El fiasco del Davos del Desierto (o cuando el dinero saudí no puede comprarlo todo)

  • La crisis reputacional de Arabia -y de Bin Salman- continúa. El FII no logra la asistencia de 2017 y muchos participantes mantienen un perfil bajo.
Imagen del foro saudí Futuro de las Inversiones 2019.
Imagen del foro saudí Futuro de las Inversiones 2019.

Dicen los presentes que una multitud conformada por la élite del mundo de las finanzas abarrotaba el martes el vestíbulo del Ritz Carlton de Riad -el hotel convertido en cárcel de lujo para decenas de príncipes arrestados durante las purgas que consolidaron el poder del heredero de Arabia, Mohamed Bin Salman- para asistir a la jornada inaugural del foro Futuro de las Inversiones 2019 (FII), bautizado como "el Davos del Desierto". Entre los más de 300 participantes destacaban figuras como Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, Steven Mnuchin, secretario del Tesoro de EEUU, Jared Kushner, yerno y asesor de Donald Trump, Narendra Modi, primer ministro indio, o el presidente del Banco Mundial, David Malpass

Mnuchin y Kushner regresaban a Riad tras declinar la invitación en 2018, cuando la tormenta por el asesinato en Estambul del periodista saudí Jamal Khashoggi a manos de un equipo de agentes que actuaron por orden directa de Bin Salman puso al borde del abismo a este "reformista" glorificado durante demasiado tiempo por Occidente. Otros han tenido más escrúpulos: muchos ministros de Economía y Finanzas occidentales, que el año pasado cancelaron en bloque su participación, tampoco han acudido a esta edición del foro económico, un evento diseñado para promocionar el Reino como un país atractivo para las inversiones extranjeras (ahora que Arabia Saudí intenta diversificar una economía dependiente de la exportación de crudo).

Cierto es que entre los asistentes se encontraban los primeros espadas de Blackstone Group y SoftBank Group, así como los presidentes de los fondos soberanos de Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Singapur y Rusia. KPMG, por su parte, envió 25 ejecutivos, frente a los cinco del año anterior. Pero el Foro sigue sin conseguir las cifras de asistencia de 2017 y muchos de los participantes han mantenido un perfil bajo, negándose incluso a identificarse o a ser citados cuando la prensa les abordaba en los majestuosos pasillos del Ritz-Carlton.

En cuanto a las ausencias de peso, destacan las grandes tecnológicas y la industria del entretenimiento, sectores clave para la diversificación de la economía saudí que persigue Bin Salman con su plan Visión 2030, al igual que las compañías de medios que en las ediciones anteriores patrocinaron o moderaron grupos de debate. 

La crisis reputacional de nuestro 'gran aliado'

Después de que un equipo de agentes saudíes asesinara de forma brutal a Khashoggi en el consulado saudí en Estambul -tres de lo quince integrantes de aquel equipo formaban parte del cuerpo de seguridad de Bin Salman-, el periodista fue definido como un disidente, un crítico feroz con la política exterior de Riad y con el wahabismo, una corriente ultraortodoxa del islam surgida en el siglo XVIII que es la raíz de todos los movimientos fundamentalistas y fuente inspiradora del Reino saudí. Muchos olvidaron que el periodista también fue un antiguo aliado de la Casa Saud y que durante años tuvo acceso a información privilegiada porque ejerció como asesor cercano del antiguo jefe de la Inteligencia, Turki al-Faisal, que más tarde fue embajador saudí en EEUU y que contrató a Khashoggi como jefe de prensa.

Era, por tanto, un articulista -y una voz de peso en Oriente y Occidente- con capacidad de lanzar torpedos a la línea de flotación del Reino. Sin embargo, fue su asesinato lo que echó por tierra todo lo que Riad había conseguido con la 'operación Bin Salman', esto es, un príncipe heredero de 34 años que visitó palacios y sedes de gobierno de Occidente para promocionar la "nueva Arabia Saudí" -el país surgido de las reformas emprendidas por Bin Salman en el que las mujeres conducen y trabajan y “solo se acepta un islam moderado”-, mientras intentaba captar inversores extranjeros para una economía que desde 2017 comenzó a dar muestras de debilidad. Una "nueva Arabia Saudí" que pretendía contrarrestar la visión cada vez más negativa que tiene la opinión pública occidental del Reino, una visión que ha complicado las relaciones políticas y empresariales de Riad con sus aliados. 

La glorificación de Mohamed bin Salman en los medios de comunicación y gobiernos occidentales para retratar al líder de una monarquía absolutista como un reformador se vino abajo con el asesinato de Khashoggi. La debacle reputacional de Arabia Saudí fue de tal magnitud que Francia, Reino Unido y Alemania amenazaron con consecuencias de calado -Berlín llegó a suspender la venta de armas-. 

Tras el escándalo, Arabia Saudí, con Bin Salman al timón, redobló su política de apertura a la cultura y el entretenimiento, relajó el control a sus ciudadanos en las calles y concedió, por primera vez, visados turísticos. Aún así, el Reino sigue teniendo serias dificultades para captar la inversión extranjera que tanto necesita.

Dicen los presentes que en el "Davos del Desierto 2019" no pocas tarjetas de identificación se ocultaban detrás de las corbatas de los delegados. Mientras, la organización limitaba el contacto de los medios con los asistentes y prohibía la presencia de cámaras en la sesión plenaria más importante y en una cena de gala. No hay duda de que ciertas amistades son demasiado peligrosas para airearlas en público... ni de que el fantasma de Khashoggi sigue presente. 

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