Claves para entender el conflicto armado en Colombia y el futuro de la paz con las FARC

  • Unos 260.000 muertos, 60.000 desaparecidos y 6,9 millones de desplazados es el balance oficial del conflicto.

    Uribe sigue criticando las maniobras de Santos para sacar adelante los acuerdos de paz con las FARC sin hacer un plebiscito.

La ONU avisa de que grupos armados han ofrecido a guerrilleros de las FARC unirse a ellos
La ONU avisa de que grupos armados han ofrecido a guerrilleros de las FARC unirse a ellos
EUROPA PRESS
M.T.
M.T.

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, recibe este sábado el Nobel de Paz por sus esfuerzos para poner fin a un conflicto armado de medio siglo. Existen claves para entender la conflagración interna más antigua de América. Estas son algunas de ellas:

El origen es "multicausal" según historiadores, que atribuyen un fuerte peso a la desigualdad y la débil presencia estatal en un país de geografía intricada. Su comienzo suele ubicarse en los años 1960, cuando campesinos se alzaron contra el Estado para reclamar una repartición de tierras más equitativa, con el antecedente del asesinato del candidato presidencial liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948.

Guerrillas, paramilitares y agentes estatales han estado involucrados en enfrentamientos fratricidas permeados a partir de los años 1980 por el narcotráfico, fuente de financiamiento de los grupos armados ilegales.

En 1964 surgieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, 5.700 combatientes), principal grupo rebelde, y el Ejército de Liberación Nacional (ELN, unos 1.500 combatientes), que ha anunciado su intención de negociar la paz, pero sin concretarla. Entre otras guerrillas ya extintas operaron el Movimiento 19 de Abril (M-19) y el Ejército Popular de Liberación (EPL).

Los paramilitares, nucleados en las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), surgieron en los años 1980 para combatir a las guerrillas y se desmovilizaron entre 2003 y 2006 a instancias del gobierno. Los que siguen activos son considerados bandas criminales ('bacrim').

Las fuerzas estatales han luchado contra las guerrillas a veces en coordinación con los paramilitares.

- Masacres como la de Bojayá (FARC, 2002, 79 muertos), Machuca (ELN, 1998, 84 muertos), El Salado (paramilitares, 60 muertos)

- Secuestros, como el de la excandidata presidencial Ingrid Betancourt (FARC de 2002 a 2008), o el del avión de Avianca (ELN, 1999)

- Tomas, como la del Palacio de Justicia en Bogotá (M-19, 1985). Un centenar de personas murieron y once desaparecieron en los dos días que duró la ocupación del edificio y su desalojo por los militares.

Mitú (FARC, 1998, 35 muertos y 61 secuestrados)

- Matanzas, como la de unas 3.000 personas de la Unión Patriótica, movimiento de exmiembros de las FARC (paramilitares en connivencia con fuerzas estatales, mediados de 1980).

- Ejecuciones extrajudiciales de civiles reportados como guerrilleros abatidos en combate por militares en busca de prebendas ("falsos positivos"). El caso más conocido ocurrió en Soacha, a las afueras de Bogotá, en 2008, con 16 muertos, pero ante la justicia se han presentado centenares de denuncias.

Unos 260.000 muertos, 60.000 desaparecidos y 6,9 millones de desplazados es el balance oficial del conflicto. Según la ONU, Colombia es el primer país en número de desplazados internos, y el segundo, después de Afganistán, afectado por minas antipersonales con unas 11.500 víctimas, entre ellas más de 2.000 muertos.

Todos los presidentes desde Belisario Betancur (1982-86) buscaron la paz con los insurgentes. A comienzos de los años 1990 se desmovilizaron el M-19 y el EPL y hubo conversaciones con las FARC y el ELN en Caracas y Tlaxcala (México). Los Diálogos del Caguán promovidos por Andrés Pastrana (1998-2002) fueron el tercer intento de terminar el conflicto con las FARC. La principal guerrilla del país finalmente se sentó a negociar en Cuba en 2012 con Santos, con quien sellaron la paz el 24 de noviembre pasado con un texto revisado tras fracasar el original en un plebiscito el 2 de octubre. Los esfuerzos de Santos de pactar con el ELN marcan la quinta vez que el gobierno busca instalar una mesa con esa guerrilla guevarista.

El presidente Juan Manuel Santos recibió un no como respuesta de sus compatriotas en el plebiscito sobre el acuerdo con la guerrilla FARC.

Seguro de que era "el mejor acuerdo posible", Santos decidió someter su pacto con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, marxistas) al voto popular el 2 de octubre. Pero contra todo pronóstico, ganó el No. Y para mayor sorpresa, cinco días después la academia sueca anunció que le otorgaba el Nobel de la Paz.

A Santos, bogotano de 65 años, lo critican por su frialdad y escasas dotes de comunicador. Pero también le reconocen una disciplina de hierro, autoridad nata y autocontrol ante las crisis.

"Es un político audaz, muy buen estratega", apunta su cuñado y asesor Mauricio Rodríguez.

Según allegados, minutos después de perder el plebiscito, tuvo la claridad de "proteger el cese al fuego vigente con las FARC, llamar a la guerrilla a renegociar y exponer la mezquindad del (expresidente) Alvaro Uribe", principal opositor al acuerdo de paz.

Pero para sus detractores, Santos, que carga con un índice de desaprobación de 59,5%, desconoció el sentir popular. Planteó una renegociación del acuerdo para incluir algunas de las objeciones de sus opositores, y lo sometió a refrendación del Congreso, donde tiene mayoría, que lo aprobó la semana pasada.

"El nuevo acuerdo no es legítimo. Los colombianos deben volver a las urnas", insistió el expresidente Andrés Pastrana (1998-2002), insatisfecho aún con el nuevo texto.

Y aunque el proceso con las FARC se consolide, para la "paz completa" que el mandatario desea para "hacer de Colombia un país normal" aún debe sumarse al Ejército de Liberación Nacional (ELN), la última de las guerrillas surgidas en los años 1960 que protagonizaron, con paramilitares y agentes estatales, la cruenta guerra interna.

Santos "tuvo la valentía de cambiar el rumbo", señala el jefe negociador del gobierno con las FARC, Humberto de la Calle, refiriéndose a la decisión del mandatario de negociar la paz al asumir en 2010, luego de dirigir, como ministro de Defensa de su antecesor Álvaro Uribe, la más feroz ofensiva contra las guerrillas.

Si hizo la guerra fue "como un medio para lograr" la paz, recordó Mauricio Rodríguez.

Reelecto en 2014, Santos no cejó en su empeño, a pesar de la dura oposición de sectores conservadores liderados por Uribe, que siempre lo consideraron un "traidor". Estaba convencido de que alcanzado un pacto con las FARC, los colombianos lo votarían sin dudarlo. Pero se equivocó.

"Tiene fama de calculador, pero paradójicamente fue un error de cálculo creer que el hastío de los colombianos con la guerra podía contrarrestar la fatal combinación del inmenso rechazo a las FARC y sus bajísimos niveles de popularidad", comentó la periodista María Elvira Samper.

"Santos representa la modernización del país. Y terminar la guerra con las guerrillas es, en su concepción, una necesidad fundamental para ese objetivo", opinó a la AFP Mariano Aguirre, encargado del Programa Colombia del Centro Noruego para la Resolución de Conflictos (NOREF). Quitar ese freno para el desarrollo ha sido el motor de su obstinación por la paz.

"Sé qué es lo correcto", dijo Santos meses atrás sobre su empeño para ver la luz tras la "horrible noche", que ha causado 260.000 muertos, 60.000 desaparecidos y 6,9 millones de desplazados a lo largo de medio siglo.

Santos ha debido lidiar con su falta de carisma desde que dejó en 1991 el diario El Tiempo, entonces propiedad de su familia, para perseguir el sueño de la Presidencia.

"No transmite emociones, pero no quiere decir que no las sienta. Es el mejor papá del mundo", aseveró Samper, prima del mandatario, para quien su liderazgo "ni populista ni mesiánico" y "muy racional (...) no conecta con el país de hinchas que es Colombia".

A este sobrino nieto del expresidente Eduardo Santos (1938-42), cadete de la Armada, con estudios de economía en Estados Unidos y Londres e incursión en la diplomacia y el periodismo, la paz con las FARC lo ha enfrentado a la élite con la que siempre se ha codeado.

Pero a él, que se precia de seguir el modelo de Franklin D. Roosevelt, el presidente estadounidense de origen acomodado que hizo reformas radicales, no le importará ser recordado como un "traidor a su clase", según ha dicho.

En 2018, Santos prevé retirarse con su esposa María Clemencia Rodríguez, madre de sus tres hijos, a esperar a los nietos para enseñarles a leer y a "comer los mangos más ricos del mundo" en su finca. "No quiero convertirme en prisionero del poder", resumió el hombre de la palomita blanca en la solapa.Uribe sigue en contra de este acuerdo de paz falto de memoriaEl Nunca y el Siempre de Santos (Su nuevo Acuerdo con FARC) pic.twitter.com/nq89qNXRwI— Álvaro Uribe Vélez (@AlvaroUribeVel) 4 de diciembre de 2016

El expresidente de Colombia Álvaro Uribe ha denunciado la aplicación de la vía rápida para la aprobación de leyes y reformas que requiere la aplicación del acuerdo de paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), afirmando que "se inventó para favorecer" a la guerrilla."¿Qué es el abusivo 'fast track'? Además de innecesario y mal precedente. El Gobierno inventó el 'fast track' para favorecer a las FARC", ha dicho, en un vídeo publicado a través de su cuenta en la red social Twitter.Así, ha sostenido que con esta vía "podría reformarse la Constitución en tres debates en el Congreso, en vez de ocho, en un periodo de sesiones en vez de dos, y en la práctica sin posibilidades de introducir reformas durante el trámite en el Congreso"."Además, la reforma constitucional conocida como 'fast track', confiere al presidente para que durante seis meses prorrogables adopte por decreto la totalidad de los acuerdos firmados con las FARC, cuyos textos fueran objeto de la ley".Por ello, Uribe ha argumentado que "de este modo se niega la discusión y cualquier posibilidad de modificación en el Congreso"."Quieren imponer los acuerdos sin referendum""Lo más grave, el 'fast track' quedó condicionado a que el Gobierno obtuviera la mayoría en el plebiscito. Sin embargo, quieren imponerlo sin una refrendación de los acuerdos por la ciudadanía, de manera directa", ha resaltado.En este sentido, el exmandatario ha manifestado que "lo inmediato de la paz no requiere el 'fast track'", añadiendo que "el Gobierno tiene facultades legales para ubicar y proteger a los integrantes de las FARC"."Hoy utilizarían el nombre del 'fast track' en nombre de la paz. Crearía un precedente funesto para seguir abusando de la Constitución, en perjuicio de la democracia y sus valores esenciales", ha remachado.El objetivo de estos mecanismos es agilizar la creación de normas como la ley de amnistía y otros proyectos relacionados con el cumplimiento acuerdo, así como el número de debates y los tiempos necesarios para aprobar esta legislación se reducirían a la mitad.Para evitar un nuevo plebiscito, el nuevo texto ha sido refrendado en el Congreso por unanimidad de los presentes en las dos cámaras, a lo que ha contribuido la ausencia en las votaciones del Centro Democrático, del ex presidente Álvaro Uribe, principal portavoz del 'no'.El presidente, Juan Manuel Santos, ha valorado que los nuevos textos de La Habana hayan sido ratificados por las tres cuartas partes del Congreso. "Tiene un gran significado" porque "los umbrales para las leyes muy complicadas son de dos terceras partes".

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