El problema no es la recesión... es cuánto se ampliará la brecha entre ricos y pobres

  • Desde la Revolución Industrial, ha disminuido la brecha entre países pobres y los ricos. La mala noticia es que la desigualdad aumenta en Occidente.
Manifestantes durante las protestas en Santiago de Chile.
Manifestantes durante las protestas en Santiago de Chile.

El economista francés Thomas Piketty saltó a la fama hace años con un libro donde decía que la rentabilidad del dinero había ido creciendo mucho más que el Producto Interior Bruto. En cristiano: que los ricos se habían hecho más ricos que la media en los últimos años. Desproporcionadamente ricos.

Su libro se titulaba 'El capital en el siglo XXI' y para mucha gente socialdemócrata o de izquierdas representó las tablas de Moisés, pues era lo que estaban denunciando. Y, para ser francos, es lo que está pasando ahora.

Lo que Piketty descubrió científicamente estaba ya descubierto por un economista italiano (fascista para más señas, y amigo de Mussolini) llamado Corrado Gini, que a principios del siglo veinte escribió un ensayo sobre la desigualdad basado en cálculos estadísticos. Su ensayo dio pie al coeficiente o índice Gini que hoy utilizan todos los economistas del mundo para calcular la desigualdad de un país.

Para hacerlo sencillo: el coeficiente de Gini se mueve en coordenadas de 0 a 1. Cuanto más se acerque a 1, significa que hay más desigualdad en una población. Y cuanto más se acerque a cero, lo contrario: la igualdad. Gini lo plasmó en un gráfico de abscisas y coordenadas cuya diagonal o curva indicaba la desigualdad de una sociedad.

La ONU usa el índice Gini para abordar sus estudios sobre el desarrollo humano, y aquí se nota ya de partida las diferencias.

La paradoja de este coeficiente es que no mide si un país es rico o pobre, sino si entre los ricos y los pobres de ese país hay mayor o menos distancia. Y la paradoja es que ha habido años en que Cuba estaba mejor que España, según el índice Gini. Esto quería decir que había menos desigualdad, cosa que celebrarían los amantes del régimen cubano.

Pero en este caso lo que el índice estaría diciendo es que en Cuba todos son iguales en sus condiciones de vida pobres. La prueba es que no se conocen muchos casos de españoles que quieran irse a vivir a Cuba, salvo Willy Toledo, pero sí de cubanos que quieren escapar de ese sistema que ha empobrecido igualitariamente a la población.

Desde la Revolución Industrial, la prosperidad ha permitido que la diferencia entre los países pobres y los ricos haya disminuido, según el Banco Mundial. Esa es la parte buena. La parte menos buena es que en algunos países occidentales, la desigualdad se ha incrementado, especialmente después de la crisis de 2008.

El coeficiente de Gini podría servir para predecir cuándo va a estallar una rebelión popular en un país. Pongamos un país rico o medio rico, y pongamos que el coeficiente Gini dice que hay mucha desigualdad. Añadamos que ese país cuenta con un régimen de libertad de expresión y de manifestación. Bastaría mezclar esos datos para predecir, como un mago, rebeliones a corto plazo. Veamos el caso de Chile.

La renta per cápita de Chile ha crecido de forma notable desde mediados de los años 2000 hasta 2015, pero ese año sufrió un bajón. Luego se ha recuperado para estar a niveles de 2015. No está nada mal, pero si nos fiamos del señor Gini, la desigualdad ha aumentado en los últimos años. Eso quiere decir que los chilenos ricos se han hecho más ricos, mientras que la media de la población se ha estancado en sus ingresos. Cuando uno se compara con sus vecinos y ve que la prosperidad no se comparte, entonces se cabrea y se va a las protestas. Según datos del Banco Mundial en 2018, Chile estaba entre los países con mayor desigualdad. Eso vendría a decir que tarde o temprano, la población se rebelaría, cosa que ha pasado hace pocos días.

Lo que le ha pasado a Chile está pasando en muchos países occidentales. Los ricos son cada vez más ricos, y la masa media de la población ha prosperado muy poco desde 2008. Es lo que quería decir Piketty y de lo que están avisando muchos economistas.

Eso explicaría, por ejemplo, lo que ha pasado con los chalecos amarillos en Francia. Este país no es pobre, ni mucho menos. Pero la inmensa clase media percibe que no ha prosperado en los últimos años, y lo que es peor, no ven un futuro mejor.

Chalecos amarillos, París
Chalecos amarillos durante una protesta en París. / EFE

También explicaría el fenómeno de Donald Trump. La clase media blanca norteamericana se ha empobrecido particularmente después de la crisis de 2008. A pesar de que hay pleno empleo, el coeficiente Gini (0,415 para 2016) indicaría que es uno de los países más desiguales del mundo, a la altura de Gambia o Perú.

Y tenemos que los trabajadores del medio oeste americano tienen que malvivir con trabajos precarios, los cuales no les dan la renta que tenían antes de 2008. Por lo tanto, se cabrean y votan a un señor que despotrica contra Wall Street, contra los políticos de Washington, y contra el resto del planeta, y que les promete ser ricos “again”.

España no está mal en el coeficiente Gini. Tiene un 0,345 con datos de 2016. También tiene un sistema sanitario, escolar y social, que equilibra las desigualdades, lo que vendría a decir que no se esperan grandes conflictos sociales derivados de la desigualdad económica.

Pero eso no asegura la calma. Hace pocos días se conoció la noticia de que en España había aumentado el número de ricos. Un informe de Credit Suisse afirmaba que había casi un millón de millonarios, cinco veces más que en 2010. Lo cual quiere decir que si la distancia entre ricos y pobres se sigue acelerando, tendremos una década de 2020 bastante 'movidita', lo cual se añadirá a la anunciada recesión o caída, por lo menos.

En resumen, la prosperidad, cuando se comparte, crea sociedades satisfechas y poco conflictivas. Ese sería el caso de Islandia, Noruega y Finlandia, que no solo son países ricos sino con escasas diferencias de clases, y baja conflictividad. Tienen un bajísimo índice Gini.

En cambio, la pobreza cuando se comparte, crea sociedades miserables, y si a eso se añaden regímenes dictatoriales donde no hay no el derecho a protestar, como Corea del Norte o Cuba, entonces se asemeja a una maldición del diablo.

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