La ‘última en la cola’ de la geopolítica global

"No hagan más preguntas": por qué la UE se hunde con el fiasco de las vacunas

No sabemos las cantidades pactadas, ni su ritmo de entrega, ni el precio. Ni siquiera las penalizaciones que se impondrán. Sí conocemos la prontitud con la que Bruselas se arrogó las competencias en la compra.

Efe
Crisis de las vacunas: la UE se queda la última en la cola de la geopolítica global
EFE

"Por favor, no me hagan más preguntas". Esta fue la contestación de la portavoz de la Comisión Europea cuando varios periodistas cuestionaban el destino y los contratos secretos firmados por la Unión y AstraZeneca. Lejos de suponer una anécdota, la contestación es un claro ejemplo de la situación de caos en la que se encuentra la UE.

En 2010, el Tratado de Lisboa dotó de personalidad jurídica a la Unión. Desde entonces le corresponde un lugar como sujeto de derecho internacional, algo que le otorga la posibilidad de firmar acuerdos o participar en organizaciones. Como consecuencia de lo anterior, la Unión también es responsable, civil, penal y económicamente, de sus actos.

Desde ese día, la UE se hizo acreedora de los derechos y obligaciones y, por lo tanto, debe dar respuestas y no suplicar a los medios que no le presionen con tantas preguntas. Y es que no se encuentran más que incoherencias para intentar explicar la razón por la que en EEUU se han administrado siete dosis de diversas vacunas por cada 100 personas, once en Reino Unido y una irrisoria cifra de dos en el espacio que se supone más próspero y democrático del planeta: Europa.

Hasta el momento, la Unión Europea no ha expuesto ninguna de las clausulas establecidas en este supuesto contrato. Ni sabemos las cantidades exactas pactadas, ni su ritmo de entrega, ni el precio final. Ni siquiera las penalizaciones que se impondrían a las partes en caso de no cumplir lo pactado. No sabemos nada, así que, "por favor, no hagan más preguntas".

Por el contrario, sí conocemos la prontitud con la que la Unión Europea se arrogó las competencias en la compra de vacunas. Ursula von der Leyen llegó incluso a amenazar veladamente a los Estados miembros que se saltasen la exclusiva europea advirtiendo que disponía de un marco jurídico capaz de "obligar legalmente" a los Estados que tuvieran la tentación de acudir por su cuenta a un mercado cada vez menos europeo y más persa.

El fondo del surreal asunto que trae de cabeza a las autoridades bruselenses es en realidad económico. Por lo poco que se sabe hasta este momento de los contratos supuestamente firmados por las partes, sus características son las propias de los contratos de futuros. Estos se caracterizan por comprometer una cantidad determinada de un producto o activo a cambio de un precio cierto fijado con anterioridad a la recepción de la mercancía. La intención del comprador es asegurarse un coste determinado y no someterse a los vaivenes especulativos del mercado. En este caso, no parece que se haya negociado ni la forma de entrega, ni la cantidad exacta, ni siquiera las penalizaciones impuestas en caso de que una de las partes no cumpla con lo establecido. Todo un gol por la escuadra que hace que Reino Unido se haya asegurado más de 300 millones de dosis de esta vacuna frente a las, de momento, cero de AstraZeneca para los europeos.

Un continente que únicamente exporta ‘soft power’ diplomático solo puede verse ninguneado cuando el mundo exige liderazgo y determinación

La Unión se juega mucho más que un rapapolvo mediático en la gestión de las vacunas. Los Estados miembros han cedido parte de su soberanía a un entramado jurídico y económico que, indudablemente, ofrece ventajas en épocas de bonanza, pero que, en épocas de crisis, está dando claras muestras de estar sobrepasada geopolíticamente por las circunstancias.

Y es que al gigante económico, enano político y gusano militar del pasado se le añade el calificativo de ‘inane geoestratégico’ del presente. Un continente que únicamente exporta ‘soft power’ diplomático solo puede verse ninguneado cuando el mundo exige liderazgo y determinación.

La propia Unión es consciente de su estado. En julio del año pasado, la Comisión publicaba su comunicación sobre la Estrategia de la UE para una Unión de la Seguridad (COM (2020) 605 Final). En ella, la guardiana de los Tratados reflexiona sobre el papel de la UE en el mundo, la seguridad y las implicaciones de todo tipo que ha ocasionado la pandemia en el teatro internacional. Bruselas reconoce los efectos devastadores de la pandemia en la logística europea y aboga por “garantizar una autonomía estratégica abierta para nuestras cadenas de suministro en términos de producto, servicio, infraestructuras y tecnologías vitales”. La estrategia de la Comisión pasaría por crear un “ecosistema de seguridad” en un mundo de depredadores, que no perderán un segundo en aprovechar las debilidades de la UE, que, por otra parte, no para de mostrar.

China controla el suministro comercial mundial y está adelantando por la derecha al resto de las naciones en términos económicos e industriales. Estados Unidos está dejando atrás cuatro años de aislacionismo. Rusia se desboca llamando a la puerta de los yacimientos estratégicos de hidrocarburos del Caspio y Egeo. Mientras el resto de potencias emergentes árabes lidian entre ellas a escasos kilómetros de las costas italianas, francesas o españolas: la UE no puede quedarse sin palabras.

La afirmación de Kissinger preguntándose quién responde al teléfono de Europa presenta hoy un vacío más desolador que nunca. El entramado institucional comunitario impide saber con exactitud quién es responsable de qué, de qué manera y en qué plazo, por lo que la responsabilidad y competencia se diluye entre un infierno de directivas, reglamentos, comunicaciones y tratados claramente superados en todos los frentes tradicionales de la UE: el económico y (en mucha menor medida) el político.

El fracaso geopolítico de la UE puede llegar a atentar contra su propia existencia. En los últimos diez años, los estudios demoscópicos están reflejando un aumento significativo de los ciudadanos que se declaran euroescépticos. Son los países fundadores (Francia, Alemania, Italia y el Benelux) los que lideran este ranking, a los que se suman los países de la macroampliación europea de principios de siglo. El sentimiento antieuropeo crece a medida que lo hacen las competencias de la UE, y no lo hace únicamente por el expansionismo orgánico de la UE. Por el contrario, es la ineficacia la que incrementa ese sentimiento de hartazgo entre la población y que muchos partidos antisistema están próximos a abrazar para sustentar un argumento difícilmente rebatible: Europa empieza a pintar poco en el mundo.

Siendo críticos, el proceso de construcción europea se ha visto profundamente perjudicado desde que el Reino Unido abandonó la UE. A la pérdida de un integrante estratégico, de la importancia de los británicos, se une el hecho de que no paguen un coste excesivo por abandonar el barco y se vean reforzados internamente por la posibilidad de donar a Europa una parte de su excedente en vacunas.

Es un precedente que puede llevar a otros socios comunitarios a seguir su ejemplo, debilitando la posición exterior de la Unión y fomentando la aparición de otros focos de poder en el mundo que rivalicen con ella en extensión y número de habitantes.

Pedir y exigir cuentas no es una cuestión menor en Derecho. Es la base de la ‘accountability’, de la rendición de cuentas, de la transparencia y, más aun, del derecho del ciudadano a obtener una respuesta de sus administraciones. La Unión Europea alcanzó la mayoría de edad hace mucho tiempo y parece habérsele olvidado que cuando uno llega a los 18 la vida cambia mucho. No sólo se adquieren compromisos legales. Además, se asumen obligaciones morales, entre otras: ser consciente del papel que se ocupa en el mundo.

Mostrar comentarios