahora en el tránsito laboral. "Estoy preocupado", reconoce el militar que vende cartones y whisky escocés. "Mi jefe se ha ido de vacaciones y no nos ha dicho nada", añade una camarera en el primer bar que se encuentra quien entra en la ciudad. No teme por su trabajo, aunque contesta con monosílabos.

"A mí han dicho los polis que no saben nada, pero que no me arriesgue a no traer el pasaporte", insiste más jovial otro camarero de esa plaza de las Casamatas donde el Sol tarda tanto en salir por culpa del peñón de más de 400 metros de altura que oculta el astro mañanero. En sus manos, un plato de fish and chips (bacalao rebozado con patatas) y la terraza, repleta de acento inglés.

"¿Vienes de la oficina del Brexit? ¿Y qué te han dicho?", devuelve la pregunta, ansiosa de información, otra española cuyo empleo consiste, precisamente, en asesorar a trabajadores en la ciudad. Ella no ha decidido todavía si el lunes saldrá de casa dos horas antes por si hay colas en la frontera. Cuenta que hace unos días se realizó un simulacro de petición de documentos y la espera se disparó a las cuatro horas. Y eso que no pidieron el pasaporte, solo demoraron un poco cada entrada para simular que se verificaban los papeles.

Para el Gobierno que dirige Fabián Picardo, la respuesta es obvia por pragmática: no creen que España se atreva a cerrar la frontera, "porque el primer perjudicado es el trabajador español". ¿Y el Reino Unido? ¿No cerrará por su parte la frontera? "No creemos que España se atreva", repiten. Como un pistolero esperando que desenfunde el otro antes.

"Ya tuvimos el peor Brexit posible cuando Franco cerró la verja a finales de los 60 y no podían ni venir a trabajar las mujeres", rememora Michael Netto, portavoz de Unite The Union, el gran sindicato de la ciudad. Y se extiende sobre lo ocurrido hace medio siglo: "La gran diferencia entre Madrid y Londres fue que a nosotros sí nos ayudaron e incluso fomentaron riqueza sin depender de España mientras que nadie ha hecho nada por La Línea o el Campo nunca. Ni Franco ni el PSOE ni el PP".

Desde la oficina sobre el Brexit habilitada en Main Street, muy cerca a la sede gubernamental, también le dan la vuelta a la argumentación: "No creemos que pidan los pasaportes porque están tardando dos o tres meses en hacer nuevos pasaportes en España. Están colapsados". Lo dice una chica pelirroja, ojos azules, mofletes sonrosados y un acento gaditano que más quisiera una chirigota de Cádiz. "Yo he nacido en Inglaterra", aclara y se escuda en su respuesta oficial: "Esperemos a lo que dice nuestro Gobierno, pero todo va a seguir igual este año por lo menos".

La unidad de mensaje entre las murallas gibraltareñas es férrea. Parece mentira hoy que, cuando se votó en referéndum en todo el Reino Unido la permanencia o salida de la UE en 2016, el 95,9% de los gibraltareños votase por quedarse en Europa. Con una participación del 84%, no hay fisuras en el discurso de una comunidad que acata lo que la mayoría de su país ha decidido. No hay una sola pintada, protesta, queja o lamento.

Gibraltar apura las últimas horas antes del Brexit
El Gobierno de Gibraltar ha habilitado una oficina de información. / Práxedes Mateo

Hay confianza, mucha. En Gibraltar se ven como ganadores del pulso con España antes de que empiece siquiera porque entre un 18% (último informe sobre el Brexit del Real Instituto de Elcano y la Universidad de Sevilla) y un 25% (Cámara de Comercio de Gibraltar) de la economía de toda la parte española se explica por sus intercambios con la Roca.

Demasiada confianza. Manuel Triano es el secretario comarcal de Comisiones Obreras. Como su colega gibraltareño, forma parte del Consejo Sindical Interregional del Sur, que reúne también a UGT y a otro sindicato de maestros ingleses en el Peñón. Todos están preocupados con lo mismo: que se ha dejado para el final lo que realmente importa. Tal y como lamenta el sindicalista gaditano, "somos una piedra muy pequeña en todo el entramado del Brexit, pero no somos tan pequeños si miramos a nuestra escala".

Ya que con una metáfora futbolera se suele llegar a más público, Triano explica: "El partido se ha terminado y nadie ha hecho nada por romper el cero a cero porque nadie ha querido arriesgar. Vamos a la prórroga y ahora tenemos que solucionarlo todo en unos meses si no queremos llegar a los penaltis con lo que los penaltis tienen de lotería".

El gol de oro para los representantes sindicales, claro está, son los derechos laborales y sociales. A día de hoy, no se sabe cómo cobrarán las prestaciones los miles de españoles que trabajan en el Peñón. Desempleo, pensiones o atención médica. Hasta ahora, al ser europeos a uno y otro lado de la (no) frontera se podía elegir a conveniencia (al mejor postor). Desde este paso del 31 de enero al 1 de febrero nadie sabe qué va a pasar. Sirva un ejemplo ilustrativo: un empleado por un bar de la Main Street cobra más en neto que su primo que lo hace en Algeciras porque la legislación británica le permitía no destinar un pellizco de su salario a la Seguridad Social, formación profesional, protección de paro… o incluso a la sanidad universal que la UE sí proporciona… y un Reino Unido separado ya no. Mucho menos si eres ciudadano inglés en Europa.

Gibraltar apura las últimas horas antes del Brexit
La bandera europea será arriada este 31 de enero de la frontera. / Práxedes Mateo

Para la parte española de la mesa, la seguridad inglesa de que les irá bien pase lo que pase no es tan evidente. "Ya lo hicieron con Franco, pero las cosas no son iguales hoy en día”, advierte Triano. En un entorno donde el 40% de lo que importa la Roca (materias primas o comida fresca, sobre todo) viene de España (30%) o Europa (el 10% restante), según datos del mismo Gobierno gibraltareño, el cierre total puede suponer un bloqueo inmediato y, a medio plazo, un encarecimiento exponencial de los costes del día a día.

También desde España, la Confederación de Empresarios de Cádiz aboga por una resolución que "independientemente de los aspectos relacionados con la soberanía", logre salvaguardar la "libre circulación por la frontera". No es nada casual esta coincidencia de objetivos entre sindicatos y empresarios. En una unión insólita en el mundo, todos los agentes sociales de una nacionalidad y de la otra han constituido un foro para ir juntos en defensa de los intereses comunes.

De la misma manera, tampoco es casual la referencia a la soberanía y el soterrado enfrentamiento territorial que Gibraltar exacerba en ambos lados del cuadrilátero diplomático. Todos, desde el infante de Marina que vende cigarrillos americanos al portavoz de Unite, coinciden en lo mismo: la solución siempre se complica porque de lo que menos se habla es de los que viven y trabajan en la Roca y solo se discute de la Roca como hito geográfico, fronterizo, histórico y, por supuesto, político.

A los 20.000 trabajadores (como mínimo) que cruzan cada día a una minúscula península que, de ser Gibraltar una empresa, sería la mayor de Andalucía (solo la Junta emplea a más personas), les importa relativamente poco si pasan la frontera bajo bandera española, europea, británica o de la Commonwealth. Quieren pasar rápido para llegar a su puesto de trabajo o de regreso a casa y que se acabe la incertidumbre de una vez. Les importa seguir cobrando a final de mes.

Eso, y no olvidarse el pasaporte.

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