Egipto hace la factura de su revolución

  • La caída del presidente egipcio Hosni Mubarak no ha sido gratuita. Los comerciantes de la capital se quejan de que el turismo se ha reducido muchísimo. Además, los inversores no se fían de la inestabilidad que vive el país. Los egipcios todavía esperan la ayuda internacional y la condonación de la deuda por parte de EEUU y Arabia Saudí.
La caída del presidente egipcio Hosni Mubarak no ha sido gratuita.
La caída del presidente egipcio Hosni Mubarak no ha sido gratuita.
Getty
Jon Jensen, El Cairo (Egipto) | GlobalPost

En la bulliciosa plaza Tahrir de El Cairo, epicentro del movimiento popular que derrocó al presidente Hosni Mubarak a principios de año, los comerciantes están traduciendo la revolución egipcia en euros y céntimos.

En las abarrotadas aceras en torno a la famosa plazar se pueden ver vendedores ofreciendo pins, pegatinas y todo tipo de baratijas decoradas con la caricatura del depuesto líder egipcio, quien gobernó el país con mano férrea durante tres décadas.

De la barandilla oxidada que rodea el perímetro de Tahrir cuelgan camisetas que exhiben con orgullo la fecha que conmemora el nacimiento de la revolución: el 25 de enero.

La nueva hornada de emprendedores de El Cairo esperan que los mismos turistas que compran recuerdos y visitan cada año las pirámides de Giza comiencen a incluir en su ruta también la plaza Tahrir, deseosos de echar un vistazo al lugar en donde se luchó con éxito para iniciar una nueva etapa en la historia de Egipto.

Tan sólo hay un pequeño problema: los turistas extranjeros han dejado de llegar a Egipto.

"Las cosas van realmente mal. No tengo clientes desde el 25 de enero. Bueno, quizás unos cuantos. Pero, literalmente, sólo unos cuantos", dice Samir Abdel Basset, un hombre de 41 años que vende recuerdos a los turistas en una tienda cercana a la famosa plaza cairota.

Tras la caída de Mubarak el 11 de febrero, la inestabilidad política y la ausencia de la policía en las calles parecen haber espantado a casi la mitad de los turistas extranjeros que normalmente estarían visitando el país mediterráneo a estas alturas, en plena temporada alta.

La caída del turismo, un sector vital que genera anualmente los mayores ingresos de Egipto, es una de las muchas razones por las que el gobierno militar interino calcula que la revolución costará por lo menos 2.400 millones de euros.

Con una previsión de déficit monumental, el desempleo en torno al 12 por ciento y los precios de los alimentos en una escalada alcista sin control, se entiende que los inversores se muestren casi tan nerviosos como los turistas.

La incertidumbre económica está paralizando a los inversores e incluso al gobierno interino, generando aún más temor a que la estabilidad financiera en el país más poblado del mundo árabe diste de ser una realidad.

"La economía parece bastante sombría en estos momentos", admite Magda Kandil, directora del Centro Egipcio de Estudios Económicos. "El desempleo y la distribución desequilibrada de la riqueza alimentaron la frustración que finalmente condujo a la revolución. Pero si se observa lo que quería conseguir la revolución... parece que esas cosas están actualmente aún peor".

Cuando Mubarak dejó el poder el 11 de febrero la ya estancada economía egipcia estaba acosada por una inflación alta y el desempleo, especialmente entre los jóvenes universitarios.

"El umbral de la pobreza está cambiando. Los indicadores post-revolución muestran que la pobreza podría de hecho acrecentarse durante este periodo", advierte Abdel Fatah el-Gabaly, economista del Centro Al-Ahram de Estudios Políticos y Estratégicos, un grupo de análisis gubernamental.

El egipcio medio no está pendiente de la bolsa de su país, que perdió más de 8.000 millones de euros en enero. Tampoco lo está de que las inversiones extranjeras en Egipto están cayendo en picado, a niveles que rondan la inversión cero, desde el 25 de enero.

La principal preocupación del ciudadano hoy en día es cómo llevar comida a la mesa cuando los precios de los alimentos no dejan de subir. Las verduras nacionales, por ejemplo, han aumentado su precio por encima del doble desde 2010.

"Afrontar la inflación en el precio de los alimentos requiere una reforma en el sector agrario, algo absolutamente vital para Egipto", dice Angus Blair, del banco de inversión Beltone Financial. "Muchos de los tomates que llegan del rural, por ejemplo, se echan a perder antes incluso de llegar al mercado. Se suelen empaquetar mal y se pudren con las altas temperaturas camino del Cairo".

Con brotes de violencia sectaria en la capital del país y una guerra en la vecina Libia, de donde han llegado 100.000 nuevos desempleados egipcios que han regresado a su casa, el gobierno se enfrenta a numerosos desafíos.

Las autoridades echan la culpa de esta crisis post revolucionaria a los disturbios que se siguen produciendo en plazas como la Tahrir, en donde todavía hay algunas manifestaciones.

Las huelgas de trabajadores también han desestabilizado la economía, recortando la producción en el sector industrial a la mitad, lo que ha reducido la capacidad de exportación del país en un 40 por ciento, según estadísticas oficiales.

El ministro de Economía de Egipto advirtió recientemente que el déficit presupuestario podría llegar a ser de 21.000 millones de euros en el próximo año fiscal.

Algunos analistas y economistas, no obstante, critican el aumento del gasto del gobierno, que aparentemente tiene como objetivo calmar el enfado público en las calles. "Un problema es que acaban de subir los sueldos de los funcionarios. Pero si la inflación ya está casi al mismo nivel que ese aumento, la persona que recibe más dinero realmente no tiene más poder de compra", afirma Kandil. "Desde la perspectiva del trabajador, puede parecer lo correcto. Pero desde la perspectiva económica, eso realmente desestabiliza las cuentas y conduce a una mayor inflación".

La única señal verdadera de esperanza son las recientes promesas de miles de millones de euros en ayuda extranjera y condonación de deuda anunciadas por parte de EEUU, Arabia Saudí y el Banco Mundial, entre otros.

La mayor parte de los economistas están de acuerdo en que los costes que se tienen que asumir en Egipto a corto plazo bien merecen la pena ante la posibilidad de futuras ganancias a largo plazo.

Mostrar comentarios