El incansable combate del disidente chino exiliado Chen Gangcheng

  • Tres años después de su increíble evasión de China y su partida hacia Estados Unidos, el disidente chino Chen Guangcheng se declara "seguro de volver a su país", que entonces habrá "recuperado la libertad".

"Creo que eso es inevitable y que ocurrirá en un futuro menos lejano de lo que se cree", afirma en entrevista con la AFP en París, en ocasión de la publicación en francés de su libro "El abogado descalzo".

Una autobiografía en forma de thriller que empieza con la historia que apasionó al mundo en 2012: su evasión rocambolesca de su casa rigurosamente vigilada en el pueblo de Dongshigu (provincia de Shandong, este), una hazaña cuando se considera que Chen es ciego.

Cuando se escapó, estaba además debilitado por la enfermedad y los malos tratos, cuatro años y medio de cárcel y dos años y medio de detención domiciliaria en manos de "gángsters empleados por el Partido Comunista", dice. Para colmo, se rompió un tobillo al saltar las numerosas murallas que tuvo que atravesar.

Chen, a quien su lucha contra los abortos y las esterilizaciones forzosas había hecho famoso, logró pese a todo llegar a Pekín y refugiarse en la embajada de Estados Unidos, ayudado por funcionarios norteamericanos.

Un mes después, logró salir de China con su esposa, Yuan Weijing, y sus dos hijos, al cabo de negociaciones diplomáticas complicadas por la realización en Pekín del "diálogo estratégico y económico" chino-estadounidense en presencia de Hillary Clinton, entonces secretaria de Estado.

Desde entonces, Chen vive en Estados Unidos, actualmente en Washington, "asalariado del Witherspoon Institute y respaldado por la Lantos Foundation for Human Rights and Justice" que lo ayudan a continuar su acción en favor de los derechos humanos en China. "Luchamos en particular por la libertad en internet, para impedir la detención de internautas", declara.

Una evidencia para este abogado autodidacta, que fue analfabeto hasta llegar a la edad adulta y cuya sed de conocimiento y de información parece inagotable: a través de todas sus luchas, se da cuenta de hasta qué punto es importante el acceso a la información.

"Lo que aprecio ahora es que puede acceder libremente a todas las noticias ¡Eso es fantástico!", exclama riendo este hombre de 44 años que durante tanto tiempo dependió de los otros, especialmente de su familia, para leerle los textos de ley que alimentaron sus combates: desde la escuela para ciegos (a la que ingresó solamente a los 18 años) para obtener condiciones sanitarias decentes, por los derechos de los minusválidos, contra impuestos injustos cobrados por los pequeños potentados locales, contra la contaminación de su pueblo por una fábrica...

En China, "la prensa no puede desempeñar su papel de vigilancia, de árbitro", por ejemplo en la lucha oficial contra la corrupción que, estima, "es una lucha entre clanes" y finalmente "nada tiene que ver con el derecho".

Tampoco puede contrarrestar los discursos oficiales sobre el crecimiento chino. Chen considera que "las cifras son falsas". "El modelo chino de desarrollo de la economía es anormal, monstruoso", sostiene, comparándolo a un "ser humano alimentado con hormonas", que "crecerá rápidamente pero pasará a ser obeso enseguida y habrá que parar, de lo contrario se lo mataría".

El régimen "ha creado la crisis y provocado la reacción de la población", considera, afirmando que "cada vez más gente se moviliza, se lanza a un movimiento de transformación de la sociedad".

La represión es "cada vez más violenta", pero esto "refleja la toma de conciencia de la sociedad china" y el desarrollo de una opinión pública, concluye.

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