El nombre habla por sí mismo: 'la manifestación del millón de personas', convocada para este martes en Egipto, pretende ser la mayor concentración civil de la historia del país. Con ella podría darse un paso hacia el final del régimen de Hosni Mubarak que ha gobernado el país durante los últimos 30 años y que está cada día más solo en su sillón presidencial.
El último impulso que han necesitado los manifestantes ha sido el anuncio realizado por parte del Ejército: consideran las peticiones del pueblo 'legítimas' y, como ya sucediera en Túnez, han asegurado que no actuarán contra los manifestantes.
La reacción del Ejecutivo egipcio ha sido intentar cortar las líneas de transporte del país: líneas ferroviarias y transportes públicos sufrirán severos recortes durante este martes para intentar evitar que los manifestantes acudan desde los pueblos cercanos hacia El Cairo. En las jornadas anteriores se han registrado cortes en internet y en la señal de Al Jazeera que, en ninguno de los casos, ha servido de nada.
La situación que vive el país desde el estallido de la revuelta, contagiada por la convulsión similar vivida en Túnez en las últimas semanas, conseguía este lunes su primer gran éxito: por primera vez en tres décadas el régimen de Mubarak dio muestras de debilidad al ofrecer, por boca de su vicepresidente, un diálogo incondicional con todos los grupos de la oposición anoche en un anuncio televisivo.
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