Powell prorroga todos los programas de emergencia

El año en el que la Reserva Federal descubrió (y ejecutó) su poder ilimitado

El presidente del Banco Central de Estados Unidos no solo lo puso en acción. También garantiza que lo seguirá haciendo el tiempo que haga falta.

Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal.
Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal.
EFE

Wall Street vive de fantasías. Y lo que ve es que las cosas irán a mejor en la segunda mitad del próximo año, tras un 2020 brutal que redefinió la economía y a su última protectora: la Reserva Federal. El banco central de Estados Unidos no solo descubrió durante los últimos nueve meses que cuenta con poderes ilimitados al llevar adelante su misión. Además los puso en acción y Jerome Powell, su presidente, garantiza que lo seguirá haciendo el tiempo que haga falta.

Powell no pestañeó cuando a mediados de marzo entendió que la economía se paralizaba de golpe por la crisis sanitaria. Y con los mercados en barrena, procedió de inmediato a cortar los tipos de interés a cero. Pero la partitura seguida en la crisis financiera de 2008 no iba a ser suficiente. Así que a los programas de emergencia que se activaron tras el derrumbe de Lehman Brothers, le sumó nuevas herramientas para inyectar liquidez directamente en la economía real.

Era la primera vez que se hacía algo similar para mantener el flujo de crédito entre las pymes, los consumidores y los entes locales en un momento excepcional. “Tuvimos que cruzar muchas líneas rojas”, admitió el propio Powell solo un par de meses después, tras tocar fondo. Pero la tensión persiste, por eso la Fed acaba de prorrogar todos los programas de emergencia que le permiten comprar sumas ingentes de deuda y conceder préstamos a firmas no financieras.

Estas medidas buscan así aliviar la tensión y dar estabilidad para asegurar que la recuperación sea lo más robusta posible. En otras palabras, había que limitar daños que puedan ser permanentes y lastrar el crecimiento potencial. Las perspectivas a día de hoy, insiste Powell, siguen siendo “extraordinariamente inciertas” y dependerán en gran parte del curso de los contagios. “Todos tenemos un papel que desempeñar en la respuesta a la pandemia”, se justificaba.

El retorno en paralelo de Janet Yellen como secretaria de Tesoro con Joe Biden también sirve para calmar los nervios tanto en Wall Street como en Main Street. Como vicepresidenta y presidenta de la Reserva Federal, su liderazgo fue clave en el proceso de recuperación económica tras la Gran Recesión. Ahora desde la Casa Blanca podrá coordinar con el banco central y el Congreso las medidas de tipo fiscal que serán necesarias para salir de la crisis actual.

Powell es el primero que admite que la Fed no puede hacerlo todo por si sola. Por eso tiene en Yellen una aliada clave. Y no solo porque conozca y entienda hasta dónde puede llevar su poder la autoridad monetaria. La nominada para el Tesoro es una firme defensora de la independencia del banco central al actuar para sostener el crecimiento y lograr el máximo empleo. Es la misma libertad de actuación que irritó a Trump y de la que recelan los legisladores más conservadores.

En la práctica, la Fed puede imprimir dinero de manera infinita. Pero esta expansión sin precedentes de sus poderes como prestamista de último recurso no solo está cambiando la propia identidad del banco central. También empieza a crearle problemas, pese a que Powell repita que la respuesta a la crisis estuvo siempre guiada por el doble mandato que le confirió el Congreso junto a su responsabilidad última de preservar la estabilidad del sistema financiero.

Powell, Yellen y sus predecesores trataron siempre de alejarse de cuestiones políticas. La estrategia de la Fed, sin embargo, empieza a incorporar factores muy sensibles en el Capitolio como el cambio climático, el racismo sistémico o la desigualdad social al entender que tienen un impacto económico. Esto crea otro punto de contención en un país muy fragmentado, que apuntaló al banco central como institución clave a la hora de sostener la economía.

La negociación del segundo paquete de estímulo puso precisamente en evidencia el choque que está generando en Washington el poder creciente de la Fed. Los demócratas se sienten cómodos con la idea de que el crédito barato llegue a los sectores más rezagados de la economía. Pero los republicanos temen que se poder se utilice con propósitos partidistas y quieren que el papel que está desempeñando en esta crisis no trasciende la respuesta de emergencia a la pandemia.

El alcance del poder de la Fed se espera, por tanto, que sea un asunto de debate al arrancar la presidencia de Joe Biden y podría meter aún más presión al trabajo de Jerome Powell. El demócrata tendrá además que decidir si lo mantiene en el cargo cuando expire su mandato a comienzos de 2022. Y no es la única oportunidad que tendrá para reconfigurar el órgano que toma las decisiones en materia de política monetaria. Hay dos asientos vacantes por confirmar en el Senado.

Si bien la estrategia seguida por la Fed durante la crisis está en línea con el pensamiento demócrata, tienen sonadas diferencias respecto a la supervisión bancaria y eso colocaría a la gobernadora Lael Brainard como la candidata favorita para la sucesión. Otro de los potenciales sucesores de Jerome Powell es Raphael Bostic. Pero lo más sensato en este momento, viendo la situación de la pandemia y del alineamiento político en Washington, es que Joe Biden no mueva esa ficha.

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