Solo cinco personas de contacto social

Así funciona la burbuja social, el plan de Bélgica para hacer frente al coronavirus

Durante la desescalada, cada habitante de Bélgica pudo verse con otras cinco, luego diez y finalmente quince personas. Los crecientes rebrotes del virus reducen de nuevo la cápsula social y familiar permitida.

Una enfermera camina en una iglesia con equipo de protección para administrar la prueba de detección Covid-19 en una iglesia en Amberes, Bélgica
Una enfermera camina en una iglesia con equipo de protección para administrar la prueba de detección Covid-19 en una iglesia en Amberes, Bélgica
EFE

"Quiero evitar a toda costa los confinamientos". Con rotundidad, la primera ministra belga, Sophie Wilmès, justificó hace apenas unos días el endurecimiento de las últimas restricciones sanitarias y de contacto para evitar la propagación del coronavirus. Wilmès echó mano de la burbuja social, el experimento belga único en la UE que limita a un pequeño número los contactos posibles entre personas durante una semana. 

Se reduce ahora esta burbuja para evitar la segunda oleada del virus que cada vez parece más cercana en Bélgica, sede de las instituciones comunitarias y de la OTAN, con el segundo mayor puerto de Europa, autopista de paso entre el norte y el sur del continente. El país vive desde hace dos semanas un aumento importante y continuado de los contagios por Covid-19.

Por tanto, la fase cinco de desconfinamiento está paralizada, se han reducido los ya limitados aforos de teatros, cines o salas de espectáculos, el uso de la mascarilla se ha impuesto en todos los lugares públicos y en las principales calles comerciales de ciudades y pueblos y en un tercio del país ya es obligatoria por decisión de las autoridades locales siempre que estemos en el exterior.

En la última semana los contagios han aumentado un 62% en Bélgica y las hospitalizaciones un 34%, según datos del Centro de Crisis. Cada día hay más de 370 casos para una población de 11 millones de habitantes y los niveles de nuevos infectados son similares a los de mayo. Por eso, el Gobierno Wilmès vuelve a emplear uno de los ejes sobre los que pivotó la desescalada: la burbuja social o la limitación de contactos a un pequeño número por persona.

Burbuja de contactos para acotar al virus

Es una medida única en Europa y la última bala de plata antes de los confinamientos. Cuando pasó lo peor de la pandemia y empezó la desescalada, el gobierno belga lanzó la 'bulle sociale' o burbuja social limitando a cinco los contactos que podían mantenerse fuera del hogar durante una semana.

La medida no se aplicaba al entorno laboral o las personas con las que entrábamos en contacto al hacer la compra, sino a la gente más cercana. Era una manera de abrir la mano para recuperar las relaciones sociales tras más de dos meses confinados al tiempo que se favorecía la trazabilidad de posibles positivos de Covid-19.

Y la burbuja social fue aumentando, como si soplásemos dentro de ella, conforme mejoraba la situación epidemiológica. Primero a diez personas, luego a quince… hasta que llegó julio y cuando el país se disponía a entrar en fase cinco de desescalada, con la apertura total de salas de juegos, conciertos, teatros o grandes superficies lúdicas los rebrotes empezaron a surgir como esporas. El calor del verano, se acaban de rozar de nuevo máximas históricas, no terminó con el virus pero sí relajó las precauciones de una sociedad ansiosa de sol y playa, de parques y naturaleza.

Hasta este lunes, que Wilmes presidió un nuevo Consejo Nacional ante la gravedad epidemiológica en ciudades como Amberes, su provincia y toda la costa belga y anunció una batería de restricciones (más mascarilla, menos aforo en espacios públicos, sólo una persona para hacer la compra…) entre las que estaba una menor y más dura burbuja social.

Son sólo cinco personas por hogar, por unidad habitacional, y durante las próximas cuatro semanas. La medida, sin embargo, está llena de agujeros como un queso gruyere. Afecta a "cinco personas que además de las de tu hogar con quienes mantienes un contacto cercano, son contactos durante los cuales la distancia de seguridad no siempre está garantizada", explicó la primera ministra.

Serán, por tanto, siempre los mismos cinco adultos, porque a los niños de hasta doce años no les afecta, y durante cuatro semanas para lo que es el hogar, porque se podrá salir a la calle para comer, pasear o compartir una velada con hasta diez amigos.

Con excepciones, reforzada, reducida o ampliada, pero la burbuja social belga es una medida única en la UE. Ningún otro Estado Miembro la ha aplicado pese a favorecer el rastreo de los contactos entre personas de darse un contagio. En privado, desde el Gobierno Wilmès presumen de ella y la explican, en parte, por la densidad de población belga, también la mayor de Europa. Un país con la extensión de Galicia, 30.000 kilómetros cuadrados, pero con 11 millones de personas, cinco veces más.

En Sciensano, el Instituto Nacional de Salud Pública de Bélgica, tienen claro el éxito de su innovación y consideran que si se aplica correctamente evitará la multiplicación por cuatro de las hospitalizaciones de aquí a finales de año.

"Insistimos en que se limiten, a pesar del buen clima, las reuniones a diez personas [en el exterior] y en mantener las medidas de restricción", señala Frédérique Jacobs, una de las responsables del instituto público. "A pesar de las medidas que estamos tomando", advierte Jacobs, "vamos a ver que las curvas seguirán aumentando porque lleva unas semanas ver el efecto de las nuevas medidas".

Toque de queda en Amberes

La segunda ciudad del país, Amberes, también segundo puerto más importante de Europa tras Rotterdam, vive desde este miércoles bajo un toque de queda entre las once y media de la noche y las seis de la mañana. Si la burbuja social se aplica en todo el territorio, este toque de queda afecta de momento a 500.000 personas.

Desde la Segunda Guerra Mundial no se veía una medida semejante en Bélgica, desde que el ejército nazi restringió las libertades durante la ocupación comenzando por el cierre de establecimientos públicos como bares y brasseries, las conocidas cervecerías-tabernas belgas, para terminar siendo un toque de queda completo. En Amberes fue a partir de abril de 1941.

"Este tipo de toque de queda prolongado fue en un período dado de la Segunda Guerra Mundial", explicaba recientemente el historiador Herman Van Goethem en la radio pública del país. Se aplicaba "de las 0.30 de la noche a las seis de la mañana y a los judíos se les impuso un toque de queda mucho más duro, de siete de la tarde a siete de la mañana ".

El toque de queda actual decretado sobre Amberes, y acompañado de la prohibición para vender alcohol a horas similares, es la otra gran medida estrella del Gobierno Wilmès con la que evitar a toda costa los confinamientos masivos y la parálisis de la actividad económica. Se quieren controlar los rebrotes disparados en la ciudad y en toda su provincia, de gran movilidad laboral y que en los últimos días ha contabilizado el 55% de los contagios del país.

Un escalón por debajo de los confinamientos, el toque de queda no está exento de polémica. "Era sorprendentemente similar al que ahora se está introduciendo", señala Van Goethem, sobre el aplicado por los nazis. “Estamos bajo arresto domiciliario, es un período muy inusual. Y sé por profesores universitarios-virólogos que la situación es muy grave ", reconoce también el historiador.

Pese a estas comparaciones que levantan ampollas al recordar un pasado que es todavía herida abierta en parte de la población belga, la medida se quedará al menos durante el próximo mes. Y los expertos sanitarios del Gobierno Wilmès advierten que, si los crecientes nuevos contagios no se frenan en Bruselas, la capital comunitaria también caerá bajo su manto nocturno.

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