El hijo de Mubarak se pierde por Londres

  • La capital británica es conocida, entre muchas cosas, por recibir a algunos de los políticos peor valorados del mundo. Es el caso del hijo mayor del presidente egipcio, Hosni Mubarak. Gamal llegó hace unos días a Londres con 97 maletas, no es la primera vez que visita la ciudad, aunque ahora nadie le ve por la calle.
Es el caso del hijo mayor del presidente egipcio, Hosni Mubarak.
Es el caso del hijo mayor del presidente egipcio, Hosni Mubarak.
Getty
Barry Neild, Londres (Reino Unido) | GlobalPost

Hay un poco de conmoción ante la llegada esta semana de los dos hijos de Mubarak, Gamal y Alaa, que según informan han viajado con 97 maletas (¿de dinero en efectivo?). Si sus esfuerzos por pasar a la clandestinidad se quedan en eso, papá no debería tener problemas.

Desde luego, los hermanos no son ningunos extraños en Londres. La esposa de Mubarak, Suzanne, es mitad galesa y tanto ella como sus vástagos tienen pasaportes británicos y visitan la ciudad tan a menudo que probablemente conocen las rutas de autobús de memoria.

O probablemente no, ya que su base aquí es una mansión georgiana de cinco pisos ubicada en Knightsbridge, un lujoso barrio, donde las embajadas, exclusivas boutiques y el famoso centro comercial Harrods están a tiro de piedra y un chofer te puede llevar en dos minutos en coche.

Como se esperaría de la tenaz prensa británica, ha habido algunos intentos de realizar el seguimiento de los descendientes de Mubarak y, en particular de Gamal, que se consideraba como el posible sucesor de su padre hasta que dimitió el sábado de las filas del partido de Mubarak, el Partido Nacional Democrático.Pero la vigilancia de Knightsbridge ha resultado infructuosa.

El periódico The Sun ha publicado que Suzanne Mubarak había sido sorprendida por los operarios que manipulan el equipaje en el Aeropuerto Nacional de Heathrow. El periódico informó alegremente que la primera dama "amante de la moda" podía ser comparada con Maria Antonieta, la reina que fue guillotinada durante la Revolución Francesa.

Al Jazeera (que tiene la comodidad de tener una oficina en Knightsbridge) informó que se había confirmado el avistamiento de Mubarak Junior paseando por su propia casa sitiada. Un post publicado después en Twitter afirmaba que su esposa había sido vista en Selfbridges, supuestamente su tienda favorita.

Una vez que se conocieron los detalles de la exclusiva dirección en la que vive Gamal Mubarak en Londres, la prensa no fue la única en iniciar la persecución. Un grupo de manifestantes se concentró en las puertas de la propiedad el lunes por la noche, agitando pancartas y ensombreciendo el tono que habitualmente hay en el vecindario.

GlobalPost hizo el camino un día después, sólo para descubrir que el ambiente se había enfriado. Todo estaba tranquilo en las afueras de la casa en Knightsbride y aunque había luces encendidas en el interior nadie contestó el timbre. No había ni manifestantes ni periodistas.

En una hora dando vueltas por la zona no saqué ninguna idea en claro, aunque pasé el tiempo admirando la impresionante colección de Porsches, Jaguars y Land Rovers estacionados en la calle. Incluso más impresionante, y si cabe un poco sorprendente, fue toparme con un "vecino" que era un ciervo de bronce de tamaño natural.

En un momento dado avisté a dos policías. He aquí el final de un drama en perspectiva, quizás se trataba de un control rutinario de seguridad para comprobar si el solitario periodista que deambulaba por la zona suponía algún tipo de amenaza para los Mubarak. Lamentablemente, se dirigieron a un turista que andaba perdido.

GlobalPost lo intentó después en Selfbridges, un panteón de lujo, símbolo del glamour a gran escala, ubicado en la calle Oxford de Londres, donde, a juzgar por la apariencia de muchos compradores, se intercambia una gran parte de la riqueza de Oriente Medio por bienes de lujo.

En un esfuerzo por captar el aroma de Khadija, la esposa de Gamal Mubarak, preguntamos a una de las asistentes del departamento de perfumes de la tienda, si había visto recientemente a la esposa del hijo del ex presidente de Egipto. Ella respondió ¿A quién?

A la asistente se le puede perdonar por su laguna mental o incluso habría que felicitarla por su discreción. Al fin y al cabo, la discreción es lo que los mandatarios y ex mandatarios han venido a buscar a Londres, que se revela como una gran ciudad para lamerse las heridas, reflexionar sobre las glorias pasadas y sobre las conspiraciones que llegarán.

A tiro de piedra de la tienda, el ex militar de Pakistán, el gobernante Pervez Musharraf, que se vio forzado a dimitir en 2008, pasa los días en un apartamento bien equipado ubicado cerca de la Estación de Paddington, protegido durante todo el día por un guardia de seguridad proporcionado por la Policía Metropolitana de Londres.

Un poco más lejos, el barrio londinense de Islington, una vez albergó -para el horror de Amnistía Internacional- a Valentine Strasser, un golpista que encabezó un régimen despiadado en Sierra Leona desde 1992 hasta 1996. Se hacía llamar a sí mismo "Reginald", Strasser se las apañó para permanecer cuatro años.

Si los Mubarak están pensando en afincarse en Londres, alguien debería advertirles que a pesar de que la ciudad ha albergado a ex dirigentes deshonrados y ha absorbido sus millones de dólares (mal conseguidos o bien), una racha caprichosa de moralidad se ha apoderado de ella.

El General chileno Augusto Pinochet, descubrió esto en sus propias carnes, cuando fue puesto bajo arresto domiciliario imputado por cargos de tortura durante su visita a la ciudad para recibir tratamiento médico en 1998. Fue liberado después de regresar a Chile, donde murió antes de que se celebrara el juicio.

Más recientemente, al primer ministro tailandés Thaksin Shinawatra, que pasó casi dos años en Londres tras ser depuesto en 2006, se le confiscó su casa de 5 millones de dólares en Kensington tras ser considerado culpable de corrupción en Tailandia.

Desde luego nadie puede predecir el futuro inmediato de Hosni Mubarak, pero con algunos de sus oponentes en Egipto exigiendo que le juzguen ante un tribunal por cargos similares, el líder ahora asediado debería tomar nota de la lección ya aprendida por Thaksin y por otros: o perderse en Londres, o perder Londres.

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