Dos potencias nucleares y una base clave

China saca el colmillo a India: tambores de guerra por una 'simple' carretera

Pekín despliega miles de soldados y vehículos blindados en uno de los puntos más calientes del planeta: la frontera del Himalaya. La crisis responde a la geopolítica de las infraestructuras. 

2. EJÉRCITO POPULAR DE LIBERACIÓN DE CHINA
Militares del Ejército Popular de Liberación de China.
Wikimedia Commons

Desde que a finales de mayo miles de soldados de la República Popular China, acompañados de vehículos blindados, se desplegaran en la orilla del río Galwan, la Línea Actual de Control (LAC), la frontera invisible que separa China de la India no ha vuelto a ser la misma.

Las continuas y belicosas imágenes difundidas por la televisión pública china CCTV no proporcionan precisamente la calma necesaria para rebajar la tensión en uno de los puntos más calientes del planeta. Las cámaras mostraban a miles de paracaidistas y vehículos blindados llegados desde la provincia de Hubei incorporarse a las tropas ya acantonadas en las elevadas planicies de la frontera del Himalaya. El pretexto era participar en unas maniobras a una altitud casi incompatible con un despliegue de fuerzas convencional.

La demostración de fuerza ha supuesto la inquietud de Nueva Delhi por la permanencia de esas tropas una vez terminados los ejercicios militares. Un comunicado de su ministerio de Exteriores calificaba la presencia china en la zona como "una amenaza para nuestra seguridad", una declaración que, en el lenguaje diplomático, es el preludio del reforzamiento de la presencia militar en la divisoria de ambos países.

¿Qué ha llevado a Pekín a desplegar sus tropas en la frontera?

La respuesta pasa por la geopolítica de las infraestructuras. El despliegue del contingente militar chino responde a la ampliación de una carretera que transcurre por la provincia de Ladak y que conecta con la base aérea de Daulat Beg Oldi, en India. La obra no es menor. Desde un punto de vista estratégico permitiría dominar una importante zona del Himalaya, puesto que se trata de una base aérea para vuelos de alta altitud, especialmente habilitada para helicópteros y aviones de transporte logístico.

Su pista de aterrizaje se encuentra a 5.065 metros, cifra que la sitúa como la pista de aterrizaje a mayor altitud del mundo y, por lo tanto, permite el control aéreo de un terreno plagado de ocho miles y, lo que es más peligroso, confronta a dos potencias nucleares que se disputan su influencia. El interés indio de conectar esta base con una carretera capaz de multiplicar su capacidad logística es un acto que Pekín no parece estar dispuesto a tolerar y que le obliga, diplomáticamente, a no permanecer callada.

Se rompe el ‘statu quo’

Además de ser uno de los grupos más importantes de las décadas de los 60, 70 y 80 del siglo pasado, el ‘statu quo’ es una situación fáctica internacional que está en la causa del conflicto que se atisba entre ambas capitales. Detrás de este tecnicismo diplomático se esconde el españolísimo y cervantino ‘mejor no meneallo’, que implica dejar las cosas como están. Cualquier intervención llevaría a una reacción de imprevisibles consecuencias. La ruptura del ‘statu quo’ de la zona es exactamente la razón que invoca China para enseñar los dientes, largos y afilados, y hacerse valer en este conflicto.

A ojos chinos, la conexión entre la base aérea y la kilométrica carretera de Ladak cambiaría de manera radical la situación de la frontera, establecida tras el conflicto que ambos países mantuvieron en 1962. El principal problema de esta línea virtual es su imprecisión, puesto que ambos países difieren en los puntos exactos por los que discurre su trazo. Para evitar disputas, según los acuerdos firmados por ambos en la década de los 90, se estableció que ningún Estado pudiera sobrepasar la LAC, manteniendo así el ‘statu quo’, algo que ahora tanto Pekín, como Nueva Delhi no parecen interesados en respetar.

En octubre de 2013 ya se elevó la tensión en la misma zona, cuando China avanzó, según la versión india, 20 kilómetros en territorio de Nueva Delhi. Al igual que en la actualidad, este acto provocó el despliegue de miles de efectivos de ambos países que estuvieron a punto de desembocar en un enfrentamiento directo, hasta la retirada, tres semanas después, de las unidades militares a sus respectivas bases.

A diferencia de la disputa de 2013, el momento de este conflicto es especialmente relevante para China. Su papel como potencia regional no es compatible con una infraestructura india que pueda poner en entredicho sus fronteras y, lo que es más importante, su seguridad, máxime en un momento en el que mantiene disputas con Japón, Filipinas, Vietnam o incluso EEUU en el Mar de China y una relación de amor-odio con Moscú.

Las consecuencias de la pandemia y el interés de Occidente en reducir su dependencia en productos manufacturados del gigante asiático hacen que la India pueda surgir como un competidor económico clave para el régimen chino. La India, con una mano de obra incluso más barata que la china, y una industria acostumbrada a relativizar el medio ambiente en favor de la competitividad, es un destino valorado para la relocalización de las empresas europeas y estadounidenses, que ansían al menos reducir la distancia geográfica actual entre producción y consumo, especialmente en lo relativo a los bienes sanitarios y estratégicos.

La situación es hasta tal punto preocupante que incluso los Estados Unidos parecen interesados en evitar un enfrentamiento entre los dos países más poblados del mundo. Donald Trump ya se ofreció, vía Twitter, como mediador de la disputa fronteriza entre China e India.

El 27 de mayo se ofrecía a las dos potencias para solucionar cualquier "disputa fronteriza" que hubiera en liza. Sin embargo, Nueva Delhi considera que ningún tercero puede jugar papel alguno en sus relaciones bilaterales con China, ni siquiera la primera potencia militar mundial.

En un mundo en profundo y continuo cambio, acelerados por la presencia de la Covid-19, la situación geopolítica actual no aconseja que 2.800 millones de personas, casi la mitad de la población mundial, se declaren la guerra mutuamente, por lo que es más que probable que asistamos a una desescalada verbal y física en la zona, tal y como prevén gran parte de analistas militares estadounidenses.

Los esfuerzos de la comunidad internacional parecen dirigidos a observar la situación y esperar acontecimientos, más que a tomar partido por uno u otro bando. El mundo confía en que las aguas vuelvan a su curso en el tradicionalmente pacífico río Galwan.

Un escenario que nos demuestra la importancia de nunca sobrepasar la, hoy más que nunca, delgada línea roja que separa una simple carretera de un conflicto internacional.

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