El Papá Noel de Holanda se convierte en símbolo racista

  • Una nueva ola de racismo se está extendiendo entre los holandeses. "Pedrito el Negro", ayudante del Papá Noel de Holanda, ha provocado el origen del debate y un vídeo de policías agrediendo a dos artistas caribeños ha colmado el vaso.
San Nicolás
San Nicolás
lainformacion.com
Paul Ames, Roterdam (Holanda) | GlobalPost

La llegada de San Nicolás a principios de diciembre con un cargamento de regalos para los niños es un evento entrañable para las familias en Holanda. Como parte de la tradición, unos hombres blancos se disfrazan de Zwarte Piet (Pedrito el  Negro), el ayudante de San Nicolás. Se visten con calzones de seda y se pintan la cara con betún.

Inevitablemente, ha generado un apasionado debate sobre si se trata de una tradición bonita o una afrenta racista. Este año la polémica ha subido de tono al difundirse también imágenes en vídeo de policías holandeses usando la fuerza contra un par de artistas caribeños que vestían camisetas con el lema "Pedrito el Negro es racismo".

Las imágenes han incrementado el debate sobre cómo un país tradicionalmente liberal como Holanda parece estar colocándose por delante en una nueva oleada de intolerancia en Europa.

"Es hora de que Holanda ofrezca protección a las minorías, sea cual sea su religión, orientación política, raza o género", asegura Sheldry Osepa, que representa al gobierno de la isla caribeña de Curasao en Holanda.

Reconocido años atrás por su postura relajada respecto al sexo, las drogas y la inmigración, desde principios de siglo Holanda se está alejando de su tradición permisiva.

Los últimos gobiernos han ido endureciendo las leyes de inmigración, sometiendo a los posibles nuevos ciudadanos a exámenes de cultura y lengua holandesa; se han limitado los derechos de reagrupación familiar de los inmigrantes, lo que ha generado críticas entre las asociaciones de derechos humanos de la UE, y en septiembre se adelantaron planes para prohibir el uso del burka.

Asimismo, a principios de año entraron en vigor restricciones a los famosos cafés de mariguana del país, y "operaciones de limpieza" han provocado el cierre de muchos establecimientos en los distritos rojos de Ámsterdam y de otras ciudades.

Incluso el concepto de la UE comienza a molestar a ciertos holandeses. Aunque las encuestas muestran que la mayoría de los ciudadanos apoya la integración europea, hay amplias quejas sobre la necesidad de apoyar a países como Grecia, Portugal e Italia por la actual crisis económica.

"El euro ha fallado. Ahora se utiliza fundamentalmente para mandarles dinero a los países del ajo", dijo en Twitter recientemente Geert Wilders, líder del Partido de la Libertad, que pide un referéndum para salir de la Eurozona.

Con un programa anti inmigración, el partido de Wilders logró el 15 por ciento de los votos en las elecciones parlamentarias del año pasado, triplicando sus resultados y convirtiéndose en la tercera fuerza del parlamento, de gran influencia sobre el actual gobierno de centro derecha.

Según las últimas estadísticas, de los 16,6 millones de personas que viven en Holanda, 3,4 millones son extranjeros. Los musulmanes representan el 5 por ciento de la población, unas 850.000 personas, la mayoría de origen turco o marroquí.

El debate en torno al papel del islam en la Sociedad holandesa se intensificó después de los ataques del 11-S en EEUU y de la muerte de Theo van Gogh, asesinado por un islamista holandés-marroquí, después de que el cineasta estrenase una película sobre la violencia contra las mujeres musulmanas

Estos eventos, sumados a una creciente reafirmación de los jóvenes inmigrantes y de tendencias externas como la globalización económica, la expansión de la UE y la percepción de la pérdida de la identidad holandesa han provocado un rechazo hacia los extranjeros y el regreso a valores más tradicionales, según los expertos.<

"Este solía ser un país que se sentía bastante bien con la modernidad, capaz de dirigirla y conducirla. Ahora son menos seguros", dice el profesor James Kennedy, especialista de Historia Moderna de Holanda de la Universidad de Ámsterdam. "Parte de esta intolerancia tiene que ver con la pérdida de confianza en los líderes políticos, sociales y religiosos".

Barrios como el Oude Westen de Rotterdam retratan parte de la angustia que sienten los nativos de Holanda.

A principios de los años 2000, este barrio de inmigrantes de casas del siglo XIX cercano a la Estación Central era famoso por sus delitos con violencia y el tráfico de drogas duras. Era considerado una zona prohibida para muchos de los habitantes blancos de la ciudad.

Ahora, la vibrante mezcla de etnias del barrio es un atractivo turístico, y en la superficie todo parece armonioso.

"Aquí tenemos una auténtica mezcla de gente, algo que no se ve en otras partes. Oude Western es como un pueblo en medio de la ciudad", asegura Armando Sorrentino, un holandés con ascendientes italianos que trabaja para promover el desarrollo empresarial en la zona. "Mientras que la intolerancia ha crecido en otras partes, aquí la tendencia es lo contrario".

La zona todavía tiene sus problemas, pero los vecinos dicen que la comunidad ha trabajado junto a las autoridades municipales para limpiar la avenida comercial principal, West-Kruiskade, en la que conviven peluquerías afro, tiendas con productos de Surinam, centros de acupuntura china, panaderos marroquíes y algún "coffee shop" que ofrece mariguana.

Pese al ambiente positivo del barrio, los vecinos se muestran preocupados por los cambios que se ven en la sociedad holandesa.

"Los niños y niñas a los que di clase nunca tuvieron problemas con mi color", explica el profesor de instituto retirado James Fitz-James, de 63 años, que llegó a Holanda hace cuatro décadas desde la antigua colonia de Surinam. "Ahora, los políticos intentan que piensen de un modo diferente sobre la gente del Caribe, de África, o Turquía y Marruecos. Dicen que ponemos en peligro sus puestos de trabajo, su modo de vida", se lamenta.

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