Un antes y después en Wuhan

"Si obedeces todo irá bien": la vida de los extranjeros en el epicentro del virus

El metro de Wuhan. / Cedida
El metro de Wuhan. / Cedida

"Me da miedo salir de mi casa, estornudar y que me internen en uno de los hospitales en los que tratan a los infectados por el virus. En el invierno de China es muy normal enfermarse, pero ahora hay que tener cuidado a la hora de mostrar cualquier síntoma". Ya van tres semanas desde que la vida en Wuhan, el epicentro del brote de coronavirus, se congeló en el tiempo. El 23 de enero de este año, el Gobierno chino decretó el cese de los servicios de movilidad de una ciudad que alberga 11,8 millones de personas ante la amenaza de propagación de una enfermedad que ya ha dejado 1.310 muertos. Muchos extranjeros, como Samantha* y Cristian Pradenas, no pudieron escapar antes de la clausura. Ahora cuentan a La Información cómo se vive esta crisis sanitaria.

"Da miedo que te internen por el estricto protocolo de control que se ha impuesto, pero lo cierto es que la localidad está tranquila. He seguido al pie de la letra las instrucciones dictadas por las autoridades y siento que mientras obedezca todo estará bien". Samantha dejó atrás a su familia en Papúa Nueva Guinea hace dos años y medio para estudiar ingeniería petrolífera en la megaciudad con una beca del Gobierno. Durante su carrera exprimió todas las oportunidades que ofrece un lugar tan dinámico, pero "todo cambió de repente. El Estado anunció la crisis y le puso muros a Wuhan. Al principio hubo caos: las colas en los supermercados eran larguísimas y la comida se acababa rápido. Ahora todo está más calmado y en las calles reina el silencio".

Supermercado de Wuhan. / Cedida
Un supermercado de Wuhan tras la avalancha de persona que querían comprar. / Cedida
Calles de Wuhan. / Cedida
Las calles de Wuhan han estado desiertas desde hace tres semanas. / Cedida

La futura ingeniera reside en un campus universitario y lleva tres semanas sin salir de su habitación. El complejo cuenta con un pequeño supermercado al que ha ido un par de veces, siempre con una mascarilla y manteniendo una distancia prudente con los otros compradores. La joven confesó que extraña a sus amigos porque solo se puede comunicar con ellos a través de las redes sociales, pero tal vez estaría más asustada en su país: "Papúa es más pequeño y no sé si hubiéramos podido manejar de forma tan eficaz un reto como este. Aquí la información que recibimos proviene de una cadena estructurada. El Estado se comunica con la universidad y la universidad con nosotros. Todo queda claro". 

Para el chileno Cristian Pradenas, que estudia un doctorado en política internacional, "muy pocas personas tienen la suerte o desgracia de presenciar una situación como esta". Pradenas asegura que después de vivir cinco años en la ciudad ya se siente "wuhanés". Lo que más le ha marcado en los últimos días es la muerte de un voluntario: "Uno de los conductores que transportaba enfermos al hospital se contagió de coronavirus y falleció. Es como un héroe para todos. Las muestras de cariño hacia él y los suyos no han faltado". Además, Cristian relató que los vecinos de distintos barrios lanzan gritos de "¡vamos Wuhan!" de forma regular desde sus ventanas y balcones para unir fuerzas ante el encierro. 

Pradenas, más que de pánico, ha descrito un ambiente de solidaridad entre los residentes de las calles desiertas y ha intentado participar con el lanzamiento de campañas para recaudar dinero y suplir de mascarillas a distintos centros de salud. El estudiante señala que hay pocos servicios públicos abiertos, pero la actividad de distintas empresas con repartidores motorizados ha ayudado a cubrir las necesidades de todos. El chileno confía en que el día a día de la ciudad se reanude pronto y se refiere a Wuhan como uno de los puntos "elegidos" por Gobierno para incrementar la prosperidad económica. El académico declaró que la ciudad está muy bien conectada y es un motor industrial y comercial clave para el país. 

Las calles de Wuhan. / Cedida
Algunos motorizados trabajan para cubrir las necesidades de todos. / Cedida

El estudiante de 37 años enumeró algunos esfuerzos de la administración de Xi Jinping que le han dado tranquilidad:  la creación de un hospital en 10 días dotado de 1.000 camas, un "ejército" de voluntarios que van de casa en casa tomando la temperatura de todos, la transformación de otras instalaciones, como gimnasios, en hospitales y la rapidez de las universidades para traspasar sus clases a plataformas digitales y que los alumnos no se vean perjudicados por las restricciones de movimiento. Samantha también valora de forma positiva la labor del Estado, pero considera que la magnitud de la crisis fuera menor "si el Gobierno hubiera alertado a la población y a otras instituciones de los primeros casos en el momento en que se detectaron".

Las familias de ambos les han transmitido su preocupación. Samantha se comunica con sus padres a diario para intentar tranquilizarlos, pero ella hubiera preferido volver a casa aunque sea un tiempo. Cristian también habla con sus seres queridos con frecuencia, pero el brote no ha hecho que quiera salir del país: "Estas personas me han acogido durante cinco años y yo tengo que ayudar en lo que pueda". 

Wuhan, el epicentro del brote de coronavirus. / Cedida
Wuhan, el epicentro del brote de coronavirus. / Cedida

Para él, el coronavirus no es un problema que aqueja solo a Wuhan porque ahora todo está conectado: "China es una de las economías más grandes del mundo y lo que le pase afecta a todos. Incluso a EEUU porque, pese a su guerra comercial, son socios". La desconfianza en el país se ha materializado en la caída de varias bolsas asiáticas y los ciudadanos de la potencia asiática han vivido episodios de discriminación en distintos países del mundo. Para el joven chileno estos es "inaceptable porque no es China la que está enferma. El mundo entero está bajo una amenaza de contagio y todos los países deben trabajar juntos".

Desde que se comenzó a propagar el virus, los profesionales de salud han logrado dar de alta a 5.127 personas infectadas. Pero todavía queda mucho trabajo por hacer porque el número de afectados ha ascendido a 45.210 individuos en 29 países distintos. El director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Thedros Adhanom, declaró en una rueda de prensa que una vacuna para combatir la enfermedad puede tardar al menos un año y medio en fabricarse y el epidemiólogo Gabriel Leung, que trabajó en la contención del SARS en 2003, advirtió en una comparecencia posterior que, si no se controla a tiempo el contagio, cada paciente se lo puede transmitir a otras 2,5 personas, lo que se traduciría en una tasa de infección de entre el 60 y el 80% de la población mundial.

*Nombres ficticios para proteger la identidad de los entrevistados.

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