Drogas, armas y mujeres: la narco-cultura invade California

  • Son estadounidenses, pero por sus venas corre sangre mexicana. Visten de manera extravagante, al estilo del viejo oeste, con botas de piel y joyas de oro. Conducen enormes camionetas 'pick up' con llantas cromadas y sueñan con vivir una vida al límite llena de mujeres, droga y tiroteos. Con una mano en la fusca, la pistola, y la otra en el sombrero cowboy, los amantes de los narcocorridos corean los triunfos de los traficantes en los pubs del centro de Los Ángeles.
Larry Hernández, cantante de éxito de narcocorridos
Larry Hernández, cantante de éxito de narcocorridos
Foto cedida por la discográfica Fonovisa
Roberto Arnaz, Los Ángeles (California) | GlobalPost

Con sólo 9 años Rosalino Sánchez Félix asistió a la violación de su hermana Juanita. En aquel mismo instante juró venganza. Poco después de cumplir los 17, encontró al hombre que abusó de Juanita y lo cosió a balazos. Así nació la leyenda de Chalino Sánchez, uno de los pioneros del narcocorrido y el intérprete preferido entre los jóvenes amantes de la música de la frontera mexicana.

Chalino se convirtió en mito el 24 de enero de 1992. Aguantó dos balazos en el pecho a quemarropa mientras actuaba en un club de Los Ángeles. Ensangrentado, sacó su pequeño revolver 10mm y descerrajó un tiro en la boca a su agresor. Fue su última gran bravuconada antes de que, semanas después, un grupo de sicarios acabase en las calles de Culiacán, en la región mexicana de Sinaloa, con la vida del primer mártir de la música fronteriza.

A pesar de que ya han pasado casi dos décadas de la muerte de Chalino, su popularidad no ha decaído. Decenas de chicanos y cholos, miembros de alguna banda, se reúnen cada fin de semana el Chalino's Club de Los Ángeles para celebrar el valor de su artista favorito escuchando alguna de las más de 200 canciones dedicadas a su memoria.

Cuando suena la música, el Chalino's, considerado uno de los templos del narcocorrido en tierra estadounidense, se llena de trocas –camionetas, en argot–, jóvenes embutidos en un uniforme compuesto por camisas bordadas y botas de cuero, coronado por el imprescindible sombrero vaquero, y mujeres a la caza del más macho del lugar.

Boom de la música de la frontera

La música de la droga se ha consolidado como el último boom musical en los lugares con alta concentración de latinos en EEUU, como Los Ángeles. Para la mayoría de los aficionados a la música norteña, el Potrero es el club más chingón (divertido) de la ciudad.

Allí todos se conocen y desconfían del extraño: ¿rival o policía?, se preguntan. Muchos de sus habituales cuentan con casi tantos símbolos de bandas tatuados sobre su piel como antecedentes en su ficha policial, y viven con la mano en la empuñadura de su fusca. Allí celebrarán la Navidad dos de los grandes de la narcomúsica Lupillo Rivera y El Komander.

Además del Chalino's, el Dorado Night Club, el Parral o Plaza México completan la escena musical mexicana en South Central, el peligroso barrio de la megaurbe californiana en el que a mediados de los 80 nació el gansta rap.

"Los narcocorridos son la versión fronteriza del gansta. Ambos hablan de lo mismo: drogas, pistolas y mujeres", asegura Ignacio Guillén, músico y director de marketing de la compañía discográfica Batuta Records, en cuya nómina figuran una decena de bandas de música norteña.

De hecho, en ambos géneros musicales se canta el estilo de vida, las costumbres, la filosofía, la vestimenta, la exaltación de la hombría y el código de ética del traficante. Sus letras están salpicadas de amistad, amor, traición, armas y drogas e incitan a la ostentación y la violencia. Y, en caso de problemas, "ya sabes lo que hay que hacer/ saca pues tu metralleta/ y hazlos desaparecer", dice la popular canción La camioneta gris de la banda Los Tigres del Norte.

Competencia directa de Shakira o Ricky Martin

El grupo de corridos mexicanos más famoso del mundo vendió más de medio millón de copias de su último álbum sólo en Estados Unidos. Desde sus inicios en 1968, han vendido 30 millones de discos y escrito más de 500 canciones sobre la vida y las aventuras de grandes y pequeños narcotraficantes. A lo largo de su carrera, han recogido 130 discos de platino y 125 de oro, además de haber sido nominados a los Grammy en una docena de ocasiones.

Pero su caso no es único. Según los datos de la Asociación de la Industria Musical Estadounidense (RIAA), en 2006 la música regional mexicana supuso el 45 por ciento de los casi 600 millones de dólares producidos por la música latina en Estados Unidos.

De hecho, en ciudades como Los Ángeles, estrellas como Chayanne, Ricky Martin o Shakira, compiten en popularidad con artistas como Los Tucanes de Tijuana o Lupillo Rivera, capaces de llenar sin pestañear el Nokia Theater, con aforo para varios miles de espectadores. Además, las cadenas de televisión con mayor difusión entre la comunidad latina, Univisión y Telemundo, tienen programas dedicados a este género musical prohibido en algunas regiones de México.

El cantante Larry Hernández, originario de Los Ángeles, pero criado en Sinaloa, México, asegura que sus canciones tienen éxito porque dicen la verdad de lo que sucede en la calle. "Mis corridos están cargados de alto contenido que nadie se atreve a cantar", explica Hernández, quien reconoce que escribe para narcos por encargo, pero no a cambio de dinero (ver videoclip aquí). Aunque pocos le creen. Los señores de la droga tienen fama de cubrir de oro a quienes exaltan sus fechorías, y de plomo a quienes cantan a sus rivales.

Mostrar comentarios