Divide y vencerás

Desinformación en los tiempos del virus: Rusia usa su arma de destrucción masiva

La desinformación en tiempos del virus: Rusia usa su arma de destrucción masiva particular. / EFE
La desinformación en tiempos del virus: Rusia usa su arma de destrucción masiva particular. / EFE

Esta no es una crisis cualquiera. No existe un enemigo visible. No está clara la estrategia, ni siquiera las tácticas adecuadas para combatirla. Sin embargo, hay patrones peligrosos que se repiten en la guerra por la desinformación y que están siendo protagonistas de la realidad de la mayor pandemia que recuerda Europa en el último siglo.

La crisis del coronavirus es un caso deseado por todos los maestros y grandes actores de la desinformación internacional. Incluso la Organización Mundial de la Salud ya habló de una “infodemia”, cuando afirmaba que existía una sobreabundancia de información que hacía realmente complicado distinguir entre lo cierto y lo falso, entre lo científico y lo malintencionado.

La desinformación y sobre todo su utilización le preocupa, y mucho, a la Unión Europea. Así, el pasado 18 de marzo, el Servicio Exterior de la UE señaló la aparición de esta plaga a través del estudio de 80 ejemplos de utilización del coronavirus como arma de desinformación en los medios progubernamentales rusos. En este informe, obtenido hábilmente por Reuters, se acusaba directamente a Rusia y, concretamente, a los medios controlados por Moscú de generar “confusión, miedo y desconfianza” hacia la correcta gestión del problema por parte de un nutrido grupo de países europeos.

Independientemente de su mayor o menor veracidad, el objetivo de esta acción, según la UE, no sería otro que empeorar las ya de por sí catastróficas consecuencias e impacto del coronavirus en Europa, amén de debilitar la relación transatlántica de cara al futuro postCovid-19. En concreto, según el informe, su intención sería dañar “la salud pública en los países occidentales”, justo en un momento en el que la sanidad se ha convertido en la punta de lanza de la lucha contra la pandemia.

Hasta esta filtración, curiosamente, gran parte de los medios oficiales y privados rusos se habían centrado en manifestar la división entre los países aliados de la OTAN a la hora de resolver la pandemia, el abandono de Estados Unidos y la ausencia de respuesta común de la UE. Las líneas maestras argumentales de la desinformación siempre están basadas en la contraposición maniquea. Así, del análisis de la información internacional publicada tras la filtración del informe se observa una clara distinción del dualismo de la sociedad occidental entre los ricos y pobres, entre el norte y el sur, entre unos países occidentales y otros. Esta es la auténtica estrategia y función de la desinformación: divide y vencerás.

En el caso de Rusia las primeras alertas de aprovechamiento de la situación eran simplemente una cuestión de tiempo. Aun sin la participación directa del Estado, algunos analistas siempre han acusado a Moscú de haber convertido la desinformación en una práctica industrial. En este sentido, la estandarización de sus procesos de producción y la táctica de la división entre socios se ha convertido en su peculiar ‘headline goal’.

Tras sembrar la duda, la siguiente práctica de la desinformación es encontrar el origen incierto del fenómeno. Aquí encuentran su comienzo teorías conspiratorias que, por otra parte, han llegado hasta nuestras fronteras. De esta manera, toman renombre las conspiraciones del origen chino, estadounidense o incluso británico del coronavirus, pasando por la teoría de la migración para exacerbar el odio al extranjero en sociedades tan presionadas como Grecia o Hungría. El Servicio Europeo de Acción Exterior también alertó de los perniciosos efectos que esta información tiene en el conjunto del entendimiento del problema y señaló la utilización de ‘memes’ y publicación en redes sociales alternativas de miles de hipótesis y suposiciones sobre la autoría occidental del virus.

Tras la división y la conspiración, aparece el último de los elementos indispensables en el ‘cocktail’ explosivo de la desinformación: el solucionador. Así, gran parte de la escenificación de la ayuda militar rusa a Italia suponen claros ejemplos de la utilización de la información como medio de propaganda. Tanto la OTAN como la UE quedaron en evidencia al comprobar como, en apenas unos días, Moscú era capaz de situar a 150 militares y su respectivo equipamiento sanitario en Bérgamo. Sin dudar del éxito de la operación rusa, lo cierto es que la misma fue retransmitida por los amplios canales de información cercanos al Kremlin, que no olvidemos, tienen una amplia repercusión en los Estados miembros. Concretamente en el mundo hispano hay medios de esta procedencia que alcanzan audiencias de cientos de millones de usuarios.

La campaña a la que la Unión Europea califica de “odiosa” no solo extiende sus tentáculos al idioma de Cervantes. La difusión de noticias falsas en internet también tiene su reflejo en inglés, italiano, alemán, portugués y francés con una misma pauta, que no es otra que el origen ruso de su procedencia.

La reacción de Moscú no se hizo esperar. A la lógica negación de los hechos y responsabilidades se añadió la contraposición entre el modelo ruso y el europeo a la hora de afrontar la crisis. Un nuevo éxito, al menos mediático, de una potencia que mantiene el cerrojo a los medios extranjeros en su territorio y reivindica la libertad de expresión e información para su prensa en el resto del mundo.

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