El previsible fracaso de Blair despeja el camino a su correligionario Miliband

  • Londres.- El previsible fracaso de la aspiración del ex líder laborista Tony Blair de convertirse en primer presidente de la Unión Europea despeja en teoría el camino para su delfín David Miliband.

Tony Blair tiene una red de negocios y fundaciones, según Fiancial Times
Tony Blair tiene una red de negocios y fundaciones, según Fiancial Times

Londres.- El previsible fracaso de la aspiración del ex líder laborista Tony Blair de convertirse en primer presidente de la Unión Europea despeja en teoría el camino para su delfín David Miliband.

El actual jefe de la diplomacia británica comienza ya a sonar en los medios nacionales como uno de los políticos con más posibilidades si finalmente decide presentar su candidatura al nuevo puesto de Alto Representante de la Unión Europea para los Asuntos Exteriores y la Política de Seguridad.

Se trata de una especie de superministerio, que combinaría el cargo que tiene actualmente el español Javier Solana con el de comisario europeo de Asuntos Exteriores, que ocupa la austríaca Benita Ferrero-Waldner.

Miliband ha dicho varias veces que no quiere ese cargo y el primer ministro británico, Gordon Brown, también insistió en la conferencia de prensa que dieron ambos en Bruselas el jueves en que no está disponible, pero en política nunca hay un "no" definitivo.

En algunos medios británicos se ha especulado con la posibilidad de que el abierto apoyo expresado por Miliband a Blair como el candidato ideal para presidir la UE, que tal vez resultó al final contraproducente, fuese en realidad una maquiavélica maniobra para frustrar la candidatura de su correligionario y poder concurrir él mismo al otro puesto, de menor relumbrón pero mayor relevancia política.

Un país como Gran Bretaña puede aspirar a un cargo de peso en la nueva Europa resultante de la ratificación del tratado de Lisboa, pero el hecho de haberse excluido del espacio Schengen y de la zona del euro puede limitar sus opciones, algo que no ocurre con la cartera de Exteriores, donde pueden influir además las tradicionales buenas relaciones transatlánticas.

Miliband, cuyas brillantes credenciales diplomáticas pocos ponen en duda, tendría, es cierto, fuertes rivales potenciales en los partidos de izquierda como la ex ministra socialista francesa Elisabeth Guigou o el hasta hace poco ministro alemán de Exteriores Frank-Walter Steinmeier.

Pero el laborista británico tiene a su favor no sólo la experiencia de sus contactos con los gobiernos de otros continentes sino también el hecho de ser uno de los dirigentes políticos más eurófilos en un país donde mentar Bruselas es casi mentar al diablo.

Así, el lunes de esta misma semana pronunció una conferencia en el Instituto de Estudios Estratégicos de Londres que dio la impresión de ser como la declaración programática de un candidato a coordinar la política exterior de los Veintisiete.

"El Reino Unido debería adoptar, dar forma y dirigir la política exterior europea", dijo Miliband, quien alertó de que no trabajar en esa dirección convertiría en irrelevante el peso de su país y de Europa en un mundo dominado por EEUU y China.

"Es muy importante para el interés nacional británico que la Unión Europea desarrolle una política exterior fuerte", afirmó el político laborista, quien criticó de paso a los conservadores por su amenaza de renegociar aspectos de la relación de Londres con Bruselas si llegan al poder el próximo año.

El gran dilema que se le presenta, sin embargo, a Miliband es si, dada su juventud. 44 años, le conviene más para su futuro político pasar ahora cinco años en Bruselas, si consigue finalmente el puesto, o aspirar a suceder a Brown en el liderazgo del Partido Laborista si, como se cree, pierde las próximas elecciones generales.

El cargo de Alto Representante de la Unión Europea, que va unido al de vicepresidente de la Comisión, convertiría a Miliband en una "figura global", como escribe hoy el diario "The Guardian", y le evitaría además mancharse las manos en un posible "baño de sangre postelectoral" en el Partido Laborista si se produce el previsto descalabro en esos comicios.

Y, de conseguir el puesto en Bruselas, acabaría su mandato antes de cumplir los cincuenta, con lo que podría aspirar a proseguir su carrera política en su propio país, tal vez en circunstancias más favorables entonces para el Partido Laborista.

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