Los embargos, en el foco 

Cuba esconde los fallos en su economía por el plan del "enemigo imperialista"

Desde que los comunistas tomaron el poder violentamente en 1959, el país no solo perdió la libertad sino que se ha ido empobreciendo.

Cuba
Cuba oculta los fallos de su economía y sanidad por el "enemigo imperialista". 
Europa Press

A principios de 1992 las autoridades sanitarias cubanas detectaron brotes de neuritis óptica que afectaban a los habitantes de la provincia de Pinar del Río. En abril de ese año el número ya había ascendido a más de 25.000 cubanos atacados por esta enfermedad de origen extraño y que les dejaba ciegos. Un equipo integrado por varios médicos e investigadores cubanos del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, el Instituto de Medicina Tropical, el Instituto de Higiene, Epidemiología y Microbiología, y otras Instituciones de La Habana se movilizó a Pinar del Río para encontrar una respuesta. Pedro Coutin-Churchman, médico e investigador, y jefe del departamento de Neurofisiología Clínica, formaba parte de ese equipo. Según su relato a la revista científica “Surgical Neurogical International”, la orden de Fidel Castro era “desenterrar evidencia de guerra biológica o química de ‘El Enemigo’, es decir, los Estados Unidos de América, y mostrarla al mundo como evidencia. de la maldad intrínseca del enemigo imperialista vicioso y despiadado”.

Las autoridades castristas sospechaban que el origen podía ser algún tipo de fertilizante tóxico que EEUU habría dejado caer sobre las famosas plantaciones de tabaco de Pinar del Río, donde se cultiva la hoja que da lugar a los cigarros Partagás, Romeo y Julieta y Cohiba. Los médicos hicieron sus análisis y encontraron que no había rastro de ‘El Enemigo’. Si fuera un ataque químico o bacteriológico, pensaron, afectaría a toda la población. Pero la epidemia no afectaba a niños, ni a ancianos, ni a mujeres embarazadas.

Los médicos aplicaron vitaminoterapia, ozonoterapia, magnetoterapia y oxigenoterapia, pero los pacientes seguían llegando a los hospitales. Un médico oftalmólogo dijo al corresponsal de “El País”: “Nada más quedar una cama libre, un nuevo paciente llega y la vuelve a ocupar”. Un año después, en 1993, cuando la epidemia alcanzaba ya a 50.000 personas, la conocida medicina cubana no tuvo más remedio que claudicar. Alarmado por la imagen que estaba dando al mundo, Fidel Castro decidió pedir ayuda internacional, y a cualquier científico que les pudiera ayudar.

La Organización Mundial de la Salud envió a un grupo de médicos norteamericanos capitaneados por el doctor Alfredo Sadun. El hecho de no tener un nombre anglosajón (era de origen italiano) le ayudó a ser aceptado por Fidel Castro, que le dio vía libre para trabajar. Sadun y su equipo se trasladaron a la provincia envenenada y empezaron sus estudios. “Lo primero de lo que nos dimos cuenta era que había un problema de malnutrición”, confesó hace poco a la BBC. A Sadun le bastó con fijarse en las marcas de los agujeros de los cinturones de los hombres que estaban muy flacos.

Cuba había dejado de recibir la ayuda soviética debido al colapso de la URSS en 1991. El país caribeño se enfrentaba a hambrunas extensas. La población, como podía verificar cualquier médico, padecía déficit vitamínico. Sadun entrevistó a decenas de personas, y solo encontró algo en común: bajos niveles de vitamina B. Pero debido a que eso afectaba a toda la población, no explicaba por qué los casos de ceguera solo aparecían en esa provincia, y solo en algunas personas.

Un día, en una de las entrevistas, una de las ayudantes cubanas de Sadun preguntó a una paciente afectada si había alguien más en su familia que sufría ceguera. Confesó que su hermano. Cuando le preguntaron cuántas veces veía a su hermano, dijo que cada dos semanas. Al preguntarle qué hacían, la paciente contestó que solían pasear por los alrededores de una población, y que a veces tomaban un ron que compraban a un vendedor callejero.

A Sadun le llegó la luz. Investigaron al fabricante de ron y descubrieron que era un destilador ilegal, como muchos otros en la isla. Al no estar suficientemente madurado, contenía mucho metanol. A las personas con niveles normales de vitaminas no les afectaba, pero con bajos niveles, podía producir alteraciones en el nervio óptico.

Era un descubrimiento vergonzoso para el régimen porque demostraba tres cosas: el hambre en Cuba, la deficiente sanidad y el que la culpa no era de “El Enemigo”. La conspiración del imperio contra Cuba ha vuelto a salir en estos días, a raíz de las manifestaciones contra el régimen. Miles de cubanos han sido detenidos por protestar contra la escasez de alimentos y medicinas, los cortes de electricidad, y sobre todo, los estragos del Covid19 que el sistema sanitario no puede contener. Las vacunas cubanas como Abdala son un fiasco. Abdala no ha sido aprobada por ninguna entidad reguladora mundial, y no hay artículos científicos que la avalen. Hoy, los contagios superan las 6.000 personas al día.

Las protestas comenzaron en San Antonio de los Baños, cerca de La Habana, y se han extendido por otras ciudades del país de forma espontánea. Al igual que hace treinta años, el gobierno ha echado la culpa a una conspiración de Estados Unidos. El presidente Miguel Díaz-Canel ha tildado de “lacayos” y “mercenarios” a los manifestantes, y ha movilizado a los servicios de seguridad para detener y neutralizar a los manifestantes. También ha dicho que el culpable de la mala situación de los cubamos es el embargo americano. Sin embargo, Yusnaby Pérez, uno de los blogueros más activos del país (más de 400.000 seguidores en Twittwr) lanzó un mensaje antes de que se cerraran las comunicaciones. “Las protestas no tienen nada que ver con el embargo de EEUU”. “LIBERTAD significa LIBERTAD, no pan. Eso es lo que piden pacíficamente”.

Desde que los comunistas tomaron el poder violentamente en 1959, Cuba no solo perdió la libertad sino que se ha ido empobreciendo. Un medidor fiable es la serie e estadísticas elaboradas con el sistema del economista británico Angus Madison. La economía cubana apenas creció entre 1959 (año de la llegada de la revolución), hasta finales de los años setenta. Luego, gracias a las ayudas soviéticas, la economía creció hasta que se paralizó en 1991 debido a la caída de su patrocinador, la URSS. Entonces sufrió un periodo de escasez que provocó enfermedades como la neuritis óptica, y rebeliones, como la crisis de los balseros, en la que miles de cubanos huyeron a Florida subidos en improvisadas embarcaciones caseras como balsas hechas con neumáticos y cosas parecidas.

Lo que ponen al descubierto estas manifestaciones son los agujeros de la sanidad pública cubana. Hace año y medio, cuando la pandemia azotó Europa, el régimen cubano envió oleadas de médicos a Europa y a África a los que empleó como arma de propaganda. Bajaban de los aviones mostrando la bandera cubana, y sin lugar a dudas, eran bien acogidos. Pero nada es gratis. “Del sueldo que sus galenos perciben en el exterior, el Estado se queda una parte muy importante, alrededor de un 75%. Portugal, que tiene un contingente trabajando antes de la pandemia, paga 50.000 euros al año por persona. Venezuela, que adolece de falta de liquidez, exporta a Cuba petróleo a cambio de sus servicios”, decía una información de Euronews. Según Anna Ayuso, investigadora del CIDOB (un “think tank” catalán), “las misiones médicas cuentan por el 46% de sus exportaciones, el 6% de PIB”, informaba Euronews. La imagen de los médicos le sirve al régimen para contrarrestar la propaganda anticastrista y para mostrar cómo el país resiste ante el cruento embargo. Algunos analistas críticos lo consideran una forma de esclavitud.

El embargo, desde luego, ha causado estragos. La historia de esta medida se remonta a 1960, cuando Fidel Castro nacionalizó todas las propiedades de EEUU en la isla: terrenos, haciendas, ingenios azucareros, bancos, petroleras y compañías de electricidad. La Resolución Conjunta número 3, emitida por el Gobierno Revolucionario el 24 de octubre de 1960, autorizó la nacionalización de las 166 propiedades estadounidenses restantes en Cuba. Incluían 28 compañías de seguros, 18 compañías químicas, 18 compañías mineras, 15 compañías importadoras de máquinas, 11 hoteles y bares y 7 compañías metalúrgicas.

El gobierno cubano ofreció a Estados Unidos pagar las expropiaciones mediante bonos soportados en azúcar y en divisas, con un interés del 2% anual, y con vencimiento a 30 años. Como EEUU era el principal comprador de azúcar, era como quitarle una casa a un ciudadano, y pedirle encima que pagara su precio.

Estados Unidos no solo lo rechazó sino que disminuyó sus compras de azúcar a Cuba, para estrangular la economía de la isla. Puesto que para EEUU la propiedad privada es uno de los pilares de su vida civil, en 1962 el país decretó un embargo a Cuba. Consistía en que ningún norteamericano, persona o empresa, podía comerciar con Cuba a menos que Fidel Castro les devolviera las propiedades o les repusiera su valor en dólares. Cuba se negó, por supuesto. Y así hasta hoy. Lo cual ha mantenido el embargo en la isla durante más de setenta años. Gran parte de las empresas expropiadas ya no existen como tal, y las propiedades están deterioradas o derrumbadas. Pero la ley es la ley: Estados Unidos, que admite que un país puede expropiar por motivos públicos, también insiste en que debe existir una compensación.

El embargo es una medida dura, por supuesto, pero está amparado en el derecho de los EEUU y en el derecho internacional (embargo de buques, por ejemplo, cuando un armador no cumple sus deudas). Cualquier estatalización de propiedades de un país debe ser compensada con un justiprecio. Chávez lo hizo. Fidel Castro, no.

A Cuba le habría salido más rentable pagar sus expropiaciones a EEUU, porque en todos estos años podía haber mejorado su economía. El país disfrutó de cierta recuperación en recientes años gracias al incremento del turismo. Pero la pandemia cerró líneas aéreas, se anularon billetes y el país se quedó sin divisas para comprar productos del extranjero. Las otras entradas de divisas son las de cubanos en el exterior, sobre todo los rebeldes de Miami, tierra del imperio. Según estimaciones de varios economistas citados por “El Nuevo Herald” en 2020, un tercio de los cubanos de la isla recibió remesas en dólares. Ese mercado mueve más de 3.700 millones de dólares en efectivo cada año.

Cuba también recibe divisas por la venta de tabacos cubanos, y por las misiones de médicos en el mundo. Gran parte del salario de estos médicos, presentes en más de veinte países, van destinados al estado cubano. Según el Observatorio de Complejidad Económica de Instituto Tecnológico de Massachusetts (datos de 2019), China es el mayor destino de las exportaciones cubanas (38,2%). Luego vienen España (10,5%), Países Bajos (5,44%), Alemania (5,37%) y Chipre (4,05%), según informaba la CNÑ.

España es el principal proveedor de Cuba: nuestros productos equivalen al 19,2% de sus importaciones, y en ese porcentaje el turismo tiene un peso notable. Ser el primer exportador a Cuba explicaría la tibieza del gobierno español a la hora de calificar a Cuba de dictadura. El embargo ha cambiado a lo largo de las décadas. Ahora EEUU también exige restituir las libertades civiles como la libertad de opinión y el derecho a votar. A ninguna de las dos cosas está dispuesto el régimen castrista.

¿Qué habría pasado en Cuba si no hubiera existido el embargo? La respuesta está en Venezuela. Entre 1999 y 2015 la economía venezolana no sufrió ninguna coerción ni sanción. En ese periodo Chávez (y luego Maduro) nacionalizó empresas y emprendió un gigantesco gasto público. Incluso pagó un justiprecio a las multinacionales norteamericanas por nacionalizarlas. Pero no supo mejorar lo anterior. El resultado fue la caída de la producción agrícola, el fallo en el suministro de agua, luz y teléfono debido a la mala gestión pública de las empresas, todo lo cual ha empobrecido al país. De ser una de las economías más sobresalientes de América Latina, ahora es la que peores cifras económicas posee: hiperinflación, retroceso del producto interior bruto y dolarización.

En 72 años el gobierno comunista de Cuba ha hecho grandes progresos en cuanto a la alfabetización del pueblo, y ha destacado en el mundo deportivo. Su sistema de salud gozó de una excelente imagen hasta que sucesos como la neuritis óptica o la falta de insumos como jeringuillas, camas y medicamentos, lo devolvieron al tercer mundo. No ha logrado avanzar económicamente y el país, como se ve en las imágenes que distribuyen las agencias de noticias, está literalmente destartalado. El peso cubano no tiene valor internacional.

Los intentos populares de rebelarse contra el régimen han fracasado porque inmediatamente se moviliza la policía, el ejército y los Comités de Defensa de la Revolución, que hacen redadas y envían a la cárcel a cientos de “lacayos de EEUU”. Si algo ha sabido hacer bien el régimen es resistir. Ese modelo de resistencia basado en la represión, el control de los medios y la propaganda perenne es el que ahora emplea Venezuela. Y cuando las cosas les van mal, ambos culpan al “enemigo”: Estados Unidos, el imperio del mal. 

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