El misterioso asesinato de un sindicalista en Bangladesh

  • Aminul Islam, un incómodo sindicalista para la poderosa industria textil bangladesí, fue visto por última con vez vida el pasado 4 de abril en su oficina. Después su cuerpo, completamente destrozado, apareció abandonado en un arcén.

Familia del activista fallecido
Familia del activista fallecido
Asif Imteaz/GlobalPost
Maher Sattar, Daca (Bangladesh) | GlobalPost

El cadáver apareció en el distrito norteño de Ghatail, abandonado en un arcén cerca de una comisaría. Los dedos de los pies de las víctimas estaban aplastados, los tobillos destrozados. Le habían taladrado un agujero debajo de una rodilla.

Aminul Islam, un espinoso sindicalista para la poderosa industria textil de Bangladesh, fue visto con vida por última vez el 4 de abril en el exterior de su oficina en las afueras de Daca. Bangladesh es el segundo exportador mundial de textiles.

EEUU recibe el 80 por ciento de esas exportaciones, y es el principal beneficiario de lo que los activistas laboralistas llaman la "carrera hacia el fondo" en términos de salarios, beneficios y seguridad laboral.

Sus amigos dicen que el asesinato de Islam fue en represalia por defender los derechos de los trabajadores en Bangladesh, que tiene los suelos más bajos del mundo y en donde una serie de incendios en fábricas se han cobrado más de 300 vidas en los últimos años.

Temen que su caso nunca se resuelva, porque sospechan que los policías que lideran la investigación pueden estar implicados en su muerte. Sostienen que las marcas de tortura que se encontraron en su cadáver, hallado el 6 de abril, son similares a las que ya le habían hecho policías y agentes de seguridad nacional muchas otras veces.

Islam, que era el líder del Bangladesh Center for Worker Solidarity (BCWS), no es el primero en terminar así. Se calcula que unas 200 personas (políticos, periodistas y activistas) han desaparecido en circunstancias sospechosas en Bangladesh desde que el actual Gobierno de Awami League llegó al poder en 2009.

En los días previos a su muerte, Islam, de 40 años, había estado recogiendo denuncias de trabajadores en Shanta Group, una empresa que fabrica ropa para las marcas estadounidenses Tommy Hilfiger, Nike y Ralph Lauren.

Durante meses estuvo padeciendo de hemorragias en su oído derecho tras un enfrentamiento con la Agencia de Seguridad Nacional, y regularmente era interrogado y torturado por la policía y agentes de inteligencia.

Menos de un uno por ciento de los trabajadores de Bangladesh están representados por los sindicatos, mientras que el 10 por ciento de los escaños del parlamento nacional están ocupados por dueños de fábricas textiles.

"Hay un serio temor a que las fuerzas de seguridad gubernamentales hayan sido responsables de su tortura y muerte", ha escrito Phil Robertson, subdirector para Asia de Human Rights Watch en una carta enviada al primer ministro de Bangladesh, Sheikh Hasina.

Su organización ha pedido a Hasina que abra una investigación imparcial sobre el asesinato de Islam. Esta es la tercera vez que Robertson escribe al primer ministro sobre Islam en los dos últimos años.

"Tenía muchos enemigos", dice su viuda, Hosne Ara Fahima. "Su muerte está relacionada con su trabajo, por supuesto. No tenía enemigos en su vida privada. Todo el mundo en Kaliakoir lo conocía, era famoso".

La última vez que Laboni Akhter vio a Islam, que había sido su mentor en BCWS seis años atrás, fue un día extraño. Islam había visto una furgoneta policial aparcada en el exterior de la oficina de su sindicato en Ashulia, un potente núcleo de la industria textil nacional. Nervioso, sugirió a Laboni cerrar la oficina y marcharse temprano.

Pero antes de que se marcharan, llegó un trabajador llamado Mustafizur Rahman pidiendo ayuda a Islam, cuenta Laboni. Su petición era extraña.

"Estaba con una chica y quería que Aminul bhai [el hermano] les casara. La muchacha estaba cubierta desde la cabeza a los pies con un burka, y sus ojos eran la única parte visible de su cuerpo. No dio su nombre y no dijo nada. Se veía saludable, una chica grande. Mucho más grande que yo", recuerda Laboni.

Islam se negó a celebrar un matrimonio ilegal y les dijo que se fueran. Los dos miembros del BCWS cerraron las oficinas y se marcharon por una puerta trasera, con la intención de realizar juntos el máximo trayecto a sus respectivas casas, una medida que habían empezado a practicar en respuesta al acoso de las fuerzas de seguridad.

Pero su viaje se vio interrumpido por una llamada de Rahman, que rogó a Islam que se reuniese con él y la chica.

"No dejaba de pedírselo, una y otra vez, diciéndole que la chica se había escapado de casa, que tenían mucho dinero y que tenían que huir de Daca esa misma noche. Que se podían meter en un lío si viajaban como una pareja no casada", dice Laboni.

Islam finalmente cedió. "Aminul bhai nunca decía no a una petición de ayuda", recuerda Laboni.

Fue entonces cuando se separaron. Como siempre, Laboni pidió a Islam que la llamase al llegar a casa, para estar segura de que había llegado bien.

Pero no lo llegó a hacer esa noche.

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