Cómo el desplome de Detroit puede cambiarle la vida a 5.000 italianos

  • Los empleados de la fábrica de Fiat en Turín viven un momento muy delicado. La marca italiana se hizo con el control de Chrysler y, ahora que parece que puede ser una empresa rentable, la dirección se plantea hacer recortes en su propia casa.
Alessandro Speciale, Turín (Italia) | GlobalPost

Cuando los contribuyentes de EEUU rescataron a Chrysler en 2008 y 2009, los términos del acuerdo implicaban que el fabricante de automóviles recortase los salarios y beneficios de los trabajadores. El italiano Fiat se hizo posteriormente con el control de Chrysler. Ahora que la compañía estadounidense está a punto de ser rentable, sus jefes italianos están haciendo los recortes en su propia casa.

Tras una apretada votación en enero, los sindicatos de trabajadores de Fiat aceptaron un nuevo acuerdo con la dirección que, según la empresa, coloca sus derechos en línea con el mercado global. El resultado deja a muchos italianos preguntándose cuánto tendrán que sacrificar para impedir que los trabajos manufactureros se sigan deslocalizando en países de sueldos más bajos. "Los derechos de los trabajadores eran vistos como una escalera que tan sólo se puede subir hacia arriba", asegura Mario Deaglio, economista de la Universidad de Turín. "Ahora se ha demostrado que es posible ir hacia atrás si es necesario".

El profesor explica que Fiat ha iniciado una "revolución" en un país en donde la productividad estancada y las rígidas leyes laborales han impedido el crecimiento económico durante las últimas décadas. "Y todo esto ocurre gracias a un proceso que comenzó en Detroit", bromea. Los recortes en salarios y beneficios que han dado nueva forma a la "capital del motor" estadounidense han convertido a Turín, sede de Fiat, en un campo de batalla.

En la planta de Fiat Mirafiori, durante las décadas de 1960 y 1970 los sindicatos de izquierdas realizaron una serie de huelgas y protestas memorables. La fábrica se convirtió en el símbolo del movimiento laboral en Italia.

En aquellos años la fábrica turinesa daba empleo a más de 10.000 personas. Ahora tan sólo trabajan allí 5.000 empleados. Después de que Sergio Marchionne, el práctico y a veces brusco presidente de Fiat y Chrysler, amenazase con cerrar la histórica fábrica si la plantilla rechazaba un acuerdo, la votación se convirtió en una noticia de primera página en toda Italia. Numerosos líderes políticos se desplazaron a Mirafiori para hablar con los trabajadores.

Marchionne, un hombre tímido de 59 años cuya familia emigró de Italia a Canadá cuando tenía 14 años, es famoso por presidir las reuniones del consejo de Fiat vistiendo un característico polo negro en lugar de camisa y traje. Asumió el cargo de presidente de Fiat en 2004, tras salvar a la automovilística cuando estaba al borde de la quiebra. Aún así, antes del acuerdo del pasado 14 de enero recibió amenazas de muerte.

"La tensión era insoportable; mi coche fue destrozado dos veces", recuerda Andrea Lipani, un operario de 43 años de la línea de ensamblaje que votó a favor del acuerdo. "Fiat prometió invertir más de 1.000 millones de euros en Mirafiori con el nuevo plan. Hace unos pocos años estábamos seguros de que la fábrica se iba a morir; ahora se fabricarán aquí cinco nuevos modelos de coche", añade.

El nuevo acuerdo laboral en la planta de Mirafiori en realidad no significa grandes cambios. Hace ligeros ajustes en las horas de trabajo de la plantilla con el objetivo, según un documento elaborado por Fabiano Schivardi, de mejorar la eficiencia y la productividad, algo en lo que Italia cojea. Pero recorta derechos sindicales. Siguen siendo fuertes (los representantes de los trabajadores reciben 80 horas de sueldo por su actividad), pero los cambios propuestos llevaron a algunos a asegurar que en la votación se estaba poniendo en juego la democracia italiana.

Al final, el nuevo convenio fue aprobado con tan sólo el 54 por ciento de los votos. Una encuesta realizada entre los trabajadores por la página web Termometro Politico indica que la mayoría de los que votaron a favor lo hicieron porque se sintieron "chantajeados" y temían perder su puesto de trabajo.

La intervención estatal en la economía es habitual en los países europeos, especialmente en Italia. La propia Fiat, según recuerda Deaglio, se ha beneficiado de numerosas subvenciones del gobierno, rescates o jubilaciones incentivadas financiadas por los contribuyentes. "Pero en 2009, Marchionne hizo algo sin precedentes. Pidió que se eliminase una desgravación de 1.000 euros por la compra de coches nuevos. Dijo que las empresas tienen que salir adelante sin la ayuda pública", añade.

Los trabajadores se tomaron como una afrenta los planteamientos de Marchionne. "El momento de las ayudas estatales en tiempos de crisis se ha terminado", afirma Lipani. "Tengo un hijo. Ahora tiene 13 años y no sé si podrá tener algún día un trabajo como el mío. Ni siquiera sé si podrá quedarse a vivir en Turín". La ciudad podría verse condenada al declive si Fiat decide trasladar a otro lugar su sede central, como por ejemplo Detroit, una vez que finalice su fusión con Chrysler. En 2008 tan sólo se produjeron en Italia una cuarta parte de los coches de Fiat.

Almacenes abandonados y enormes edificios industriales vacíos salpican las avenidas de Turín. Pero los expertos aseguran que no se convertirá en una ciudad fantasma, ni siquiera si una de sus principales fuentes de trabajo desaparece. Si bien el sector del automóvil emplea a más de 50.000 personas en Turín, la ciudad es menos dependiente del sector que Detroit, apunta Deaglio. Otros sectores como la investigación, la tecnología de la información y la producción cinematográfica han aumentado de manera importante en la zona en los últimos años.

Tras acoger con éxito los Juegos Olímpicos de Invierno en 2006 también ha habido un aumento del turismo, y los habitantes de la ciudad se muestran más confiados en su futuro. "Hubo un tiempo en que Fiat era como una madre para nosotros. Ahora la vemos como un primo lejano, cuyo destino nos interesa, pero no de una manera excepcional", explica el empresario Stefano Tassinari.

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