En Europa del Este y el Asia Central

Los últimos negacionistas del virus: de más sauna y vodka a prohibir nombrarlo

El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, junto al ruso, Vladimir Putin, en una imagen del 10 de febrero
El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, junto al ruso, Vladimir Putin, en una imagen del 10 de febrero
EP

En el Asia Central, allá donde el fin de la Unión Soviética dejó un puñado de repúblicas de nombres similares, no le tienen miedo al coronavirus que suma más de un millón de contagiados en todo el planeta. Alguna, como Bielorrusia (que está en plena Europa), recomienda beber más vodka y sauna; en otra, Turkmenistán, hierbas medicinales frente a una enfermedad cuyo nombre está prohibido mencionarlo en alto o en conversaciones privados bajo riesgo de ser detenidos; y en una tercera, Tayikistán, continúan con su liga de fútbol y hasta hace unos días se llamaba a rezos multitudinarios (de miles de personas) para demostrar que la fe puede con todo.

Una vez que los últimos negacionistas del primer mundo han sucumbido a la evidencia: desde Boris Johnson o Donald Trump hasta Jair Bolsonaro, quedan un puñado de dirigentes en el mundo que han optado por desafiar a la pandemia cerrando los ojos. El caso más sonado es el de Bielorrusia. Precisamente, el país que más sufrió el impacto de la contaminación radiactiva tras la explosión de Chernóbil, ya que la planta estaba solo a 17 kilómetros de su frontera y el viento sopló hacia este país más que hacia Ucrania. Pues allí mismo, la liga de fútbol local permanece como la única competición UEFA que se mantiene activa, después de que el presidente del país, Alexander Lukashenko, se negase a cerrar los estadios de fútbol y los pabellones de hockey sobre hielo, el deporte más popular de la república del Este de Europa, ante la amenaza del coronavirus. 

No solo eso: Lukashenko participó el pasado fin de semana en un torneo amistoso de hockey sobre hielo, ante unas gradas llenas de gente. "Es mejor morir de pie que vivir de rodillas", aseguró. Mientras, el campeonato de fútbol, que ha empezado justo cuando medio mundo se encerraba, sigue adelante. A cambio, desde el Gobierno se recomiendan más saunas y más vodka y, en general, productos del campo que son muy sanos.

El país, con casi nueve millones y medio de habitantes y situado en el pasillo que une Europa del Este con Rusia (tiene frontera con Polonia al oeste, Ucrania al sur, los países bálticos al norte y la propia Rusia al este), no registra los casos de contagiados por coronavirus y no ha cerrado dichas fronteras. "Veo a Rusia y algunas personas están ganando mucho con las apuestas, y antes no conocían a nuestros equipos. Alguien está perdiendo, alguien está ganando. Todo es útil", aseguró Lukashenko sobre las apuestas deportivas.

Muy al este, en el Asia Central, también resisten otras dos ex repúblicas socialistas como bastiones negacionistas. El caso más flagrante es el de Turkmenistán, donde incluso pueden detener a aquel que hable del coronavirus en público o en conversaciones privadas. O que salga a la calle con mascarilla. Pese a ser un país con una amplia frontera con Irán (uno de los países que más sufrió el brote en sus comienzos), su presidente, Gurbanguly Berdimuhamedov, ha optado por hacer como los niños ante el fantasma del armario: taparse con la sábana. 

Más allá de la negación, esta república no se anda con bromas. Para Periodistas sin Fronteras es el peor país del mundo en cuanto a libertad informativa, así que no extraña su medida más radical de no mencionar al Covid-19. Por si acaso, el dirigente ha salido en televisión a recomendar a sus ciudadanos que tomen más alharma, una planta medicional. No dijo por qué, dado que ni él mismo menciona la enfermedad. Pero por si acaso, ya que quemando esta planta es como su nación siempre ha salido adelante.  

Y un poco más al este, y haciendo frontera ya con la China occidental, también resiste a la realidad Tayikistán. Es otro de los pocos países con fútbol en marcha y donde también se han entregado a la religión. Su presidente, Emomali Rohman, lleva en el poder desde 1991, cuando la nación se separó de la URSS, y a principios de marzo prohibió reuniones masivas en mezquitas. 

No le duró mucho la prevención. El 22 de marzo, con motivo del año nuevo persa, organizó una gran reunión de jóvenes, de hasta 12.000 en un solo lugar. Con rezo, un poco de higiene y gracias a haber cerrado pronto sus fronteras, no admite que haya casos en su territorio. 

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