El efecto dominó de la Primavera Árabe alienta a Sudán

  • La oposición al régimen actual de Sudán se muestra cada vez más unida. Un importante activista anti-genocidio habla de la oportunidad del momento histórico y las atrocidades contra los derechos humanos como un imperativo para que la comunidad global actue contra el sufrimiento del país.
Civiles en Sudán.
Civiles en Sudán.
Trevor Snapp | GlobalPost
John Prendergast | GlobalPost

Desde que Sudán del Sur se convirtió en julio en el último país nuevo del mundo,  el estado de Sudán que dejó tras él se ha visto envuelto en una guerra civil creada por su propio gobierno.

La tarjeta de presentación del régimen de Jartum en los últimos cuatros meses incluye la invasión de Abey, una oleada de crímenes de guerra en las montañas Nuba, continuos ataques contra civiles en Darfur y más recientemente un asalto en la frontera del estado del Nilo Azul.

Parece contradictorio proclamar esto como un momento sin precedentes de oportunidades para Sudán. Sin embargo, la combinación de las actuales variables internas, regionales e internacionales podría proporcionar un verdadero catalizador para la futura paz en Sudán.

Internamente, la oposición armada o desarmada contra el régimen crece día a día; está emergiendo una oposición más unida que aboga por un cambio estructural en Sudán.

A diferencia de las revoluciones callejeras que empezaron en Jartum que derrocaron a los dictadores sudaneses en 1965 y en 1985, la dinámica actual es muy diferente, marcada por una revolución de las regiones periféricas en contra de un gobierno central excluyente y explotador.

A nivel regional, Sudán está a la deriva en medio de un mar de cambio. Egipto, Túnez, Libia, Siria, Bahreín, Yemen y otros han sido arrastrados por las protestas masivas y en algunos casos, por la revolución armada. La Primavera Árabe está reverberando en todo Sudán, aunque todavía no ha quedado patente en qué dirección.

En lugar de las protestas callejeras de Siria y Egipto, el escenario más probable en Sudán es una oposición armada cada vez más coordinada y centrada en el derrocamiento del régimen.

A nivel internacional, la Primavera Árabe ha producido cambios importantes en la política de EEUU y Europa, con China y Rusia cambiando incluso el rumbo cuando sus opciones se han reducido.

El abandono de la comunidad internacional del derrocado presidente egipcio, Hosni Mubarak, y del depuesto líder libio, Muamar al-Gadafi, y el creciente aislamiento del presidente sirio Bashar al Asad han desafiado la mayoría de los pronósticos.

Los dictadores como el presidente de Sudán Omar al Bashir no pueden estar tranquilos ante el cariz de este efecto dominó.

Es más, el éxito de las intervenciones enfocadas a proteger a los civiles en Bengasi, Libia y Abidjan, Costa de Marfil demuestran que el mundo no es impotente y que no siempre se muestra impasible a la hora de actuar frente a atrocidades contra los derechos humanos.

La aprehensión de los principales sospechosos de crímenes de guerra de los Balcanes y de África ha insuflado nueva vida a los esfuerzos de la responsabilidad internacional.


Estados Unidos y Europa pueden desempeñar un papel importante en el apoyo al pueblo sudanés en sus esfuerzos por conseguir un resultado positivo, pero deben hacerse cambios reales en sus políticas respecto a Sudán.

El enfoque actual que se resume en la aceptación de un sistema autoritario y en la búsqueda de una serie de "procesos de paz" descontextualizados para Darfur, Abyei, las montañas Nuba y el Nilo Azul, y para el Oriente debilita el apalancamiento y consolida el status quo fracturado.

EEUU y otros países con influencia en Sudán deben preparar y presentar una elección clara para el régimen sudanés. Un acuerdo de paz integral que aborde las quejas de los estados periféricos en rebelión, seguida de elecciones con observadores internacionales que transformen de manera positiva la relación entre un Sudán más democrático y la comunidad internacional en general.

Por otro lado, el conflicto en curso, la represión y la autocracia deben dar lugar a consecuencias rápidas, significativas y crecientes a nivel internacional.

La Primavera Árabe, el éxito de los esfuerzos internacionales en la protección de los civiles y la escalada de varios frentes de guerra civil en Sudán han cambiado el marco de cómo debería ser el final en Sudán. El nuevo objetivo de EEUU y de otros gobiernos con influencia debería ser un acuerdo marco de paz para todas las regiones y con elecciones realmente libres y justas.

El tiempo es oro.

La población civil, sitiada en las montañas de Nuba, el Nilo Azul, Darfur y Abyei requiere protección y asistencia inmediata de emergencia. Se está haciendo muy poco para proteger de manera significativa a las poblaciones.

La escalada de las sanciones financieras debe apuntar a los funcionarios responsables de la mayoría de los abusos contra los derechos humanos, y se debería implementar de inmediato una prohibición de vuelos sobre la zona o la destrucción de la capacidad ofensiva aérea para poner fin a los bombardeos aéreos de los núcleos civiles.

En el último año, el presidente Obama ha guiado la política de EEUU a través de tres exitosos esfuerzos en la protección de los civiles.

En primer lugar, su liderazgo diplomático ayudó a evitar una guerra entre Sudán del Norte y Sudán del Sur a través de la celebración oportuna y pacífica del referéndum por la independencia del sur.

En segundo lugar, apoyó los esfuerzos de la ONU para restaurar la democracia y la lucha contra los crímenes de guerra en Costa de Marfil.

En tercer lugar, su acción decisiva evitó masacres en Bengasi (Libia). Estos éxitos, combinados con el apoyo de un cambio de régimen en Egipto y Libia, puede que no proporcionen una analogía perfecta de la situación actual de múltiples guerras en curso en Sudán, pero ilustran el potencial de cambio positivo y sostenible en este momento de crisis.

La Primavera Árabe ofrece un momento histórico, y un segmento importante y activo del público estadounidense apoya firmemente la acción para acabar con el sufrimiento de Sudán.

Si se aprovecha el momento, todas estas variables podrían desembocar en una posibilidad real para el cambio en Sudán, tan histórico como el de la vecina Libia o el de Egipto.

Prendergast es co-fundador de Enough Project, un grupo anti-genocidio de Washington DC, y co-autor del libro "Unlikely Brothers"

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