El catastrofismo autista de Greta y la gran oportunidad para los periodistas

Greta Thunberg, en la ONU
Greta Thunberg, en la ONU
EFE

La imagen de Greta Thunberg dio la vuelta al mundo. Sentada ante los líderes de la ONU, la joven sueca de 16 años recriminó el 23 de septiembre pasado a los líderes mundiales en Nueva York porque le habían robado sus sueños y porque son insensibles ante los desafíos climáticos. Los líderes le respondieron con una ovación, pero la misma prensa que la aupó, empezó a criticarla desde aquel día. ¿Por qué?

Cualquiera que haya visto el video se dará cuenta de que la chica parecía estar representando un personaje dramático. "El discurso fue duro pero no muy emocional", dijo un experto en comunicación (Johannes Hillje) a la revista alemana Stern. Se refería a que parecía un discurso muy impostado.

Los expertos en comunicación criticaban lo forzadamente teatral de sus palabras, con gestos de enfado, como si estuviera representando un papel en el escenario, quizá aconsejada por su padre, actor. Hasta la BBC recogió estas desavenencias con una pieza titulada: "Las feroces críticas contra Greta". En Twitter las palabras más usadas fueron "muñeca rota". Con tanta crítica daba la impresión de que la estrella de Greta empezaba a titilar.

La verdad es que las críticas a Greta comenzaron hace tiempo. Una investigación del periódico londinense The Times (conservador) en agosto de este año revelaba las organizaciones que estaban detrás de Greta. No era la voz solitaria de una chica idealista, sino la plataforma de 'Think Tanks' (clubes de opinión y debate) y organizaciones que se lucran con el cambio climático. De hecho, cuando se hizo famosa fue porque todo estaba un poco amañado. Para The Times, Greta es la cara visible "de una conspiración para forjar una combatiente del clima".

Pero estas críticas hay que tomarlas con distancia, sobre todo porque provienen de medios conservadores: suelen estar ligados a las industrias más poderosas de cada país, que también coinciden en ser las más contaminantes y, por tanto, enemigas de Greta. Todo el mundo tiene sus intereses.

Para entender el fenómeno de Greta Thunberg hay que entender cómo trabaja la prensa. Resulta que un día Greta se plantó delante del Parlamento sueco con un cartel que decía: "Huelga escolar por el clima". Como Greta seguía haciendo la misma sentada todos los viernes, un conocido activista climático sueco llamado Ingmar Rentzhog subió su foto a Facebook, y el periódico sueco Dahens Nyheter, lo vio y envió a periodistas que se acercaron a hacerle fotos y preguntas a la joven Greta.

La chica era pertinaz como la sequía, y comunicó su enfado sobre el estado del planeta: lleno de plásticos por aquí, sobrecalentándose por allá. La prensa se enamoró del personaje pues tenía más de lo que podían esperar: joven (15 años), discurso contundente, historia de buenos y malos, y además, sufría Asperger dentro del rango del espectro autista.

Los viernes de Greta empezaron a ser famosos y a congregar a más estudiantes. Eso quería decir más fotos y más reportajes, hasta que atrapó la atención de los corresponsales de prensa y todo el mundo en Europa y en el resto del planeta se comenzó a hablar de Greta.

Diagnosticada con síndrome de Asperger, depresiva y con déficit de atención, Greta se convirtió en un caso especial por su loable campaña para llamar la atención sobre el cambio climático. Su padre, actor, le empujó con sus campañas. Su madre, artista de ópera, al parecer se hizo vegana ante la insistencia de la hija por reducir la huella de carbono de la familia (los animales que nos abastecen de carne son nocivos debido a la enorme cantidad de gas metano que emiten con sus flatulencias). La familia dejó incluso de viajar en avión.

Las concentraciones se empezaron a llamar 'Fridays for Future' y el movimiento se convirtió en tendencia mundial. Suficiente para aparecer en la portada de Time en EEUU: los periodistas, ya se sabe, aprovechan estos fenómenos hasta las raspas. La revista GQ también la llevó a su portada con el nombre de 'the game changer of the year' (o la revolucionaria del año, en una traducción muy libre):

Muchos pensarán que Greta es demasiado joven para hablar con propiedad, pero uno de los expertos mundiales lo desmiente: “Greta sabe mucho sobre el cambio climático y está aprendiendo constantemente. Recientemente me envió uno de sus textos sobre los aerosoles”, dijo a Der Spiegel el profesor Kevin Anderson, especializado en Clima por la universidad de Manchester.

A la gente joven le gusta. Una encuesta realizada por la revista Stern afirmaba que para más de la mitad de los jóvenes alemanes, Greta es un modelo recomendable.

El fenómeno de Greta Thunberg se le ha escapado de las manos a quien quiera que estuviera detrás. Pero eso no es necesariamente malo porque el catastrofismo que anuncia Greta Thunberg es verdad: hay ya demasiados informes científicos sobre el aumento de la temperatura del planeta, de modo que sí, nos estamos cargando el planeta.

Una revista conservadora como The Economist presentaba recientemente una portada en la que aparecía la temperatura del planeta en colores: en un siglo, por así decirlo, hemos pasado del azul al rojo, de menos a más temperatura, según un estudio científico.

Desde el punto de vista de la comunicación, el caso de Greta es digno de estudio por la simbiosis entre la prensa y el símbolo.

Quizá la prensa haya utilizado a Greta Thunberg pero gracias a la prensa ha llegado a ser un fenómeno mundial. Quizá es cruel manejar la imagen de una chica de 16 años, pero lo que llama la atención es que es una chica de 16 años. Quizá se intente explotar su autismo, pero es que es autismo Asperger, es decir, personas con un coeficiente de inteligencia superior a la media pero con problemas de socialización. Y lo que dice Greta es una verdad como una catedral.

Es decir, todo lo que rodea a Greta Thunberg es muy periodístico, muy parecido a cómo Hollywood convierte en estrellas a niños actores. Pero al igual que esos niños actores que acaban enredados en problemas de alcohol y drogas debido a su enorme exposición pública, el riesgo de Greta es que acabe sufriendo otro síndrome: el del abandono de las cámaras y la posterior depresión. La prensa te encumbra y te despeña en un abrir y cerrar de ojos.

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