La crisis de la agricultura estadounidense

La sequía y los aranceles ponen en jaque al fruto nacional de Estados Unidos

El arándano silvestre refleja todas las tensiones que sufre el campo norteamericano por el cambio climático, la guerra comercial y la pandemia.

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El cambio climático y los aranceles dan jaque mate al fruto símbolo de EEUU
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El arándano silvestre es el fruto nacional de Estados Unidos. Es un símbolo como la hamburguesa, el bourbon o el águila calva. La mayor parte de la producción se vende congelada, pero en agosto pueden comprarse frescos en los puestos por las carreteras comarcales de Maine. Este verano todo se puso en contra en este rincón al noroeste del país por el efecto combinado de la sequía, los aranceles y la pandemia. Hay menos fruta y es demasiado pequeña para competir con las variedades de invernadero.

El supermercado es el mejor indicador de las tensiones que vive el campo estadounidense. Las etiquetas que identifican el origen de los productos revelan la dificultad del arándano silvestre. Los más gordos estos días son importados de Perú. La recolecta está siendo desastrosa. A las heladas inesperadas a final de la primavera se le sumó un verano muy seco. David Yarborough, del departamento de horticultura de la Universidad de Maine, no recuerda un clima tan devastador para esta delicia de la naturaleza.

El arándano silvestre, mucho más intenso en sabor, se cultiva de forma totalmente natural. La planta necesita de inviernos muy fríos y veranos suaves para ser productiva. Eso explica que la cosecha esté confinada a los estados de Maine, New Hampshire, Massachusetts y al otro lado de la frontera, en Canadá. Hay variedades plantadas a gran escala en Washington y Oregón, en la costa del Pacífico, que son más tolerantes a las altas temperaturas y se producen de forma extensiva. Son un 60% más baratas.

Este año, la producción de arándanos silvestres rondará en el mejor de los casos las 25.000 toneladas, la mitad de lo que se suele cosechar en una buena temporada. Por si no fuera suficiente, el medio millar de granjas que los cultivan en Maine ya venían arrastrando los efectos financieros de la guerra comercial de Donald Trump, justo cuando empezaban a ganar mercado en China. El país asiático se les presentó como una oportunidad para prosperar frente los arándanos más baratos que inundan las tiendas.

Pero las exportaciones se estancaron en 2018, cuando Pekín respondió con un arancel del 80% a los frutos silvestres congelados importados de EEUU. La táctica de los productores se orientó entonces a incrementar la cuota de mercado entre el consumidor estadounidense, con campañas que destacan su superioridad alimenticia frente a otras variedades del cultivo. Los productores más pequeños, sin embargo, se vieron forzados a cerrar o reducir la escala por la presión creciente de la competencia.

A la sequía y los aranceles se suma un problema laboral, que afecta a todo el campo estadounidense y que está complicando enormemente la colecta este año. Las restricciones impuestas por las autoridades sanitarias para contener el coronavirus hizo más difícil para los agricultores dotarse de mano de obra extrajera para la recogida de la fruta. Los productores de Maine suelen contratar en verano a miles de inmigrantes llegados de México y países centroamericanos, que recogen la fruta de la mata a mano.

Suelen subir desde Florida, uno de los estados que este verano se vieron más afectados por la espiral de contagios. La prensa local de Maine, de hecho, se hizo eco durante las últimas semanas de empleados que dieron positivo en las pruebas y que tuvieron que ser puestos en cuarentena de inmediato. Como explica el profesor Yarborough, eso creó un coste adicional para los pequeños productores y provocó, además, una sensación de pánico por toda la industria.

Tony Shuman, presidente ejecutivo de Wyman, señala que tienen prácticamente solo un mes para recoger toda la fruta que se venderá durante el año. Por eso decidieron implantar un sistema de control y de rastreo que les permitiera identificar y actuar de inmediato. Querían evitar entrar en una espiral similar a la que se vivió en el condado de Okanogan, en Washington, una de las comunidades rurales más afectadas por el coronavirus en los EEUU.

"Se hizo imposible dar con empleados", comenta Greg Bridges, un pequeño productor de arándanos silvestres en la localidad de Baring. Pasado el miedo por la propagación del virus, ahora trata de aguantar lo que puede confiando en que la situación vuelva a mejorar de cara al próximo verano. Su principal preocupación es la competencia de la fruta barata que se cultiva a gran escala. La esperanza para sobrevivir la pone en el movimiento de los "superalimentos".

La demanda por los arándanos silvestres, señalan desde la Wild Blueberry Commission en Maine, sigue siendo muy alta y va en aumento. La situación por la que pasan los agricultores, admiten, es frustrante viendo el volumen de la cosecha. Pero lo importante, señalan desde la organización que representa a los productores, es que fueron capaces de capear la pandemia y lograron prevenir que las infecciones se expandieran a otras comunidades. Eso ya es un éxito.

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