Egipto se interpone en la relación entre EEUU e Israel

  • El presidente estadounidense Barack Obama apuesta por una transición "verdadera y pacífica", mientras que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, apoya al presidente egipcio, Hosni Mubarak, y teme que la revuelta en El Cairo sirva para que "elementos islamistas organizados puedan tomar el control del país, como ocurrió en Irán".
Israel, sorprendido por la "traición" de Obama a Mubarak
Israel, sorprendido por la "traición" de Obama a Mubarak
Roberto Arnaz, Los Ángeles (EEUU)

El tenso y débil equilibrio en el que vive inmerso Oriente Medio podría estallar en mil pedazos si las protestas de los últimos días en Egipto fuerzan un cambio de gobierno. Las principales potencias con influencia en la zona, Estados Unidos e Israel, presionan para que las piezas del nuevo puzzle se coloquen en el orden que más les interesa.

Mientras que Washington ha dejado públicamente en evidencia a su aliado incondicional durante los últimos 30 años, instándole a que deje de reprimir a su pueblo y acelere la transición a la democracia, sólo Israel y dos monarquías árabes conservadoras, Jordania y Arabia Saudí, han apoyado públicamente el presidente egipcio Hosni Mubarak.

Barack Obama pidió anoche a Mubarak que la transición hacia la democracia empiece "ahora" y que sea "verdadera y pacífica". Estados Unidos, que cada año ofrece ayuda militar y civil a Egipto por valor de 2.000 millones de dólares, apuesta por un periodo de cambio controlado por el general Omar Suleiman, nuevo vicepresidente y antiguo director de los servicios secretos, en el que confía plenamente la Administración Obama. De no consumarse el relevo del mandatario egipcio de 82 años, que lleva en el poder desde 1981, el Congreso estadounidense podría replantearse los términos de su alianza con el país norteafricano.

"Los disturbios de enero de 2011 sugieren que los términos del debate sobre la ayuda de Estados Unidos a Egipto podrían cambiar significativamente en los próximos meses", asegura Jeremy Sharp, especialista en Oriente Medio del Servicio de Investigación del Congreso de EEUU.

Sharp considera que la revuelta en las calles de El Cairo supondrán un punto de inflexión en las relaciones entre Estados Unidos y el país del Nilo, ya que "hasta ahora la ayuda externa se había mantenido sin cambios a pesar de las peticiones de recortes o subvenciones condicionadas al respeto a los derechos humanos y a la mejora de su historial democrático".

Trasfondo de las revueltas

Precisamente, estos problemas de falta de libertades, unidos a la grave crisis económica que vive el país y que mantiene en paro al 50% de los menores de 24 años, están en las raíces de la revuelta. Un ambiente que se empezó a fraguar tras las elecciones parlamentarias de noviembre, en la que se denunciaron numerosas irregularidades y que terminaron con el Partido Nacional Democrático (PND) de Mubarak ganando el 80% de los escaños, mientras que los Hermanos Musulmanes, una de las principales fuerzas de la oposición, apenas logró un asiento en el Parlamento.

Muchos analistas internacionales criticaron entonces la tibieza con la que la administración Obama trató el asunto. Washington se limitó a emitir un comunicado en el que condenaba "las trabas interpuestas a los opositores, la detención de sus seguidores y la dificultad para el acceso a los medios de comunicación".

Esta falta de firmeza con el régimen de Mubarak se debe a la sibilina utilización estadounidenses de Egipto como mediador en el proceso de paz árabe-israelí y en la lucha contra el terrorismo, además de cómo atajo para el movimiento de tropas a través del Canal de Suez. Para Sharp, "la política estadounidense hacia Egipto ha sido históricamente presentada como una inversión en la frágil estabilidad de la región, la cooperación militar, y el mantenimiento del tratado de paz de 1979 entre Egipto e Israel".

El acuerdo también ha sido vital para el gobierno de Tel Aviv, estrecho aliado estadounidense aunque su relación no pase por el mejor momento, lo que le permite preocuparse menos por su flanco occidental. Por eso no es de extrañar que Israel haya reaccionado a la las protestas en Egipto apoyando al hombre que les ha cubierto las espaldas durante los últimos 29 años, ante el temor de un posible ascenso de los islamistas al poder.

A pesar de que el tratado de paz prohíbe específicamente a las fuerzas armadas egipcias desplegarse en la península del Sinaí, desmilitarizada desde 1979, Israel permitió el lunes la entrada de 800 soldados para proteger de los manifestantes la jefatura de policía y otros edificios del gobierno.Incluso el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, llamó por teléfono a Mubarak durante los primeros días de la crisis para confirmarle su apoyo.

Netanyahu considera peligroso que los extremistas islámicos llenen el vacío de poder que ocasionaría la hipotética dimisión de Mubarak y amenacen la relación entre las ambas naciones. El líder hebreo teme especialmente la pujanza de los Hermanos Musulmanes, que siempre se ha mostrado contrario a alianza con Israel. "Ya sucedió en Irán", ha recordado el primer ministro israelí para quien "los regímenes opresivos islamistas violan los derechos humanos y representan un grave peligro para la paz y la estabilidad".

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