El otro 11-S: el Pentágono atacado y los héroes del vuelo UA93

  • Fuera de Estados Unidos, el 11-S recuerda a humo y llamas en Manhattan, a dos rascacielos desplomándose sobre miles de personas. Pero diez años después, el país no olvida el otro 11 de septiembre, el que hizo vulnerable al Pentágono y convirtió en héroes a los pasajeros del avión caído en Pensilvania.

Lucía Leal

Washington, 5 sep.- Fuera de Estados Unidos, el 11-S recuerda a humo y llamas en Manhattan, a dos rascacielos desplomándose sobre miles de personas. Pero diez años después, el país no olvida el otro 11 de septiembre, el que hizo vulnerable al Pentágono y convirtió en héroes a los pasajeros del avión caído en Pensilvania.

De pie frente al monumento a las víctimas del vuelo 77 de American Airlines, que acabó con las vidas de 184 personas al impactar contra la fachada occidental del Pentágono, el piloto jubilado Thomas Heidenberger luce una corbata con dibujo de aviones.

El cielo está "exactamente igual de azul" que el 11 de septiembre de 2001, dice a Efe en una calurosa mañana de junio. "No puedo creer que hayan pasado diez años. Todo lo que ocurrió está tan claro en mi memoria como si hubiera sido ayer", continúa el piloto, de 65 años.

Su mujer Michele era la azafata jefe del avión que viajaba de Washington a Los Ángeles, y que a las 9:37 de la mañana de aquel día derribó decenas de oficinas del Pentágono al estrellarse a una velocidad de 855 kilómetros por hora.

Las 64 personas que viajaban en el avión y otras 120 que trabajaban en el edificio murieron en el segundo peor ataque terrorista que se ha producido en suelo estadounidense, sólo después del que comenzó menos de una hora antes en las Torres Gemelas.

"Hacia las 9:10 de la mañana, llamé al piloto jefe de American Airlines aquí en Washington", recuerda Heidenberger. "Sus primeras palabras fueron: 'Lo siento por Michele'. El avión aún estaba en el aire".

En un coche a pocos kilómetros del Pentágono el sargento Isaac Hoopi llevaba a su perro al veterinario cuando oyó "un enorme estruendo. Me acerqué todo lo que pude y empecé a sacar a gente del edificio", dijo en una entrevista con un reducido grupo de medios.

Hoopi logró rescatar a unas 18 personas del "laberinto" en que se había convertido el ala oeste del Pentágono, eclipsada por "una gran bola de fuego" y rodeada de "humo, gente gritando y pidiendo ayuda, ventanas destrozadas, pedazos por todas partes".

No puede recordar si rescató a trabajadores del edificio o a pasajeros del avión. En muchos casos, las quemaduras no le dejaron distinguir si eran hombres o mujeres. "Eran simplemente vidas humanas".

En los pasillos derruidos que atravesó Hoopi se alza hoy la capilla del Pentágono, abierta todo el año, 24 horas al día. Entre sus paredes rezan a diario católicos y musulmanes, y cada semana hay también servicios protestantes, anglicanos, judíos e hindúes.

En cada aniversario de la tragedia, su capellán, Ken Williams, comprueba que "los restos del dolor siguen ahí", según aseguró en una conferencia de prensa.

A pocos metros, en bancos rodeados de agua, están escritos los nombres de las 184 víctimas; desde la más pequeña de 3 años al mayor de 71.

Tres años después de que se inaugurara ese monumento, la atención se centra ahora en el que se abrirá este 11 de septiembre en los alrededores de Shanksville (Pensilvania), y del que se ha revelado poco más que su diseño: un enorme círculo partido en el punto justo en que el vuelo 93 de United Airlines se estrelló contra el prado.

En una caseta cercana al lugar del accidente, dos guardias reparten folletos con perfiles de los "40 héroes" de ese avión, el que no pudo completar su trayecto desde Newark (Nueva Jersey) hasta San Francisco (California).

Hablan del bagaje militar del pasajero William Cashman, de 60, que ayudó a construir el World Trade Center; o de la vivacidad de Nicole Miller, de 21, que tuvo que cambiar su vuelo al 11 de septiembre por un temporal.

Todos ellos fueron elevados a la categoría de héroes por la comisión de investigación del suceso, que determinó que se pusieron de acuerdo para enfrentarse a los terroristas que habían secuestrado el avión y frustrar así los presuntos planes de estrellarlo en la Casa Blanca o el Capitolio.

Las grabaciones de la caja negra y las llamadas a familiares desde los teléfonos del avión revelaron que los pasajeros, a los que se había advertido de que había una bomba a bordo, no creyeron la versión de los secuestradores y, sabedores de que había habido un ataque contra las Torres Gemelas, acordaron rebelarse.

En una de las llamadas, una mujer explicó que los pasajeros habían sometido a votación la decisión de intentar tomar el control de la nave. "Todo el mundo está corriendo a primera clase. Tengo que irme. Adiós", dijo.

Pese a lo detallado de la investigación, todavía son muchos los que no creen que fueran los forcejeos de los pasajeros en la cabina los que frustraron el plan de los terroristas, y aún circula la teoría de que el vuelo 93 fue derribado por un avión militar estadounidense.

"Ese rumor circuló durante toda la mañana. Incluso mucha gente dentro del Gobierno de Estados Unidos lo creyó, porque era lo que oían", recordó en una entrevista con Efe el historiador Sarandis Papadopoulos, autor del libro "Pentagon 9/11".

Pero tanto esa teoría como la que sostiene que fue una bomba la que causó los destrozos en el Pentágono han quedado "prácticamente descartadas" diez años después, aseguró.

"Esas teorías existen porque buscamos explicaciones complicadas a los hechos terribles. Nos negamos a aceptar que si alguien realmente quiere entrar en un sitio y atentar, probablemente puede", explicó.

Para Hoopi, todas esas teorías pierden peso cuando "conoces a alguien que estuvo allí". Como la víctima a la que él salvó la vida y que, cada 11 de septiembre, le llama para saber cómo está.

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